Aquella gema encerraba dentro de sí la fría escarcha de las regiones del norte de donde provenía. De una belleza inusual y un brillo sobrenatural su angulada forma dibujaba un trapezoedro delicadamente regular y transparente.
—Sin duda es obra de un mago— dijo una voz segura y algo cantarina.
—¡En ese caso yo no quiero llevarla!
—¡Oh vamos! ¡No seas gallina! La llevaremos al pueblo y sacaremos algo por ella, con suerte será de un mago y así no tendremos que volver a esa asquerosa mina de carbón nunca jamás.
—¿Y por qué tendría que ser de un mago? ¿Alguna vez has visto una gema mágica Reva?—El muchacho sostenía la gema y miraba ilusionado a su interlocutora que como en muchas ocasiones, parecía encerrar una sabiduría curtida en mil aventuras que nunca relataba.
—Bueno, alguna vez que otra ...Se venden a muy buen precio, créeme.— La mujer llevaba el carromato pausadamente, estaba abrigada con varias pieles y masticaba una planta cuyo tallo sobresalía de su boca, dándole un aspecto desenfadado y algo masculino.
Habían pasado cientos de años desde que se viera a un mago por aquella región. La mera mención de enseres mágicos en aquel pueblo enloquecía a cualquiera para bien o para mal. El concepto de magia intrigaba a cualquiera, siempre bajo el estigma del terror que sembró el Imperio. Aquellos tiempos habían terminado, a pesar de ello, aún se temía a las personas que nacían con el "don".
El carromato llegó al pueblo en una media hora. Reva, que quería dar un trago, dejó el carro bajo la supervisión del muchacho que conservaba la gema dentro de una bolsita de yute.
—Entro a tomarme una pinta rápida, se buen chico y cuando vuelva te daré unas monedas más.— Reva se bajó del carro, dio unas palmaditas al viejo caballo y fue preparando sus saquillos para cambiar alguna que otra moneda por bebidas espirituosas.
El chico sacó de nuevo la gema de la bolsa para echarle un vistazo. Era una lástima que Reva quisiera venderla... ¿Qué secretos entrañaría? La frotó levemente con sus manos recorriéndola despacio, su brillo azulado era cautivador, no podía dejar de mirarla y acariciarla entre sus dedos.
El ruido de una pisada lo alertó, se aproximaban varias personas al carromato y debían de pesar más que el joven a juzgar por el sonido que producían sus botas sobre la fría y blanca nieve.
—Hola chico, ¿Qué traes en ese carro? ¿Nos dejas echar una ojeada?—Un hombre no muy robusto con bigote y calvo se subió al carro bruscamente tratando de asustar al guardián del mismo.
Las manos de Bernoz comenzaron a temblar, en su mente comenzaron a sucederse diferentes versiones de los hechos que podían ocurrir. En todas ellas, aquellos rufianes le darían una puñalada y se largarían con el carro de Reva.
—Venimos de llevar provisiones a las minas de carbón, el carro está vacío.— El nerviosismo quedaba patente en el timbre de voz del chico. De seguro se trataba de ladrones y maleantes de la zona, no llevaba armas encima y tampoco había nada con lo que defenderse en el carro de las provisiones.
Otra voz algo más fina pero de seguro proveniente de un cerebro más complejo que el anterior formuló una pregunta:
—Entonces, si el carro está vacío...¿Podemos ver que llevas en esa bolsa?
Obviamente se refería a la gema que sin ningún tipo de cuidado Bernoz estaba mirando mientras esperaba a la propietaria del carromato. Había sido demasiado incauto, había dejado que aquellos caminantes le vieran ensimismado en la contemplación de aquella gema que de seguro podría pagar muchas rondas en la taberna de enfrente.
Un chasquido de dedos y tres personas se subieron al carro a coger la bolsa que portaba el muchacho. Sin duda, camaradas del calvo y aquel hombre de semblante serio y calculador.
—Si me la das no te haremos daño, te doy mi palabra— dijo el hombre del bigote.
Ya solo se encontraban a un palmo de distancia del pobre joven que había comenzado a tiritar y no debido al frío de la región. Apretó la pequeña bolsita de yute con todas sus fuerzas contra su pecho y acto seguido contrajo su rostro esperando la paliza que amenazaba con ocurrir.
—Vamos niñato, ¿Me vas a hacer sacar un juguetito?
Otro rufián de cabello largo y recogido sacó una navaja poco afilada.
—Si gritas, te corto el cuello aquí mismo.— Su voz sonaba patéticamente aguda para la corpulencia de la que presumía.
No podía salir corriendo, rodeado no sabía cómo reaccionar. Estaba muy nervioso y sus manos temblorosas tendieron finalmente la bolsa de yute que tanto codiciaba el grupo de malhechores.
—Buen chico—dijo una voz más fina.
El más delgado del grupo miró al muchacho cómicamente y se dispuso a abrir la bolsa para ver su contenido. Rebuscó durante varios instantes y su rostro parecía indicar que algo no ocurría como esperaba.
El pequeño saco estaba vacío.
—¡¿Qué diablos!? ¡¿Qué estabas mirando aquí dentro?!
El hombre que estaba inspeccionando la bolsa se la tendió a sus compinches para verificar que sus sentidos no le engañaban.
—Me pareció ver algo brillante señor...Lo prometo— El hombre del bigote parecía disculparse ante el más delgado que llevaba la voz cantante del grupo.
—Adiós pirado, quédate con tu maravillosa bolsa...
Los ecos de las risas resonaban mientras se bajaban del carro y se alejaban. El sonido de una colleja sobre la cabeza del bigotudo desencadenó aún más carcajadas.
El chico, ya menos nervioso al ver que se alejaban, no daba crédito a lo que acababa de ocurrir, ¡La gema había desaparecido delante de sus narices! Se frotó varias veces los ojos , recogió la bolsa del suelo y comprobó de nuevo lo increíble. La gema no estaba donde él la vio hace tan solo unos minutos. Había desaparecido.
Al rato salió Reva de la taberna con las mejillas sonrosadas y una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Qué tal pollito?¡Qué frío!¡ Leche!
La mujer le tendió al muchacho unas monedas y subió al carro de un salto, arriba se tambaleó un poco antes de sentarse. El viaje de vuelta transcurrió tranquilo y el muchacho prefirió no mencionar nada sobre aquellos maleantes a su jefa, aún trataba de digerir la desaparición casi milagrosa de aquella extraña piedra geométrica de color azul.
—Te dejaré en casa, mañana a la misma hora ¡ Y no me hagas esperar!— le dijo Reva casi llegando a Hendelborg— .¿Me das esa gema que encontraste?
Reva continuaba mascando otra nueva rama seca, sus ojos estaban hinchados y sostenía las riendas tambaleándose un poco.
—Me temo que la he perdido. Lo siento, Reva.
No la creería, y no quería que nadie pensara que era un lunático.
—¡Madre mía! ¡Rápido! ¡Vete antes de que haga algo de lo que me arrepienta!—Arrugó su rostro y con pesadumbre suspiró.
El muchacho se bajó del carro y le hizo un gesto a la mujer de despedida. Ella miraba al horizonte sin prestar atención al chico. Visualizando ya su hogar, una casita muy humilde cuya chimenea humeaba, echó mano de sus bolsillos para contar las monedas que Reva le había dado antes de despedirse.
No lo podía creer. Junto con unas cuantas monedas de cobre, allí se encontraba brillante e intacta, la gema desaparecida.
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Cuentos de Delonna I
Fantasy«Una sombra amenaza con corromper el mundo tal y como lo conocemos; extrañas criaturas emergen de las profundidades. Los guardianes, seres legendarios de cuya existencia pocos conocen, son los únicos capaces de invertir la balanza; no obstante, caye...