· Epílogo | Desafío ·

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Our mother has been absent ever since we founded Rome,

but there's going to be a party when the wolf comes home.

Up the Wolves (The Mountain Goats)

                                       


Llueve horrores. Las gotas arman una cortina que dificulta la visión y apenas puedo ver más allá de la entrada de casa. 

Louis está terminando de limpiar la mesa y yo aprovecho el momento para acercar el sillón a la ventana y descansar un rato. Tengo un libro en la mesita, pero no lo abro. Tanto moverme me ha bajado la presión, y la panza me pesa.

La acaricio suavemente. Es inquieta, no para de moverse.

—Calma, lobezna —le digo. 

Murmuro en voz Alfa porque siento que así es como realmente me escucha.

—¿Hablaste, mamá? —Louis se asoma por la puerta de la cocina.

Me giro con dificultad para verlo y niego con la cabeza.

—Hablaba con tu hermana, ven, siéntate. Se está moviendo —digo.

Louis se seca las manos en sus pantalones y sonríe pícaro porque sabe que esta vez no voy a regañarlo. Cuando llega, se arrodilla en el piso y pega la oreja a la panza.

—¿No se aburre allí adentro todo el día? —pregunta.

Aprieto los labios para disimular la sonrisa.

—Está descansando —explico—, porque sabe que cuando crezca no la dejarás en paz.

Louis se despega de mi panza sólo para mirarme y tiene ese brillo rebelde en los ojos que a veces me enfada tanto, pero esta vez me hace reír.

—Le enseñaré a trepar los árboles —dice.

—Cuando sea más grande.

—Y a jugar a la pelota.

Me río.

—Será una bebé cuando salga, Louis —explico—, tendrás que esperar algunos años hasta que pueda jugar.

Louis frunce el ceño. Vuelve a pegar la oreja a mi panza y su manita está en mi rodilla y a veces tironea de mi vestido instintivamente. Debe oír los líquidos, el eco lejano de los latidos.

Su papá solía hacer lo mismo cuando era él quien estaba en mi panza. 

¡Son tan parecidos! Obstinadamente, dulcemente parecidos.

Acaricio su cabello y Louis levanta la mirada.

—Gracias, mamá —dice—. Prometo que la cuidaré siempre, siempre. No como hice con ese gato.

No puedo evitar la risa y eso me afloja las lágrimas que con tanto esfuerzo había logrado guardar. Son las hormonas, el cansancio, lo mal dormida que estoy. Apenas puedo controlar mis ganas de llorar últimamente. Lo extraño.

Trato de no pensar en ello.

—Será tu hermana, Louis, no tu mascota.

—¡Lo sé, lo sé! —protesta y frunce el ceño, como si fuera tonto hacer la aclaración.

Lo es, pero es él quien acaba de mencionar a Pompones, donde sea que esté.

No vuelve a poner el oído sobre mi panza. Hace rato que la bebé no se mueve. Louis chasquea la lengua y se pone de pie. Se aleja, y por un segundo pienso que irá a la cocina a terminar de lavar los platos, pero arrastra una silla desde la mesa y se sienta al lado mío.

La Maldición del Heredero (+18) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora