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Chase.

— ¿Quién es este bebé tan feo? — Mi hermano pregunta apenas llegamos a la sala, dónde hay un montón de fotografía pegadas a una pared blanca.

Observo la imagen que él señala y formó una pequeña sonrisa con mis labios. En la fotografía se puede apreciar a un bebé de tal vez un año, o quizá menos, en pañales, con los pocos cabellos que tenía en ese entonces de punta y llenos con lo que parece ser una extraña mezcla viscosa. Y no solo su cabello está sucio, sino toda ella; y tiene una mano metida en la boca, está babeando, y sus ojos marrones están abiertos de par en par, supongo que a consecuencia del susto que posiblemente le generó el flash cuando le dio de lleno en la cara. Es realmente adorable. Por su mirada, sé de quién se trata.

— Soy yo — Giselle confirma mis sospechas, y la miro sin perder la sonrisa. Está a mi lado, sosteniendo mi mano entre las suyas, mientras juguetea con mis dedos.

— Ah — mi hermano masculla, haciéndome volver la vista a él. Sigue viendo la fotografía, pero entonces mira a Giselle y, con esa sonrisa suya que pone cada vez que va a hacer una de sus "maravillosas" bromas (nótese el sarcasmo), dice —: Qué fea.

Entonces mi novia dejar salir todo el aire por la nariz de manera brusca, le lanza una mirada de poco amigos, me suelta la mano, y le sigue los paso a su madre hasta perderse en alguna habitación.

Aprieto los labios y dejo la maleta a un lado, dónde segundos después Stefan deja la suya y la de Wendy junto a la mía. Justo cuando se aleja con la intención de acercarse a Wendy, que ha tomado asiento en uno de los muebles de la sala, lo agarro por la nuca y lo acerco un poco a mí, hasta que la distancia es lo suficientemente mínima como para poder hablarle en el oído.

— Comportate, Stefan — mascullo entre dientes, apretando un poco más mi agarre en él.

Mi hermano me mira, y de nuevo tiene esa sonrisa en sus labios que me hace ladear una mueca.

— Calma, Chase. Soy un ángel, ¿ves? — y se lleva una mano a la cabeza antes de, como un dedo, hacer un círculo, como fingiendo una aureola.

Ante su clara burla, dejo salir el aliento con brusquedad y observo como más atrás Laine, la amiga de Giselle, nos observa. Más específico: a Stefan.

— No deberías ser tan cruel con tu cuñada — opina ella, cruzándose de brazos.

— ¿Mi cuñada? — Stefan cuestiona, como si esa palabra fuera extraña y nueva en su vocabulario. Levanta una ceja e imita su acción de cruzarse de brazos.

La chica asiente.

— Sí. Cuñada. Es la novia de tu hermano, ¿no? — Hace una pausa para que Stefan le responda, pero él no lo hace, así que ella prosigue —: Es tu cuñada — y lo dice con tanto ímpetu, que por un momento creo que se lo quiere recalcar, como si eso fuese estrictamente necesario.

— Para mi desgracia — le responde él de vuelta, con el mismo tono. Y se zafa de mi agarre con tanta brusquedad que hasta a mí me toma por sopresa. No obstante, me recompongo de inmediato. Estos arranques son muy comunes en él, sobretodo en los últimos meses, así que no me preocupo mucho por entenderlo o descubrir qué le ocurre.

Entonces lo veo caminar hacia donde Wendy se encuentra, viéndonos en silencio.

Laine dibuja una enorme sonrisa en sus labios, como esas que pones cada vez que has hecho una travesura cruel que te resulta divertida, y luego camina en la misma dirección en dónde Giselle y su madre se fueron segundos antes. No puedo evitar sentir que algo se me ha pasado por alto, como si me faltará una pieza del rompecabeza, sin embargo, tampoco le echo mucha cabeza a ello.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora