siete

749 40 0
                                    

Rubén.

Zoe.

Zoe.

Zoe.

Zoe.

Zoe.

Volví a ver a la chica que me miraba junto con Mangel, ambos esperaban que yo reaccionara. Aclaré mi garganta mientras trataba de procesar todo: Se llamaba Zoe, la tenía a poca distancia de mí y se veía jodidamente bien. Vaya, vaya.

—Guay. —fue lo único que dije, porque no había nada más por decir.

—Sí. —contestó su prima. —Ella me contó que te conoció. —Sonrió. ¿Tan descarada fue para decirle que entró a robar a mi casa? Pero si tenía cojones.

—¿Enserio te contó? —sonreí irónico. —Pues vaya que no tenía vergüenza… —susurré.

—¿Qué? —preguntó ella, por milagro no alcanzó a escuchar nada de lo que dije.

—Nada. —respondí sonriéndole.

Mangel se paró de donde estaba sentado y pidió más bebidas. Me entregó otra cerveza y le ofreció algo a la dulce chica que estaba con nosotros. En ese momento estaba teniendo una guerra en mi mente, discutía entre si ir con ella para poder hablar, o quedarme sentado aquí emborrachándome hasta no saber quién era yo. Quería ir a hablarle, pero a la vez no, sólo quería que ella me pidiese perdón por lo que hizo, no buscaba nada más. Cuando ella hiciera eso, yo me olvidaría de ella, eso estaba más que seguro. ¡SOY COMO UN GUERRERO DE LA PAZ, SÓLO BUSCO QUE ME PIDAN DISCULPAS! Aunque, ¿existiría algún guerrero de la paz? Hmm... me suena a un videojuego, pero...

Seguí tomando, Mangel decidió irse a un lugar más apartado de la música para poder hablar con la prima de Zoe. Dejé que se fuera. La batalla aún seguía en mi mente. Ninguna de las dos partes ganaba. Tomé el último trago de mi bebida y me decidí.

«Que la suerte esté de tu lado, Rubén» ¡Coño!

Zoe.

Brenda me había comentado que se había encontrado con Hugo, un viejo amigo de nosotras, y él nos invitó a una fiesta que daría en su casa. A pesar de que no tenía muchos ánimos de salir, puesto que toda la semana me la había pasado encerrada en la casa, y ya me había acostumbrado, pero la idea de verlo de nuevo, y además, en una fiesta, me sonaba tentador.

“Sí, tenemos que ir.” Dicho eso salimos del departamento de Brenda y nos dirigimos a su casa, estaba algo lejos, pero no era un problema para nosotras. Mientras caminábamos, Brenda comenzó a hablar de Rubius, me molestaba, yo estaba tratando de olvidar su maldito rostro, su voz, sus ojos, y esa forma que tiene de sonreír… Digo, a mí nunca me sonrió, pero en sus videos lo hace. ¿Qué? Digo, no es que me la haya pasado buena parte del día viendo algunos de sus videos… O sí.

Pues puta la vida mía, porque sí los he visto, ¡y qué!

Llegamos a la casa, era enorme, no recordaba que Hugo fuese tan adinerado, o quizás sí, sólo que tenía muchísimo sin verle. Entramos a la casa y lo vimos, las dos nos abrimos paso entre la demás gente y corrimos a abrazarle. Siempre fue un buen amigo de las dos, lo conocimos cuando recién nos mudamos a Madrid. Él correspondió el abrazo.

—Pensé que no ibais a venir, chicas. —dijo él con una gran sonrisa.

—¿Y perdernos una fiesta? ¡Eso nunca, macho! —dije emitiendo una corta risa.

—Habéis cambiado mucho, eh. —dijo examinándonos de arriba hasta abajo. —No recuerdo tantos tatuajes, Zoe. Ni esa sonrisa tan linda, Brenda.

—Calla. —dijo mi prima sonrojada. Oh, ella y su pobre alma inocente, creo que vomité un poco mentalmente.

—No, Hugo, lo siento, no podrás ligarte a Brenda. —dije imponiendo respeto.

Seguimos hablando durante un buen rato sobre las cosas que habíamos vivido mientras no sabíamos del otro. El tiempo se pasó rápido y después de tantas risas, nos avisó que tenía que atender más gente, nosotras asentimos y lo dejamos ir.

Caminamos hacia la barra y pedimos unas bebidas, comenzamos a beber y a seguir platicando de temas sin relevancia.

—Zoe, —me habló Brenda —voy al baño.

—Bueno. Yo supongo que bailaré. —reí. —No te pierdas.

—Que no. —dijo sonriendo y se fue.

Pedí por último un tequila y bebí, entonces fui a la pista a bailar. Los minutos pasaron y Brenda no regresaba, comenzaba a preocuparme por ella, pero entonces volteé hacia la barra, donde estábamos sentadas y la vi de espaldas, estaba platicando con dos tipos. Uno de ellos me pareció muy conocido, pero estaba algo borracha y no recordaba muy bien, así que sólo seguí bailando. Sonaba una canción de The Doors, amaba a esos tipos, lo psicodélico siempre me ha gustado, así que sólo sentía la música por todo mi cuerpo.

“Vamos, vamos, vamos tócame, ¿Qué no ves que no tengo miedo? ¿Cuál fue esa promesa que me hiciste? ¿Por qué no me dices lo que ella dice? Te amaré hasta que el cielo detenga la lluvia. Te amaré hasta que las estrellas caigan del cielo, para ti y para mí.”

Sentí unas manos sobre mis hombros, supuse que era Brenda así que volteé a abrazarla. Ok, esa persona detrás de mí no era ella… Era un hombre. Subí mi rostro esperando encontrarme con Hugo.

—Tú…

Muy bien, dios, para con tus bromas de mal gusto. ¿Qué te hice yo, ah? ¿Es por no ir a la iglesia? ¡Venga ya, que si quieres te rezo un rosario o algo! ¡Pero por favor, basta de jugar así con mi vida! Pensé que eras guay.

Estaba abrazando a Rubius. Me separé rápido de él, en su rostro se dibujaba una sonrisa arrogante. Maldito. Entonces me di la vuelta dispuesta a correr, pero tomó mi brazo con fuerza.

—Me… l-lastimas. —dije con dificultad. Él volvió a sonreír. Que ganas de romper tus dientes para que nunca más en tu vida vuelvas a sonreír.

—Necesito hablar contigo. —dijo.

—Suéltame, imbécil. —dije jalando mi brazo, pero él, obviamente, era más fuerte que yo.

—Déjate de dramas y ven conmigo.

—¡No! —dije mirándole directamente a los ojos. Sus ojos tenían algo especial: esta vez estaban bastante quietos, no demostraban su estado de ánimo, cuando los vi por primera vez, supe que eran fáciles de leer, pero creo que me equivoqué.

—Sí. —dijo bastante convencido.

—Estás borracho.

—Ya, ¿y? —¿Y? ¡¿Cómo que y?! ¡Pues que estás comportándote como un animal! Maldita tu vida.

Apenas abrí mi boca para contestar algo, pero él me tomó entre sus brazos y me puso sobre su hombro, y me llevaba a algún lugar. “Suéltame. Que me sueltes, te digo. ” No servía de nada gritar, la música estaba muy fuerte, ni siquiera me escuchaba. “Te odio.” Pero él sólo se reía.

¡Se jodidamente reía!

Zoe |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora