Capítulo 14: Regenerándose

Comenzar desde el principio
                                    

Las cosas parecían tomar un rumbo estable, pero no por mucho tiempo. Todo empezó a desequilibrarse cuando el puente comenzó a mecerse. A diferencia de las tierras arenosas en las que estuvieron primeramente los protagonistas, en éstas el aire hacía acto de presencia con golpes, por si no fuera suficiente, era como si la presión atmosférica hundiera todo y doblara su peso. No cabía dudas, esto parecía ser obra de algo más que nada sobrenatural que algo simplemente provocado por el hombre, lo cual hacía que las sospechas de Yamil se expandieran, y a pesar de que él ya tenía sus ideas bien planteadas, cada situación por la que pasaban, sentía que se reafirmaban, dejándole ver así que el juego de los héroes era nada más y nada menos, que una farsa inventada por aquella mujer pálida.

Mientras avanzaban, los maderos que estaban debajo de ellos sonaban de una forma poco alentadora, y sin darse cuenta, estos empezaban a quebrarse.

—Algo no anda bien —anunció Talía, quien se aferró a la frágil cuerda que sostenía el puente aun con el inestable balanceo.

—¡Entonces hay que apurarnos! —y de forma imprudente empezó a correr sobre el deteriorado puente, por lo que el mismo ya no resistió tantos malos tratos por parte de los visitantes, y las cuerdas que los sostenía se desintegraron, para finalmente, con gran velocidad, empezar a descender al vacío con los integrantes del segundo grupo.

Yamil había tenido mala suerte, pero gracias a que Talía se sostuvo con firmeza de la cuerda del puente y, aprovechando que la plataforma empezó a caer del lado de su amigo, ella con gran determinación extendió su mano, y así atrapó a su compinche. Sin embargo, la bajada no iba a detenerse, por lo que la joven tomó las riendas del asunto casi literalmente. Hizo que él se tomara también de la soga y soportaron el azote contra la roca seca. En cuanto todo terminó, ambos suspiraron para disminuir un poco la tensión.

—Eso estuvo cerca. Si no me hubieras salvado, no sé qué hubiera sido de mí —claramente el pelirrojo estaba más que agradecido.

—No te preocupes, pero creo que es mejor ahora que vayamos subiendo por aquí; tenemos que llegar a plantar la semilla. Por suerte, caímos del lado del puente al que íbamos a cruzar, así que sólo nos queda escalar —no había tiempo para quedarse en shock debido al susto, y eso Talía lo sabía.

—Nos va a tomar mucho tiempo —resopló con angustia.

—Bueno, al menos que tengas una mejor idea —refunfuñó un poco la chica.

—¿Qué tal un gancho de esos automáticos? Creo que puedo crear uno con mi reloj y hacer que nos suba.

—¡Buena idea! ¡Entonces hazlo! —y así es como el muchacho, que aparentaba ser rencoroso, le dio vida a su idea con su herramienta.

—Creo que ya está. Voy a probarlo —tal como se lo imaginó, apuntó hacia el borde del acantilado que estaba sobre ellos, y así, una cuerda con unas garras salió despedido de su objeto, y finalmente se adhirió a la roca—. ¡Listo! Creo que podemos subir ahora —con mucho cuidado, tomó a la chica de lentes, y empezaron a ser jalados automáticamente hacia arriba. No tardaron mucho para llegar a su destino, y treparon finalmente lo que quedaba del borde.

—Por fin estamos hasta arriba —se veía un poco pálido el joven.

—Sí, pero aún tenemos que hacer lo de la semilla. ¿Ese será un buen lugar? —señaló un poco más lejos de ellos, pues no pensó que fuera buena idea plantar algo tan grande al borde de ese acantilado por el cual acababan de subir.

—Sí, sí. Como sea. Hazlo rápido; ya quiero irme de aquí —se sentó el de ojos dorados en el suelo, y miró el cielo que ya no era azul, si no violáceo.

—Está bien —rodó los ojos con desgane la chica, y ella misma buscó un lugar donde pudiera hacer un hueco para enterrar la semilla. No obstante, se encontró con otra dificultad; al parecer, la tierra infértil, era tan dura, que parecía roca, y no podría excavarse. ¿Ahora cómo se las ingeniarían?—. ¡Yamil! ¡No puedo hacer un agujero! ¿Cómo vamos a plantar la semilla de esta forma? —le preguntó desde cierta distancia.

—Diablos... no podemos descansar ni un instante en este maldito planeta —se levantó con algo de prisa, y fue a donde ella estaba. Sin tener opciones a la vista, tuvo que revisar el suelo. Definitivamente no lo podrían traspasar de una forma normal, pero ellos eran ingeniosos, y entre ambos armaron un plan.

—Yo crearé algo para triturar el suelo lo mejor posible.

—Bien, entonces yo haré algo de agua para ayudarte a ablandarlo, ya que seguramente eso que harás no bastará.

—De acuerdo. Entonces manos a la obra Talía —él se remangó las mangas de su camisa evidentemente emocionado.

—¡Sí! —exclamó.

—¡Sí! —exclamó

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sueños Bajo el Agua ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora