Capítulo 9: Diferentes Perspectivas

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***Lyra***

Sigo escuchando a Duke hablar. Está completamente loco. De eso no hay duda.

—Necesito agua... —pronuncio, casi al punto del desmayo.

—Mierda, qué maleducada... ya vengo —dice molesto.

Sube las escaleras de dos en dos, al parecer está emocionado.

—Volveré en diez minutos. Si hacen ruido, les cortaré las lenguas... no son necesarias para lo que las necesito —comenta en la última grada.

Hablo con Quinn mientras él regresa. Aunque tengo mucha sed, es algo soportable por diez minutos más. Ella está muy débil... se ve incluso más flaca que la última vez que la vi.

—¿Te hizo daño el señor? Lamento mucho todo esto, Quinn... —digo en voz baja, ella enfoca su mirada en mí. No logro leer sus expresiones, parece que tiene un sueño constante.

—Me golpeó mucho, y cuando intenté gritar... me ha quemado con cigarrillos las piernas. —Ella mueve un poco su pierna, dejando ver las asquerosas marcas infectadas.

—Necesitamos salir de aquí. No dejaré que nos pase nada malo. —Observo a los alrededores, tengo que aprovechar la ausencia de Duke.

***Duke***

Subo las escaleras rápidamente. Tengo que empezar a moverme conforme los planes que le tengo a mis modelos. ¡No puedo desaprovechar la oportunidad de ganar el desfile! Al llegar arriba, observo el cuerpo sin vida de mi tío.

—Hablarle a un cadáver... hablarte, a ti, sin tapujos. —Me inclino de cuclillas ante él, observando su fría cara, sus manos atrofiadas, y sus ojos abiertos en desafío constante—. ¿Quién diría que terminaríamos en estas circunstancias? 

Empiezo a moverlo, es algo pesado. Lo suelto, dejando que la sangre salpique a los alrededores. Está relativamente coagulada, algo que no será bueno para limpiar luego.

—Mierda... —digo, caminando hacia la cochera.

Él tiene una sierra, perfecta para la ocasión. Camino hacia la cocina de nuevo, y lo parto en pedazos. Su carne es pesada, al parecer se había estado ejercitando. No me gusta el olor a sangre, se siente sucio al contacto con la nariz. Tampoco me gusta el olor de los órganos expuestos cuando tocan el aire...

Voy colocando todo en bolsas de basura negras, bolsas de jardín, hasta que me doy cuenta de un estúpido detalle. ¡No había cerrado las cortinas de la casa! Corro para cerrarlas, y sigo con mi trabajo.

Las partes ensangrentadas se resbalan de vez en cuando, y luego de media hora aproximadamente logro tenerlas en las bolsas. Es evidente que no podré ir a tirarlas al basurero de afuera, olería muy mal. No soy tan estúpido, no me expondría tan fácilmente a una eventual investigación.

Dos personas desaparecidas... en la misma ciudad. Es obvio que la policía llegará eventualmente a hacer preguntas en el vecindario. La policía llegará... no como la mentira que le dije a Lyra para causar desilusión. Muerdo mis uñas, aún con ciertos rastros de sangre. ¿Qué hacer?

Corro y pongo las bolsas en mi auto. Manejo rápidamente hacia un lugar especial, uno que me ha servido de escondite en varias ocasiones... y uno que ha sido parte de mi vida. Me adentro con el auto en el Bosque Aletrejo, un denso bosque en medio de la Ciudad Onírica, en donde existen varias leyendas, creadas por jóvenes sin destino aparente, por mentes sin propósito, y en donde algunos encontraron su camino en tiempos lejanos.

Encuentro el lugar, es un enorme lago en el centro del bosque. Me estaciono frente a él. Hay algunas luciérnagas volando a los alrededores, como siempre... y nada más. Puedo sentir el crudo silencio, y la oscuridad camuflar mis acciones como niebla cómplice.

Recuerdo una parte del lago en la que el lodo es casi como arena movediza. Nada que caiga ahí podrá salir jamás. Tomo varias bolsas con el cadáver y avanzo. Antes de adentrarme me quito la ropa. No quiero que se arruine.

Avanzo, sintiendo el gélido material viscoso consumir mis piernas. El agua está helada, y la brisa me tensa los músculos de las extremidades y espalda. Lanzo las bolsas lejos, mientras veo cómo van siendo consumidas en su totalidad por el lago.

El frío me ha empezado a dormir las piernas, ya no siento las ramas cortarme los pies. Veo el vaho salir de mi boca. ¿Lo había logrado? ¿Después de tanto? No era el sentimiento que esperaba tener... y la satisfacción carece. 

—Descansa, pero no en paz. —Escupo al lago—. Ya qué, no importa.

Tomo un baño rápido en la parte limpia del lago, y camino hacia el auto. Mis pies tienen varias heridas gracias a las ramas, pero no es algo que no pueda soportar. Me seco con la camisa, y me visto. Manejo de regreso.

De camino logro ver varias ambulancias y autos de la policía, hacia el lado contrario al que voy. Actúo normal. ¿Qué habrá pasado en aquel lado de la ciudad?

Llego a casa de mi tío. No tengo tiempo de bañarme, tengo que limpiar la sangre antes de que termine de endurecer. La riego con desinfectante, me pongo guantes y agarro una esponja de la cocina. Los cuadros blancos y negros empiezan a verse de nuevo poco a poco, luego de algunas raspadas. Todo está quedando muy bien, muy limpio... así como me gustan las cosas.

Termino de limpiar. Levanto algunos trapos que usé y los meto a la lavadora. Tomo la esponja y la lavo. Observo cómo el líquido rojo se va disipando, y se va por los tubos oscuros de las cañerías... los recuerdos me invaden.

Tomo los planes de mi tío, los que tienen las instrucciones para la transformación de Quinn. Estoy por ir al sótano... hasta que veo el batido de fresa. Sigue ahí, frío, intacto... y mi sed es demasiada para resistirme.

Agarro una silla de la cocina y el batido. Los llevo afuera, sentándome para relajarme por unos minutos. Mi corazón no ha parado de latir, siento la boca muy amarga, y huelo a sudor y agua pantanosa.

A pesar de todos los nervios, sé que tengo todo bajo control. Ellas están en el sótano sin posibilidad alguna de escape. Tomo un trago del batido, sintiendo los cristales de hielo crujir entre mis dientes. El pasto está húmedo, puedo sentir el agua mojar mis pies desnudos, y el frío trepar por mis piernas.

Después de un minuto de estar en el exterior, veo a un muchacho casi de mi edad. Tiene ojos negros como el ónix. Está muy pálido, se ve terriblemente cansado. Su cabello café está húmedo gracias al sudor que va bajando por su cuerpo. Se ve terrible.

Él me ve directo a los ojos, pero su profunda mirada está en otro lugar. Parece estar en sufrimiento constante. Corre hacia una de las casas de enfrente, donde le abre una mujer. Ella lo recibe.

Camino, adentrándome en la casa de mi tío, mi nuevo lugar de proyectos. Enciendo la televisión para ver qué ha sucedido con la policía... y lo que veo me deja algo confundido.

Ni las víctimas, ni los familiares de las víctimas, ni los secuestradores... Nadie esperaba el suceso de Frederick... El suceso que cambiaría las reglas del juego.

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El Desfile Macabro (#1 ¡EN FÍSICO YA!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora