Capítulo XIX: You Don't Fool Me

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Mientras Ethan tecleaba en su ordenador revisando papeles a la vez, sus compañeros dejaban caer más documentos sobre su escritorio y le encomendaban tareas también. El joven, como siempre, sobrellevaba su responsabilidad con diligencia y apatía. No se llevaba especialmente bien con ningún trabajador del lugar, excepto su camarada Zebra con la que compartía despacho. Por su carácter extremadamente amable no era de extrañar que también supiera tratar con él.

Mientras prestaba atención y empeño a cada pequeño detalle de su oficio, meditaba sobre su propia situación. Estaba realmente preocupado por si cuando volviera a casa, el edificio hubiera volado por los aires, o peor, la señora Campbell le estuviera esperando en la entrada de su hogar con un hacha. ¿Cómo podrían acabar las cosas dejando a cuatro adultos del pasado solos durante tres horas? Tal vez se estaba preocupando demasiado.

Su teléfono comenzó a vibrar en su bolsillo. Aquello parecía un mal presagio después de teorizar durante demasiado rato. Temió que pudiera ser la policía.

—... ¿Diga?

Ethan, voy para casa ahora —la conocida voz de su hermana le tranquilizaba al otro lado del aparato, y con buenas noticias. Martha ladraba de fondo—. Tengo algo que contarte.

—¿Qué ocurre? —el muchacho colocó el teléfono sobre su hombro para seguir con sus quehaceres mientras la oía.

He encontrado un lugar donde pueden ensayar los chicos.

—¿En serio? ¿Dónde?

El garaje de la peluquería. Se lo he comentado al jefe y se ha emocionado con la idea. Dice que el sonido de fondo le dará un aire retro al local —explicó la chica.

—¡Genial! Si a él le parece bien ya deberíamos ir preparándolo todo.

Sí, se lo contaré ahora a ellos. Ya estoy llegando. Te dejo trabajar —se escuchó un sonido de llaves cerca del auricular.

—Bien, estaré allí en —echó un vistazo al reloj en la pantalla de la computadora, que marcaba las 11:00 am—... dos horas y media.

Okay. Adiós —se despidió cantarina.

Colgó el teléfono y lo soltó sobre un montón de informes que ya no necesitaba revisar. Que Maggie se involucrara y tratara de ayudar también le daba ánimos. No estaba solo con esta misión imposible.

(...)

Maggie subió acompañada de la perra por las escaleras del edificio hasta llegar a la cuarta planta.

—¡Chicos, ya he...! —mientras se adentraba en la casa, un murmullo demasiado intenso la escamó. Pasó en silencio al interior, delatada por Martha, que entraba saltando y ladrando en busca de alguien a quien saludar.

—¡Claro! Entonces le dije a Ethan que tenía que cortarse el pelo porque su cabeza no estaba hecha para eso. Parecía una escoba, tronco. Pero no me hizo ni caso y ahí lo tienes, con esa pelambrera —una voz familiar desagradó por completo a la chica.

—¡Hola, querida! —la saludó Freddie cuando la vio en el umbral de la puerta. El resto también la vieron entonces.

—Arthur... —musitó ella clavando sus ojos en el visitante, sentado en el sofá como si del suyo se tratase. El nombrado dio un respingo en el asiento.

—¡MA-MA-MA-MA-MA...!

—¡Maggie! —completó Roger como si fuera un juego.

—¿Hay eco aquí? —se burló John poniendo una mano en la barbilla.

—¿Qué haces en mi casa? —la joven tiró amenazante el bolso y las llaves al suelo.

—Sólo pasaba por aquí, ya sabes. Es un barrio concurrido —Arthur se rascó la nuca riendo.

KEEP YOURSELF ALIVE #4: Crossing the HOT SPACE! ♕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora