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Cuando me asomé por la puerta de la habitación no podía entender qué hacía un colchon enrollado en la cocina. Todavía no tenía ni un vago concepto de las palabras que hablaban. Si lo pienso, todo sucede como una serie de imágenes con un corto hilo de conexión:

1.Me asomo desde la habitación y veo el colchón.

2.Comienzo a jugar. 

3. El colchón se desarma pero nadie me dice nada.

Y de un momento a otro estoy tirada en el medio del patio, llorando y pidiéndote que por favor no te vayas con los indescifrables pero comprensibles balbuceos que puedo dar. Pero no miras atrás, no miras ni por mi ni por nadie más que por quienes te esperan en tu nueva vida. 

Te grité y te pedí que no te fueras, papá.

En la piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora