Capítulo 1
Recientes expediciones arqueológicas descubrieron una cueva,
a orillas de la zona alta del río Semliki, que contenía trece cráneos.
Todos habían sido aplastados.
Muy cerca de ellos había una gran pila de cenizas fosilizadas.
Los análisis en los laboratorios determinaron que las cenizas
eran los restos de trece Homo Sapiens.
En la pared de la cueva hay pintada una figura humana, con las manos alzadas en postura amenazadora y una mirada diabólica.
Dentro de su enorme boca está el cuerpo de otro humano.
KATANDA (ÁFRICA CENTRAL), 60.000 A.C.
1
Era domingo, su único día de descanso laboral de la semana. A pesar de la tardía hora continuaba dormido en el sofá, emitiendo escandalosos ronquidos a la vez que un fino hilo de saliva le caía desde la comisura de sus labios hasta el cuello.
La noche anterior había salido con unos amigos a un garito del centro para disfrutar de unas birras, pero la salida nocturna fue más corta de lo que imaginaba en un principio. Cuando se disponían a cambiar de local después de un par de cervezas, Javier, uno de sus mejores amigos y al que esa noche le tocaba conducir, recibió una llamada de su hermana informándole que su madre no se encontraba muy bien y que la trasladaban al hospital. Todos guardaron silencio cuando marchó, pues hacía semanas que los telediarios advertían del brote de un extraño virus procedente de algún país oriental. Agradeció las palabras de ánimo de sus amigos y tras dejarlos a cada uno en su casa a eso de las dos de la madrugada, se fue.
Tras quedarse solo, preocupado por la madre de Javier y enclaustrado entre las cuatro paredes amarillo pálido de su apartamento, continuó con la fiesta hasta que acabó totalmente vencido sobre el sofá de paño, que heredó de su hermano un día.
Al despertar al día siguiente fue hasta la cocina para prepararse un buen sándwich con las sobras de pollo escabechado de la semana. No había dado el primer bocado cuando escuchó un golpe en la puerta de entrada, seguido de su nombre.
- ¿Noah? -Se escuchó tras ella en un susurro.
El apartamento tan solo tenía cuarenta y seis metros cuadrados y cualquier pequeño ruido resonaba como si fuera a caerse en pedazos, por no decir cuando a los vecinos de arriba les daba por tener una noche loca de sexo desenfrenado y no quedaba otra que esperar a que acabasen para poder dormir.
Se desplazó hasta la puerta y la abrió, molesto por la interrupción y con el estomago crepitando por el ardid perpetrado. Ante él estaba Josué, un precioso niño somalí de ojos azules, hijo adoptivo de los vecinos de enfrente.
-Hola, Josué. ¿Qué...
Noah no llegó a terminar la frase. El niño presentaba hematomas en la cara y en los brazos. No se movía, salvo por el llanto incesante y silencioso que corría por sus mejillas.
- ¡OH, Dios bendito! ¿Estás bien? -dijo hincando una rodilla en el suelo y sujetándole los hombros.
El chico detuvo su llanto y levantó la mirada. Una mirada cargada de un odio profundo que le cogió por sorpresa.
-Déjame en paz -Susurró Josué con voz extraña.
Pero Noah no se dio por vencido.
- Pero, ¿qué te pasa? ¿Te han atacado? Ven, avisaremos a tus padres -dijo al niño cogiéndole de una mano y saliendo al rellano.

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La soledad del caminante (Avance)
HorrorAlgo sacude la tranquilidad de las calles. La mayoría son animales encerrados en cuerpos de humanos, pero solo unos pocos son capaces de pensar, razonar, engañarte y perseguirte hasta que desees la muerte. Un nuevo virus híbrido ha cambiado la espec...