Prefacio | Sueño extraño

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Giselle

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Giselle.

Cuando tenía once años, un sueño extraño sacudió mi noche.

Recuerdo que, en el sueño, me encontraba en un parque cercano y muy familiar. Supe de inmediato que se trataba de aquel parque que quedaba cerca de la escuela, y lo supe porque era el único parque que conocía, que tenía está extraña estatua de Pato Lucas con gafas de sol y chaqueta blanca. Estaba sola. Increíblemente nadie se veía a simple vista, tampoco se veían a los autos transcurriendo por la carretera, cosa realmente extraña considerando la ubicación del lugar. Llevaba puesto mi uniforme escolar, que consistía únicamente en una falda, medias altas y camisa blanca a botones; nada feo, para ser honesta.

Me encontraba sentada en uno de los columpios, dejando que el aire fresco me revolviera el cabello suelto. No tenía conmigo ni un reloj, ni un teléfono, pero algo en mi interior me hizo saber que había llegado la hora de volver a casa. La idea de preocupar a mi madre pasó como un pensamiento fugaz que vino tan rápido como se fue.

Recuerdo que me llevé una mano al pecho, sintiendo de pronto un mal palpito, antes de colocarme de pie y agarrar la mochila que descansaba en el columpio desocupado a mi lado.

Antes de cruzar la calle, miré a ambos lados como era mi costumbre, a pesar de ser consciente de que ningún vehículo se había visto por esos lados.

Empecé a cruzar la carretera para llegar a la otra vereda y, de pronto, el sonido del claxon reventó en mis oídos. Asustada, miré hacia donde el auto rojo se acercaba a toda velocidad. Parecía no tener intenciones de detenerse, incluso pareció acelerarse.

Lo más lógico era moverme de ahí; sin embargo, estaba petrificada. Cerré los ojos, esperando el impacto del auto, un impacto que nunca llegó. Creí que el auto se había detenido, pero cuando abrí los ojos para mirar mi entorno, noté que ya no estaba en la carretera sino sentada sobre el verde césped de los jardines delanteros de una casa que estaba de paso. Parpadee desorienta, y retuve el aliento cuando una hermosa mujer apareció en mi campo de visión.

— ¿Te encuentras bien, Giselle? — Preguntó. Su cabello era rojo y sus ojos brillaban de manera hermosa. La mujer era, simplemente, fascinante.

— Sí. — Apenas y fui capaz de responder, conmocionada por lo que acababa de pasar.

Ella me sonrió y, en un parpadeo, desapareció.

El sueño se había sentido tan real que, durante un tiempo, creí que ella era mi protectora, porque algo me hizo saber que, así como me había salvado esa vez, en ese sueño, iba a estar ahí, para salvarme, siempre que la necesitara.

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Perversa Oscuridad © Libro 2 |ACTUALIZADO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora