15- Ascensión

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Estados unidos, Aeropuerto de New York.

18 de julio del 2021, 7:00 pm

Han pasado un par de años desde la última vez que vieron a su amigo y hermano, las cosas han cambiado mucho más de lo que han imaginado, sin embargo la esperanza de poder encontrarlo jamás se apagó.

Desde aquella noche de marzo que se alejó sin dar pista alguna sobre su paradero, Nathalia jamás descanso. Primero, se encargó de cumplir la promesa que le había hecho a Dimitri; alojó a Beowulf en su casa, dándole todo lo que necesitara en momentos como esos.

La familia Williams había sido chantajeada por Anthony y a pesar de que las autoridades no encontraron conexión alguna con ellos, el peso de todas esas muertes causadas en la ciudad los atormentaba. Lo menos que podían hacer era intentar ayudar a todos los sobrevivientes de la masacre; esto incluía al hermano menor de Dimitri. Le entregaron al pequeño niño el apellido de la familia y todos los lujos que esto implicaba.

— ¿Estas segura que esta vez podremos encontrarlo? —Beowulf intentaba esquivar todos los peatones que caminaba por el aeropuerto. —Ya son cuatro años desde que se fue y si algo hemos aprendido es que se mantiene en constante movimiento. ¿Por qué seguiría en un mismo lugar tanto tiempo?

—No tengo la menor idea, pero esta es la primera vez que logran rastrearlo, no pienso arriesgarme a perderle la pista. —Nathalia al igual que su hermanastro han crecido de buena manera, siempre atraen las miradas a donde sea que caminen gracias a sus cuerpos esbeltos y rostros bien parecidos. —Además, ¿no estás cansado de vivir con nuestros padres? —Le regalo una sonrisa seguido de un guiño de ojo.

—Espero que los investigadores que contrataste hicieran un buen trabajo. —No dijo más y se dispuso a continuar su camino, a la salida donde un auto los esperaba para llevarlos a su nuevo hogar.

—Con lo que cobran espero que así sea. —La joven siguió a su hermanastro con maletas en manos dando por terminada la conversación.

Cielo.

26 de diciembre del 2026, 7:40 am

El salón del trono ha quedado finalmente en silencio, dejando completamente solos a Dios y al jugador maldito. Ahora por fin era el turno de hablar para el humano que espero pacientemente esta oportunidad; el momento perfecto para aclarar sus dudas y decidir si era buena idea continuar confiando ciegamente en el anciano.

— ¿Y bien? ¿Qué necesitas de mí? —El gobernante del cielo continuaba sentado en su trono mientras observaba a Beowulf con cierta curiosidad.

—Creo que conoces bien el porqué de mi visita, estoy seguro que tú sabes lo que pensare antes de que pase por mi mente. —Lo miro fijamente intentando no mostrarse débil ante él.

Una carcajada proveniente del anciano inundo el salón. — ¿Por qué todo el mundo cree que puedo leer sus mentes, ver el futuro y demás? —Intentaba parar de reír para no enojar más al humano.

— ¡No encuentro gracia en mis palabras! —Dijo molesto.

—Hijo mío, yo les he otorgado el regalo del libre albedrio, sus decisiones y pensamientos son solamente suyos. —Por fin había parado de reír. —Todo aquello que mantengan en su mente es privado, ustedes son libres de pensar y decidir por ustedes mismos, mi regalo para con ustedes es no intervenir.

—Si quisiera creer esa parte, entonces dime. ¿Cómo sabias que vendría?

—He vivido lo suficiente como para familiarizarme con las acciones humanas, con la curiosidad y aquel deseo casi enfermizo de saberlo todo; supuse que vendrías a mi tarde o temprano. —El creador mantenía contacto visual con el jugador.

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