IX

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Ese tonto me había arrastrado tan fuerte que de seguro me dejaría un moretón en el brazo.

—Con que el jefe me hablaba —dije irónico masajeando mi brazo izquierdo mientras él me miraba desde la puerta.

—Deberías agradecérmelo, imbécil —respondió agresivamente—. Ese tipo con el que estabas era terrible.

—¿Y eso qué?, ¿desde cuándo te importa con quienes se enredan las putas del Inferno?

Él intentó responder pero se quedó sin palabras, de inmediato sonreí.

—¿O será acaso que tienes celos?

—¿Celos? Eso quisieras, idiota.

—Ah, claro, ¿entonces por qué me trajiste hasta aquí? Por dios, el baño de hombres es asqueroso.

Caminé hacia la puerta y él dio un paso al frente interponiéndose.

—De aquí no sales.

—Ah, ¿sí? ¿Quién lo dice?

—Yo.

Lo empujé fuertemente e intenté tocar la perilla pero él me tomó del brazo atrayéndome a su cuerpo, estaba enojado, así que puse resistencia y volví a empujarlo, él me tomó de las muñecas y me puso de espaldas contra la pared, gemí ante su brusquedad.

¿Qué le pasaba?

Sin soltarme pasó su mano hasta mi nuca y me atrajo a sus labios, yo no me dejé y moví la cara, me tomó de la mandíbula con una mano y con la otra de la cintura para acercarme a su cuerpo. Me besó tan posesivamente como Dante, y eso, sin duda me desagradaba demasiado, gruñí entre sus labios y lo tomé de sus largas rastas castañas halando su cabeza para que me dejara, él tomó mi brazo y yo le di un golpe en la entrepierna que lo hizo soltarme de inmediato.

—¡Hijo de puta! —exclamó a lo que yo me aparté.

Estaba por alcanzar la perilla pero me volvió a tomar de la cintura alzándome y llevándome lejos de esta, él sí que era fuerte, grité pero todo pareciera sordo por el ruido estridente de afuera, me puso sobre las losetas del lavamanos y yo le di una fuerte cachetada que lo hizo tambalear, me bajé sumamente enfurecido. ¿Qué pensaba este salvaje?

Nadie trata a Amber de esa manera, mucho menos él.

—Imbécil, si tantas ganas tienes de coger, vete con otra que conmigo no lo conseguirás.

— ¿Ah no? Pues aquel día parecía que sí querías, y mucho. —respondió audaz mientras tocaba su mejilla.

—Ya lo dijiste, tarado. La otra vez, ahora estoy trabajando, y créeme, no estoy aquí para regalarme a un maldito subordinado.

—Con que quieres dinero, ¿no es así? —Dijo acercándose a lo que yo retrocedí manteniendo la distancia—. Perfecto. ¿Cuánto quieres?

—Idiota.

Bufé y caminé rápidamente hacia la puerta, no avancé mucho cuando él me tomó del cabello para detenerme, ese maldito salvaje quería estropearme o qué.

—Ya te dije que tú no te vas...

Me tomó de la cintura y yo lo machaqué con un pisotón de mis botas de punta, soltó una maldición y me giré para darle un puñetazo pero sujetó mi mano antes de que llegara a su cara.

—¡Maldito! —gritó al sujetarme.

—¡Suéltame imbécil!

—¿Eso es todo lo que tienes? —Me dijo retadoramente soltando mis manos—, te defiendes como marica.

Love Was Born In HellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora