Disputas

365 174 113
                                    

   Él ya no quiere jugar juegos de niños. Hace tiempo que no empata un partido. Cuando sintió el fuego en su pecho, no se atrevió a tocar la llama y ahora finge que todo esta bien.

—Todos se preguntan por qué. Si Matheus es un hombre joven, inteligente y atractivo — dijo Mathilde, mientras caminábamos hacía el bar de la esquina del hipermercado, tomados del brazo.

—Resulta que no es un problema para nosotros y no haces más que quejarte y ¿querés que te diga una cosa? Nosotros no tenemos derecho a opinar. El quiso tener un hijo y eso no sucedió —dije con aplomo.

—¡Cállate, Demetrius! —exclamó con voz seca—, no ves que tengo miedo.

—Sé que estas muy nerviosa. Ustedes quisieron armar ese plan. Ahora él lo sabe todo. Lalo y mi mamá se lo dijeron a su madre. No me culpes, no soy un desgraciado, ¡eh!

—¡Ay, carajo! —exclamó con la voz trémula —, tu madre parece el ser más noble de la tierra, ¿por qué le fue con el chisme?

—Simplemente, porque la madre del rubio estaba viniendo a tomar el té con mi vieja a mi casa y mamá se sintió culpable. La señora estaba pensando que su hijito debía casarse.

—¡Pobre mujer! —dijo Mathilde, mientras tomábamos asiento en una mesa en el interior del café.

—Me dió pena.

—Matheus tiene un temperamento tan volcánico. Me dejó boquiabierta. No se encolerizó tanto esta vez — agregó la cajera.

—¿Te imaginas a Matheus casado con esa fiera? —dije con una risilla.

—¡Qué horrible! Matheus es un soltero empedernido. ¿Qué edad tiene ese zángano?

—Veintinueve años —dije, apoyando los codos en la mesa.

—Demetrius, ese tesoro no tiene sentimientos reales.

—Ahora te pareces a tu hermana...

—Rubí te quiere... te quiere como una inyección juvenil que solo un chico de veintitrés años le puede dar — dijo, lanzándome una mirada traviesa.

—Ahora me siento como tónico revitalizante —agregué lanzando una carcajada.

—¡Ay, criatura de Dios! ¡Cómo podes ser tan charlatán! —se burló en mi cara.

—¡Pero que estás diciendo! A mi me gusta tu hermana aunque sea mayor. La edad es un numero —tartamudeé nervioso— , ahora cuéntame sobre tu aventura con Matheus.

Con una cómica timidez encogió los hombros, riendo abiertamente.

—Las veces que fui a la casa del rubio... ¿cuántas veces fuí? —agregó la muchacha, mirando en la dirección de la puerta del local— , después te digo. Ya están aquí.

Matheus llegó del brazo de Boyd, nos vió y tomaron asiento en nuestra mesa.

—¿Y bien? —dijo Matheus levantando sus cejas finas, mirandome con interés.

—¡¿Te bañaste en colonia?! —dijo Mathilde ladeando la cabeza— , parece la colonia Old Spice que usa mi abuelo.

—¡Es verdad! Hueles a anciano decrépito — dije lanzando una carcajada.

—¿Dónde esta Monique?  ¿No se abrá ido del brazo del vendedor de bocadillos de salchicha? —bromeó nuevamente Mathilde.

—Matheus ha vuelto a llorar —dijo Patty — , no es hora para el humor negro.

—¿Pero usted que está haciendo aquí? — dije con una voz temblorosa de excitación.

—Yo soy... soy la amiga y confidente de Matheus.

El silencio mortal entre nosotros.
Solo se escuchaba el murmullo de los comensales y el sonido de los cubiertos metálicos.

—Eso lo dices porque sos una chusma y venís aquí a envenenar la noche —dijo Mathilde, con el rostro deformado por la ira.

—¡Habló la zorra! 

—¡Ja! Habló la puta —dijo Mathilde de pie, señalando con el dedo.

Era evidente que Patty no sabía defenderse de la rubia. Además, no tenía ninguna duda de que terminarían a los golpes.

—¡Poca cosa! —chilló Boyd, cubriendo su rostro con su antebrazo derecho.

Al verlas pelear, todos callamos tímidamente hasta que por fin llegó Monique y dijo en un tono vacilante:

—Pero, dulce, ¿qué te ocurre? ¡No ves que estas dando un espectáculo?

— ¡Claro! Yo vine a cenar con Matheus y a cambio recibí insultos de éste proyecto de mujer —gritó Boyd.

Mathilde levantó los ojos y tomó su cartera con intención de irse y dijo:

—Me das asco.

—¡Uff! Esto me inquieta bastante —dijo Mathilde burlándose de Patty.

—¡Tú te creés el terror del barrio, Mathilde!

—¡Me largo de aquí! —dijo la rubia con el rostro lleno de enfado.

Durante el pleito, Matheus no hizo nada más que sonreír. Con certeza para él, está es una noche memorable.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Infames (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora