―Tienes una cara de mono que no sé ni cómo te han dejado entrar, sí ―le dije.

―Hemos amenazado al gorila de la puerta.

―¿Tú y quién más? ¿No será que tu mamá ha pedido por favor que te dejen pasar?

Liam intentó que no se le escapara la risa.

―No, le hemos dicho que si no nos dejaba entrar íbamos a chivarnos a la tía más desagradable de Manchester, que eres tú, por cierto, y no lo ha dudado porque tu fama de insoportable es conocida en todas las tierras que baña el río Mersey...

―¡Vaya! Me sorprenden dos cosas de tu relato. La primera es que con esa cara de capullo sepas cuál es el río Mersey y, la segunda, que sepas que pasa por más lugares que por Didsbury.

―Me alegra que no te sorprenda que eres insoportable.

―Todo un honor de reconocimiento viniendo del insoportable mayor de todo el reino.

Y, con una sonrisa que éramos incapaces de esconder, nos quedamos mirándonos unos segundos y al final nos fundimos en un abrazo. Tenía que reconocer que adoraba a ese imbécil. Podría pasarme horas muertas enteras buscando insultos que él siempre me devolvía y así sin parar. Hacía años que había dejado de odiarlo de verdad para quererlo como a un hermano pequeño incordio.

Me dio la mano y me llevó a la barra para invitarme a un trago y demostrarme que era un chico mayor o algo así. Entonces le pregunté por qué estaba en La Hacienda si aún era un niñato. Se rio antes de beber de su pinta y me habló con su seguridad exacerbada, como si yo fuera una loca por no saber nada de nada.

―¡Cumpliré dieciocho en breve! ―respondió, como si no me hubiera dado cuenta del paso del tiempo―. Estamos celebrando que nos hemos graduado y que no volveremos al instituto más.

Sonreí. Claro que para Liam aquello debía de ser importante, como lo había sido para mí siete años atrás, pero en ese momento yo me creía muy madura y ese tipo de fiestas muy infantil. Le reprobé con un simple gesto al levantar la ceja. Bebí de mi vaso mirando que al grupo de los chicos se sumaban unas chavalas de su edad que debían de querer participar de la misma fiesta.

―Es estupendo eso ―le confirmé―. Pero, ahora viene lo jodido. ¿Qué vas a hacer?

―Pues... ―miró hacia el techo fingiendo pensar mucho en ello, como cuando el profesor te preguntaba la lección y tú no tenías ni idea―. De momento viviré libre el verano. Fiestas, conciertos, cerveza, drogas, chicas por ahí... Después, supongo que tendré que buscar un curro, si mi madre no me lo ha encontrado ya... ―agregó con una risita.

―¿Qué harías sin Peggy? ―pregunté de forma retórica justo antes de que los dos bebiéramos de nuestros vasos. Él arqueó las cejas mientras tragaba y, pasándose la lengua por los dientes en un gesto muy desinteresado, se encogió de hombros―. Veo que te has convertido en un chico molón, ¿eh? Seguro que tendrás miles de novias por todas las tierras que baña el río Mersey...

Su risa era un regalo.

―Claro, Aura, sólo se vive una vez.

Me hizo sonreír de manera automática. Hasta la barra, aunque alejadas de nosotros dos, llegaron dos de las chicas de su edad hablando entre sonrisas. Una de ellas, una de pelo ondulado y cara de niña, me sonaba mucho de algún que otro encuentro con él.

―¿Y no es ella una de tus novias? ―pregunté haciendo un pequeño movimiento con la cabeza para señalarla.

Liam con sus cejas arqueadas y una sonrisa, se giró hacia ellas. La miró unos segundos, tornándose su gesto un ápice más sombrío. Me miró y prefirió hacerse el interesante bebiendo un trago ligeramente más largo que los que hasta ahora daba. Entonces, mientras tragaba, arrugó la nariz y negó con la cabeza. Aquel gesto me contestó algo más de lo que él parecía querer decirme con palabras y, por un momento, quise insistir, pero en seguida me arrepentí de haberle preguntado.

¿Qué sabes de Noel Gallagher ahora?Where stories live. Discover now