Capítulo 66

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Me desperté a las cuatro de la mañana. La cabeza me daba vueltas. Quería vomitar por toda la habitación. Me alegré de que hubiera dejado su pequeña lamparita a poca luz. Caminé hasta el cuarto de baño. Me senté en la baza y esperé a que se me pasase un poco el mareo. El tiempo transcurría. No me importaba. Estaba más preocupada por sobrevivir que por lo que pudiera perder en mi lucha por la vida.

Onai apareció por la puerta, semidesnudo. Lo miré con la cabeza balanceándoseme. Me miró sonriendo.

—¿Qué pacha? —le pregunté.

—Estás muy sexy borracha. Te metía una follada que... —casi se cae allí mismo. Me levanté y volví a la cama, dejándole que se debatiera entre la vida y la muerte él solito. A la media hora reaccionó y fue al baño a lo que iba, a vomitar. Tras otra media hora volvió al suelo. Yo había puesto la televisión. No recuerdo qué echaban, sólo estar mirando como una estúpida sin analizarlo con los vómitos y arcadas de Onai de fondo, hasta que llegó y roncó. Sus ronquidos fueron como una melodía para mí. Una suave y dulce nana. Que de suave y dulce no tenía nada, he de decir, pero a mí me hipnotizó. Y fue cuando se retorció entre sueños y abrió los ojos: —No puedo dormir. —aseguró.

—Hasta hace dos segundos podías.

Se levantó y caminó como pudo hasta el cajón de debajo de la televisión, de donde sacó unas láminas.

—Uy, a qué me suena eso... —dije yo. Él se puso una en la boca y tragó. Después alargó otra hacia mí. ¿Meterse LSD así? —¿Se puede mezclar con alcohol?

—No es recomendable. Pero de perdidos al río, mi paya.

—From lost to the riverrrr. —dije yo tragando la lámina, notando al poco los efectos. Los colores tenían vida propia. El mundo a mi alrededor giraba y se retorcía, adquiriendo formas siniestras pero bellas. Las horas pasaban y retrocedían. Se alargaban y se retraían. Y fue cuando quise salir a la calle. Me abrigué lo mejor que pude, lo cual fue poco y fatal, y salí a la nieve. Granizo mezclado con nieve. Me tiré sobre lo que había en el suelo. Restos de un muñeco destrozado. Y me restregué por ella, con Onai detrás de mí mirándome sonriendo. Se lanzó también hacia la nieve e intentó sentir lo que yo sentía. Pero lo que él sentía lo sentía a través de mí. Lo pude ver en sus ojos. Besé sus labios en mi mente y quise hacerlo de forma física. Pero no podía. Me apeteció desnudarme y seguir rebozándome entre la nieve. En su lugar volví a subir a casa, la cual tenía la puerta abierta. Yo riéndome como una estúpida cada vez que subía un peldaño. Caí otra vez sobre la cama y me dejé llevar por mi imaginación y por mi mundo interior. Estaba viviendo en otros mundos, en otras realidades sin moverme siquiera de la cama. Mundos lleno de monstruos y ángeles. Mundos llenos de lava y de hielo. Mundos llenos de mi felicidad y mis penas. Mundos que, mezclados, equivalían a éste.

Hostias, pero pasadas cinco horas volvió el mareo de una resaca asquerosa. Y encima ya estaba amaneciendo. Mas el cielo estaba tan negro que uno podría creer que era de noche. No supe si había estado durmiendo y soñando o alucinando despierta. Malas mezclas. Alcohol y drogas. Faltó el sexo. Y un poco de rock 'n' roll.

Onai se levantó y esnifó algo. No lo vi, sólo lo escuché. Suspiró fuerte y dijo:

—Como nuevo.

—¿No decías que esa droga era mala? ¿Qué fue de aquel chico?

—Lo era hasta que me di cuenta de que quitaba la resaca. Nah, a ver, es mala, pero a día de hoy es sólo la tercera vez que me meto. ¿Quieres un poco? Te deja nueva.

—No, no, déjate de mierdas. Si acaso un Ibuprofeno.

—Eso te jode el cuerpo.

—¿Y la coca no?

—Nah.

Me preocupó. No quería que se volviera un drogodependiente. Vamos, un yonkazo de toda la vida. Le di un collejón que lo tuvo que oír todo el barrio. Me miró enfadado, cuando le dije:

—Si alguna vez te importé dejarás esa mierda. Las psicodélicas pasen, pero no ésas.

—¿De qué me sirve preocuparme por ti si tú pasas de mí?

—Si pasase de ti no te habría dado la colleja.

Se quedó gruñendo, mirándome con la cara contraída, hasta que agachó la mirada.

—Si de verdad te importase un mínimo habrías preguntado cómo estoy, habrías quedado conmigo antes y no por sólo interés, habr...

—¿Por qué crees que no he quedado contigo antes? No seas ingenuo. Para mí suponías una tentación que era mejor evitar.

—¿Y por qué evitarme a mí y no a Eric?

—Me ha pedido que me case con él. Soy su prometida. He pensado que desde que se ha puesto serio lo mejor es ser la chica fiel y decente que debo ser.

—Eso no es respuesta. ¿Por qué lo elegiste a él, y no a mí? ¿Es porque no te daría la vida que él te da? ¿Es porque es mejor que yo en la cama? ¿O por qué? ¿Te hace más feliz que yo?

—Te lo dije, lo nuestro era una aventura. Y sí, me hiciste sentir cosas inexplicables. Pero soy débil. Y lo sabes. No puedo tener un sentimiento definido. Me da miedo enamorarme. Y si he aceptado casarme es porque al principio me hizo ilusión, pero no estoy muy convencida. Para nada convencida. —pum. Sentí cómo su corazón se rompía en ese mismo momento.

—¿T-te... Te vas a casar por no atreverte a hablar con él? ¿Vas a tirar media vida a la borda por eso?

—No... Yo...

—Tú y yo tenemos complicidad, sinceridad. Me cuentas las cosas, aunque me duelan. Con él no tienes eso

—Con él tengo una chispa que no sentía desde hace mucho tiempo. La que sentí contigo sí que la había vivido ya.

—No entiendo.

—Pues que ya sé qué esperarme de ti. Que un día no vuelvas a casa, por ejemplo, porque te ha detenido la poli o te han pegado un tiro. Una vida de barrio trapajera y aburrida, encerrada en casa fregando platos o currando en una mierda de trabajo. No soporto esa idea. Entiéndelo. Puedes coger el coche ahora y conducir hacia donde queramos, sí, pero a la larga ésa sería la vida que me esperaría. Y tú lo sabes, y te frustra no poder darme algo más. Puede que me volvieras loca y nos lo pasásemos de puta madre juntos, pero contigo no hay ilusiones, no hay sueños. Yo... Lo-lo siento...

—No tienes nada que hacer conmigo, ¿verdad? Tienes razón. Tienes razón en todo lo que dices. Al final sólo te daré disgustos y una vida aburrida y monótona.

—No es por el dinero, y lo sabes. Es por lo que yo pueda conseguir a tu lado o no.

—¿Y qué te impediría estar conmigo? Con las drogas me saco un pastón. Si me quedo aquí es porque es más fácil pasar y además estoy cerca de ti, pero ya podría estar pagando la entrada a un chalet. O medio chalet. O el chalet entero, vaya por Dios.

—Yo quiero evolucionar, moverme por el mundo, viajar, no quedarme en un solo lugar.

—Lo haremos juntos.

—No quiero que tú vivas atado a mí, tampoco. Es sólo que... no lo veo.

—Tu puto problema es que piensas en el futuro y en esto y lo otro. Lo que tienes que hacer es vivir el momento y seguir a tu corazón.

—Mi corazón ahora mismo me pide alejarme y estar en mi casa tranquila.

—Entonces... hazlo.

Y lo hice. Me fui de allí, dejándolo atrás, arrepintiéndome en el mismo momento en el que puse un pie fuera de casa. Lo había pasado genial con él. Siempre que estaba a su lado olvidaba todo el mundo alrededor. Y tenía razón, yo era una pesada que pensaba demasiado las cosas. Pero ya era tarde.

Bueno, no lo era, pero yo quise pensar así...    

¿El Príncipe o la Bestia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora