28. Podemos hacer todo de nuevo

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"Tell me with your mind, body and spirit, I can make your tears fall down like the showers that are British. Whether we're together or apart,
we can both remove the masks and admit we regret it from the start."

No volví a ver a Viktor hasta el día siguiente, en el descanso, cuando yo estaba demasiado aturdido por los gritos de los estudiantes y había decidido salir y sentarme en el pasto a leer

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No volví a ver a Viktor hasta el día siguiente, en el descanso, cuando yo estaba demasiado aturdido por los gritos de los estudiantes y había decidido salir y sentarme en el pasto a leer. El hambre se había esfumado y trataba de enfocarme en mi lectura, siendo interrumpido por la suave brisa gélida que anunciaba los últimos soplos del invierno. Eran finales de febrero y yo todavía no comenzaba a prepararme para la primavera. Me sentía muy bien dentro de todas las sudaderas y suéteres que encontraba en mi armario. Eran suaves y algo flojas. Lo que necesitaba para hacerme sentir cómodo.

Pase mis dedos por las páginas del delgado libro que sostenía en mi regazo, logrando finalmente embelesarme en la lectura como siempre me pasaba al leer ese libro. Era la tercera vez que lo leía y simplemente no me aburría. Sentía que era perfecto. Desde las letras grabadas en cursiva que se mostraban en la portada hasta los sentimientos que el autor usó para describir a sus personajes. Una historia romántica que me hacía pensar por unos momentos que no existía nada más que los protagonistas y sus problemas.

Tal vez por eso amaba la lectura. Era un pasatiempo que me hacía olvidar todo lo que pasaba a mi alrededor y me hacía imaginar cosas hermosas. De hecho, alguna vez llegué a la conclusión de que la lectura era un tipo de droga, pero un poco menos mortal.

Inconscientemente sonreí al libro delante de mí. Ya tenía las páginas un poco gastadas y me prometí a mí mismo que comenzaría a cuidarlo más, sino comenzaría a romperse. Y no quería que "La mecánica del corazón" fuera solo páginas viejas atadas con una cinta al fondo de mi armario.

Tenía la extraña idea de que, cuando tuviera nietos -si los tenía, claro- les contaría esa historia de amor todas las noches, antes de dormir, para que crezcan sabiendo que, aunque el amor te dañe y se te sea prohibido, tú puedes tratar de conseguirlo.

Ya podía ver un par de ojos grandes y achocolatados que me veían con sorpresa mientras bebíamos chocolate caliente y les contaba el libro que me sabía de memoria. Una imagen tan dulce y hermosa que logró hacerme sentir confiado por un mísero segundo.

Sin embargo, mi ensoñación no duró mucho, ya que un sonido, que sonaba más a un jadeo que a un carraspeo, me hizo subir mi vista.

Sin poder evitarlo, mis ojos rodaron y mi respiración se paralizó, al igual que todo mi cuerpo. Lo único que pude sentir fue el imperceptible movimiento de mi corazón, que golpeaba mi pecho constantemente. Estaba demasiado agitado y mis feromonas ya salían como locas disparándose por todos lados.

Desvié mi mirada en cuanto sentí que sus orbes azules y brillantes me quemaban. Él estaba ahí. Viktor estaba sentado delante de mí, con la chaqueta de la escuela deslizándose graciosamente por sus hombros, con una playera negra debajo de esta y un gorro de lana gris cubriendo su ahora corto cabello. Cuando sonrió, sentí un impulso estúpido de ir a acariciar su mejilla y retirar el gorro de lana para ver cómo había rapado su propia cabeza. Lastimosamente, me quedé sentado en mí lugar, viendo fijamente mi libro y sin tocar sus -probablemente- suaves mejillas.

Yuuri, ¿Me pasas la tarea?; Viktuuri/Omegaverse. [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora