—Vas a estar bien. Lo prometo. Pronto volveremos a estar juntas.
Tenía los ojos heridos y ciegos, un calor que en su pecho se acumulaba, sus pulmones trabajaban al doble, todo eso para poder imaginar una conversación.
—Oh, de verdad lo espero.
Qué suave e insignificante sonaba su voz interior ahora. Sin las riendas, sin rumbo, Anastazya era un fantasma. Pero la voz de él era plateada, una llama blanca y de hielo. Un dolor ardiente atrapó su garganta, la arrancó de la luz que con tanta desesperación anhelaba y la tiró de regreso a una noche eterna. No había ningún salvavidas al cual aferrarse. El alma estaba unida al cuerpo durante el tiempo que la persona estuviera viva. Ella solo podía escuchar; observar, dependiendo de la fuerza que podía arrancar de su correa. En este momento, aquella correa se había vuelto más gruesa, estricta y la arrastraba hacia una oscuridad que ya no podía negar que era solo el espacio vacío detrás de sus ojos. Así que esperó y esperó. Todos estarían en casa pronto. Pietro lo prometió.
Incluso aunque con los años la palabra «promesa» había perdido su significado, Ana decidió sentirse esperanzada por una vez. Había estado metida en su cabeza con sus propios pensamientos pesimistas por tanto tiempo que lentamente comenzaba a perder la cordura.
—Dios, niña. ¿Cuántas veces has estado en coma estos últimos tres meses?
Ana se vio a sí misma en su conciencia. Sus ojos se abrieron y se puso cara a cara consigo misma —o una versión distorsionada de ella misma— sentada junto a la mesa de noche en la torre Vengadores. Esta versión de sí misma era exacta, excluyendo el cabello blanco. Se sonrió.
—¿Qué demonios? —Ana exhaló, estirándose para tocar a la chica de cabello blanco, solo para que recibir un manotazo.
—No me toques, es maleducado. Ni siquiera me conoces —escupió, cruzándose de brazos. Ana frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir con «ni siquiera me conoces»? ¡Si eres yo!
—No, no lo soy, y gracias a Dios por eso. —La Anastazya de cabello blanco bufó.
Ana miró a la chica con los ojos entrecerrados, menos confundida y más escéptica.
—¿Entonces quién diablos eres?
—Soy la Gema-Mente.
El corazón de Ana dio un terrible salto. Había oído muy poco acerca de la Gema-Mente, solo fragmentos de parte de Thor. Mientras trabajaba en secreto con Ultrón, lo había visto extrayendo la Gema-Mente del cetro asgardiano y usándolo como la principal fuente de poder del reactor nuclear.
—No, no lo eres —negó Ana. La Anastazya de cabello blanco se vio ofendida—. Eres una persona. Te ves como una persona.
La Gema-Mente rodó los ojos.
—Tengo poderes, tonta. Me convierto en cualquier cosa con la que tu conciencia se sienta cómoda hablando, y hablo como tú quieras que hable. ¿Preferirías conversar con mi forma original? Ya sabes, ¿la luz cegadora?
Ana negó con la cabeza antes de volver a caerse en la cama, estaba demasiado exhausta como para seguir discutiendo sin sentido.
—Estás cansada —observó la Gema-Mente—. De lo que los humanos no se dan cuenta es que solo estás dormida, no con una concusión ni luchando una batalla interna acerca de si regresar o no al mundo de la luz. Difícilmente llamaría a esto un coma, pero si es lo que te hace sentir mejor, entonces...
—¿Por qué estoy tan cansada?
—Ya no te queda más energía, idiota.
Ana volvió a incorporarse en la cama, mirando con incredulidad a la Gema-Mente.
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Supremacy | Pietro Maximoff
Fanfiction[Versión en español] Su-pre-ma-cí-a /supɾemaˈsia/ Sustantivo. El estado o condición de ser superior a todos los demás en autoridad, poder o estatus. «La supremacía del rey» Sinónimos: ascendencia. --- Secuela de Ascendancy. Esta historia no me perte...