Corazón frío como la piedra

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—¿Por qué no hay nadie? Ya sé que entre semana, hay menos gente. Pero aun así… no es normal que aquí no haya nadie.

—Eso es porque he alquilado todo el lugar.

Me detengo de pronto, haciendo que él también se detuviera.

—¿Qué?

Él me mira fijamente a los ojos como si nada; como si lo que acabara de decir fuera la cosa más normal del mundo.

—¿Hablas en serio? —pregunto incrédula.

—Sí. No creo que hubiera sido conveniente haber venido los dos aquí, con todo esto repleto de gente; habríamos acabado rodeados de miles de personas.

—¿Tienes tanto dinero, como para poder alquilar, todo un parque de atracciones?

—Se podría decir que sí.

Suelto una risa nerviosa y paso mis manos por el pelo, apartando algunos mechones de mi cara.

—Increíble. Esto es increíble —murmuro más para mí que para él. Luego lo miro sonriente—. Estas como una cabra.

—Lo sé. —Y tomando mi mano, comienza a caminar—. Eso es lo bueno que tiene el ser una estrella del rock.

Prefiero no decir nada respecto a ese comentario.

Vamos caminando por todo el lugar. Los trabajadores nos sonríen cuando pasamos a su lado; bueno, más bien sonríen a Ian, él es quien ha alquilado este sitio. La música nos rodea, todas las atracciones están en marcha, dando al lugar un aspecto muy alegre, a pesar de no haber nadie. Rápidamente, la magia del lugar invade mi cuerpo. Me siento como una niña pequeña. Sin poderlo evitar, comienzo a caminar más rápido que Ian, obligándolo a seguirme a donde me dirigía.

Me encantaban los parques de atracciones. Siempre que venía a alguno, intentaba montarme en todas las atracciones posibles. Y terminaba corriendo de un lado a otro, toda emocionada. Era uno de los pocos sitios, en los que daba igual si estuviera llorando o enfadada, inevitablemente acaba sonriendo y divirtiéndome sin parar.

Arrastro a Ian por todo el recinto, pero a él no le importa. Subimos a todas las atracciones (por insistencia mía), no teníamos la necesidad de esperar interminables colas de gente, para poder subir a las atracciones. Otra de las ventajas, era que podíamos sentarnos en el lugar que quisiéramos. Cada vez que me montaba en una atracción, y la gente del parque comenzaba a asegurarse de que todo estuviera bien abrochado, no podía evitar sonreír por la sobre estimulación del momento. Tenía la adrenalina disparada; la sentía recorrer mis venas a gran velocidad. Y luego, cuando la atracción comenzaba a subir poco a poco, aumentado el suspense, para luego, descender a gran velocidad. En cuanto comentaba el descenso, gritaba con todas mis fuerzas. No tenía vergüenza de gritar delante de Ian; ya que él también gritaba. Para luego al detenerse, y poder respirar con tranquilidad, comenzábamos a reír con ganas; sintiendo la euforia del momento.

Después de un buen rato caminando, yendo de una atracción a otra, ambos nos encontrábamos sin energías, pero sonriendo. Paseábamos tranquilamente por las calles de tierra del parque. A los laterales, había varias zonas de césped con varios árboles. Era extraño pasear por allí, sin oír la risa de los niños, y sin el bullicio de la gente, caminando en todas direcciones para poder disfrutar de la mayor cantidad de atracciones posibles.

Caminamos lentamente, hasta una barandilla de piedra, que rodeaba toda la zona de una especie de lago, donde más abajo se encontraba un pequeño embarcadero, con un pequeño barco para visitas guiadas por el pequeño lago, y así poder hacer un tour por el parque de atracciones.

Apoyo los brazos en la barandilla, y entrelazo los dedos. Siento la suave brisa sobre mi piel, moviendo suavemente mi pelo. Ian se sitúa a mi lado y adopta la misma postura que yo, concentrado en mirar el paisaje. El viento mueve su cabello, colocando algunos mechones sobre sus ojos. Los aparta suavemente con un movimiento de cabeza.

Un toque de rockWhere stories live. Discover now