Capítulo 1

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Ariza, caminaba por la calle principal cuando una extraña y conocida sensación se apoderó de ella. Se detuvo un momento y volteó a mirar sin encontrar nada extraño para una noche de jueves. El tráfico era el usual, las personas caminaban de un lado a otro sin mirar a nadie en especial, nada fuera de lugar ocurría a su alrededor y sin embargo, ella tenía esa sensación de ser observada, acechada.

Alguien o algo malo, muy malo estaba en la calle, en las sombras.

Siguió mirando como todos salían de sus respectivas oficinas, ella misma había salido del edificio donde trabajaba y ahora se dirigía hacia su apartamento que quedaba a cinco calles de donde se encontraba. Algunos comercios estaban con adornos de noche de brujas y un conserje estaba sacando un maniquí de un fantasma aterrador, seguramente pensando que sería el adorno perfecto para la fecha.

No pudo evitar estremecerse.

Ese hombre no sabía que tan cierto podía ser esa imagen si tuviera la habilidad que ella poseía. Una que odiaba y a la vez, sentía que en ocasiones era más una habilidad ventajosa debido a que le había salvado la vida aunque fuera una experiencia que no deseaba recordar.

— ¡Ariza! —Escuchó su nombre entre la multitud.

Le tomó un momento darse cuenta de quién era el que la llamaba.

Pronto, apareció su amigo Elián con una gran sonrisa y sin aliento. Desgraciadamente para Ariza, comprendió que esa extraña sensación siempre estaba presente cuando su amigo estaba cerca.

— ¿Qué pasó, no que ibas a encontrarte con Virginia en el bar de la oficina? —no pudo evitar el tono brusco de su timbre de voz que dejaba en claro que no le parecía nada agradable su presencia.

Su amigo no se dio por ofendido, nunca lo hacía.

—La muy estúpida me canceló justo cuando ya había pedido trago para los dos.

Ambos comenzaron a caminar.

Ariza intentó no prestar atención a esa sensación desagradable que la hacía sentir incómoda. Eso no le agradaba y en algunas ocasiones parecidas a ésta, se sentía de mal humor porque no era nada placentero sentir como si alguien le estuviera soplando en la nuca.

No pudo evitar voltear cada cierto tiempo.

—Oye, te estoy hablando y tu pedazo de reinita de pueblo ni me prestas atención, nunca lo haces. No sé para qué te di el alcance si no me ibas a escuchar —Elián soltó la clásica queja de Elián.

Él usaba el apelativo de "reinita" de forma despectiva y a pesar de todo, se había acostumbrado a ese sobrenombre y desgraciadamente ya casi ignoraba el tono grotesco y desagradable con el que lo pronunciaba.

—Te recuerdo que siempre te presto atención, más de la que mereces y más de la que ninguna mujer te debería dar —casi gruñó Ariza—. No sé por qué tenías que darme el alcance si siempre tienes una cita de repuesto.

— ¿Qué mierda quieres decir con eso? No me vengas a cagar en la comida, cuando...

Ariza vio más que escuchó a su amigo seguir reclamándole aunque no podía escucharlo, lo peor, era que tampoco podía hablar para pedirle ayuda porque en ese momento estaba comenzando a sentir un frío de muerte que se estaba implantando en su espina dorsal y comenzaba a recorrerle desde la nuca hasta los pies en una sensación de ida y venida que la hizo detenerse en medio de la calle. Algunas personas le increparon el interrumpir el paso.

Para su desgracia o bienestar, su amigo que sabía sobre su habilidad la tenía ya del brazo intentando que regresara a la realidad y no se perdiera en la nebulosa de sus visiones que siempre la consumían hasta el punto de quedar casi fuera de juego.

Poseerte, mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora