10. Eternamente

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Desde la partida de Beau, la bestia había caído lentamente en un lamentable estado; aunque no había regresado a sus viejas costumbres, se pasaba todo el tiempo encerrado en su habitación; poco comía, poco hacía. Los habitantes del castillo intentaban todo para distraerlo, hacerlo sonreír; pero era inútil, se había hundido en una profunda melancolía. La rosa, como si estuviese conectada a su ánimo, se fue marchitando más rápido, los pétalos caían con suma prontitud, cuestión que acabó alarmando a los demás maldecidos.

Coswgorth, quien traía el desayuno, entró en la habitación de la bestia. De inmediato éste le cuestionó sobre el paso del tiempo. ―¿Cuánto ha pasado desde la partida de Beau?

―Es difícil saberlo con certeza, amo. El tiempo aquí varia caprichosamente, y en estos últimos días, con tanto ajetreo no he prestado la atención necesaria a estos cambios. Quizás el equivalente a una semana o tal vez dos.

―Ya hubiera regresado, si es que pensaba hacerlo, ¿verdad?

―Amo, si me lo permite, considero que las cosas irán mejor así. Eso que sucedía entre usted y monsieur Beau no era correcto, y debo advertirlo, porque lo terminará conduciendo por un camino peor al que lo llevó esta maldición.

La bestia, quien permanecía de pie e inmóvil frente a la rosa encantada, levantó la mirada.

―¿Eso crees?

―Sí, lo creo.

―Dime Coswgorth, para ti ¿qué es el amor? ―dijo con la mirada perdida en el horizonte.

―Bueno, pues el amor es un sentimiento que es propenso a surgir en una mirada, un gesto, una palabra o una caricia; desde luego, bajo ciertas características especificas; por ejemplo, ese amor de romance y fábula sólo sucede entre un hombre y una mujer, claro, siempre y cuando éstos sean libres, dignos y respetables; otro tipo de amor se manifiesta entre los padres y los hermanos, con los amigos y vecinos; pero jamás debe dársele cavidad a la perversión, nunca hay que pensar en cosas anómalas; un ave no puede enamorarse de un pez, o un león de una oveja, va contra natura...

―¿Y si un hombre y otro hombre se...?

―¡Ni lo mencione, amo! ―exclamó interrumpiéndolo―. Porque eso es absolutamente reprobable. A eso sólo puede llamársele depravación, corrupción, vicio, ¡enfermedad!

―Entiendo ―expresó la bestia con cierta vergüenza. Estuvo en silencio algunos momentos, después continuó―. Tal vez tengas razón, quizás todo sea mejor así.

―Desde luego la tengo. Y aunque la situación actual sea complicada, saldremos de esto de algún otro modo, uno más noble, sin caer en esas crápulas; únicamente le pido, no pierda la fe.

―¿Fe? La fe... ―musitó, apretando su garra contra el capelo de cristal que cubría la mística flor―. En ocasiones el aliciente se vuelve la mejor forma de tortura. Déjame solo.

El reloj mayordomo intentó hacerle más plática, pero nada consiguió; entonces obedeció y se marchó. A la hora de la comida, Lumière fue el encargado de llevársela; entró y halló a la bestia sentada sobre el diván junto a la ventana; su posición había cambiado, mas no su semblante. La anterior charola seguía intacta y en donde Cogsworth la había dejado. Sentía mucha aflicción verlo en ese deplorable estado, porque pese a que el amo no lo considerara un amigo, para aquél lo era. Y mientras hacía el cambio de charolas, la bestia le habló.

―Llévate ambas, no tengo apetito.

―Amo, perdóneme por contradecirlo, pero debe alimentarse. No podrá sobrevivir si persiste con ese ayuno. Sé que en este preciso instante, esta vida no parece la más motivadora, pero es lo que tenemos. Tiene que pelear, amo; no puede rendirse ahora. Recuerde los consejos de monsieur Beau.

Fábula Ancestral: Otra versión de "La Bella y la Bestia" (versión gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora