Capitulo 28

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~Un año después...

Era de noche, llevaba una mini-falda, un top ajustado y unas botas altas que quedaban un poco por debajo de mis rodillas, todo el conjunto negro. Estaba en un bar de unos barrios bajos de Londres.

Si, Londres. Llevaba aquí un mes, justo antes estuve viviendo en Francia. Todo por trabajo. La verdad, me había gustado más Francia, ya que estaba en los barrios normales y aquí estaba en los peores barrios de Londres.

Estaba en la barra tomandome una cerveza. Estaba observando a los individuos que bailaban en la pista. Se podía ver toda clases de personas. La mayoría eran borrachos, chicas (que en mi opinión llevaban muy poca ropa)... Habían hasta los dos o tres pringados que no se ganaban ni una rosca. Me gustaba mirar a mi alrededor y descubrir como era la gente en realidad, era mi pasatiempo.

Me cansé de mirar a la pista cuando por tercera vez en la noche me ofrecieron droga. Si, droga. Unas personas con un aspecto poco agradable se me acercaron con pequeñas bolsitas llenas de sustancias que dios sabías qué. Parecía que aquí estaba bien visto ir por la calle y ofrecer droga, es normal ¿sabes?

Me levanté del taburete sucio y con la pintura roida y fui a la pista. Contoneé mis caderas lo máximo que pude. Se me acercó un hombre por detrás y me agarró la cintura empujandome hacia él.

Acercó su boca a mi oido- mmm... hueles genial, nena.

Este era mío. Me di la vuelta y lo miré a la cara. Pelo oscuro, ojos verdes, nariz grande, labios que parecían suaves... no estaba nada mal, cuerpo grande y marcado. Perfecto, este seguro.

Me acerqué muchas más a él, hasta estar completamente pegados. Empecé a contonear mis caderas mucho más contra él. Me agarró del trasero con fuerza y me besó con fiereza. Que asco de hombre... Me estaba arrepintiendo pero ya era tarde.

Me cogió del brazo y salimos de la pista chocandonos con la gente. Llegamos a los servicios. Entramos y cerró la puerta. Me cogió de la cintura y me sentó en la encimera (que era una de la más sucia que había visto en mi vida). Me abrió las piernas, poniendose entre ellas y me siguió besando. Sus manos viajaban por todo mi cuerpo. No podía más, me superaba esta situación. Era demasiado asqueroso.

Se iba a desabrochar el pantalón, cuando me levanté la falda. El parecía que disfrutaba de la visión hasta que vio que tenía escondido. Entonces saqué de mi liguero una estaca de madera y sin esperar más se la clave en el pecho. Su cara parecía un poema.

-Espero que hayas disfrutado esta noche, cariño. Porque ha sido la última de tu existencia.- dije esto y le apreté más la estaca contra su pecho. Sus ojos me miraban con odio e ira.

Se desplomó contra el suelo. Me bajé de aquella asquero encimera y me areglé la ropa. Cogí mi bolso y saqué una pequeña daga que siempre llevaba. Os odio a muerte, malditos chupasangres. Me acerqué a él y le hice una cruz en la frente.

-Que disfrutes de tu estancia en el infierno, para siempre.- le sonreí con asco.

Lavé la daga en el lava-manos y la volví a meter en el bolso. Lo volví a mirar otra vez antes de salir del servicio. Otro menos, pensé.

Salí del baño triunfante. No tardó mucho una joven en entrar al servicio y gritar, poniendo en guardia a todas las personas del bar. Mierda, mi caza no podrá continuar aquí.

Salí del bar y caminé por las oscuras y peligrosas calles de Londes. No había nadie. Llegué a un pequeño motel y entré a mi habitación. Era pequeña y algo anticuada, pero no me iba a quedar aquí por mucho tiempo, así que me daba igual.

Cuando la noche llegueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora