66 Sentimientos ajenos

853 150 28
                                    

No pude dormir tranquilo después de la cita en parejas. Me quedé recostando en mi cama hasta muy tarde. No tenía sentido sentirme decaído por lo que había pasado. Max estaba avanzando mientras yo me estaba quedando detrás de él, observando su espalda junto a la de Luz.

Durante la clase de arte, mientras realizábamos manualidades con materiales reciclados, Clara aprovechó el barullo del salón para interrogarle a Cristal sobre la cita en parejas. Su principal interés fue el regalo que Max le había comprado a Luz.

—Cristal, tienes que contarme cómo reaccionó Luz cuando Max le entregó el collar con el dije. Cuéntamelo todo, quiero saber.

—No se lo dio —dijo Cristal mordiendo una galleta crocante—, pero debió dárselo a solas, seguro que sí, porque Max se la llevó de la sala de cine en media película. Pensé que regresarían, pero no lo hicieron. Tampoco tratamos de contactarnos con ellos después de la película. Noche no nos dejó. Ella dijo que no era buena idea interrumpirlos.

—Que osado Max. Entonces es muy probable que se lo haya entregado a solas —Clara miró a Luz.

—Luz, Luz, Clara quiere preguntarte algo, ven —Cristal la llamó después de leer los pensamientos de Clara.

Luz se sobresaltó. Volteó temerosa hacia nuestros sitios. Cristal se puso de pie y fue en dirección a Luz para traerla de la muñeca como si fuese una niña perdida en medio de un tumulto. Clara Le pidió con exaltación que se sentara junto a nosotros.

—Luz, Cristal me dijo que Max te secuestró en media película. Ese Max se pasa, cómo se le ocurre, pero seguro que lo hizo por una buena razón, suponemos, ¿no? —Clara preguntó tratando de que luz dijera algo al respecto, pero no lo hizo—. ¿Luz, te gustó, verdad? El diseño que Max eligió para ti es muy bonito.

—¿Que? —Luz preguntó un poco extrañada.

—Me refiero al collar con el dije de plata que Max compró para ti. No seas tímida, ten confianza con nosotras. Nos puedes contar todo lo que quieras, nosotras te vamos a escuchar.

—Max no me dio nada —dijo sorprendida.

—¿Qué?, Cómo que no te dio nada, eso no puede ser.

—No me dio nada —repitió con la mirada gacha.

—Pero... Ese Max, me hizo correr por las puras. Lo voy a matar —Clara dijo enojada, pero su semblante cambió de inmediato. Ella hizo una dramática pausa.

—Creo que alguien metió la pata —canturreó Cristal dándole golpecitos de ánimos a Clara.

—No puede ser, si Max no te dio el regalo es porque seguramente hizo un cambio en sus planes, debe ser por eso que no te dio nada. Eché a perder la sorpresa, Max me va a matar sin piedad—dijo dramática.

—Te va a matar, estas muy muerta —afirmó Cristal.

—Lo lamento, Luz, pensé que Max ya te lo había entregado —Clara dijo desanimada, pero su semblante se recuperó de inmediato—. Max compró para ti un collar con un dije de plata muy bonito. Lo escogió de uno de mis catálogos de joyas sin ayuda de nadie.

—Nos sorprendió. Nunca antes nos había pedido consejos para regalarle algo a una chica, aunque en realidad todo el crédito es de Clara. Yo hubiese pedido que te regale una pelota de futbol. El campeonato de esta temporada está intensa —dijo Cristal comiéndose la última galleta de su taper.

Clara juntó las almas de sus manos y dijo:

—Luz, finge sorpresa cuando Max te dé el collar, por favor. No le digas que lo eché a perder...

—No te preocupes, Clara, tú no tienes la culpa. El único que tiene la culpa es Max por no haberle entregado el regalo a Luz. Él te dijo que se lo iba a entregar a Luz en la cita en parejas. La culpa de Max, no tuya —dijo Cristal como una salvadora.

—Cristal, tienes razón, yo no tengo la culpa. Toda la culpa es de Max por no entregar el regalo no sé por qué razón. Si me reclama se lo restregaré en su cara.

—Yo no diré nada —dijo Luz muy tranquila—. Yo voy a fingir, lo prometo.

—Que buena chica eres, Luz, pero cuéntanos, a dónde te llevó después de que te sacó del cine. Cuéntanos para ponerlo en su lugar si se portó mal contigo. Cristal y yo le vamos a dar su merecido si te hizo algo malo.

Salí del salón de clases luego de pedirle permiso a la profesora de arte. Necesitaba lavar mis pinceles para guardarlos en su estuche, pero no fue la razón principal. Pedí permiso porque quería estar solo. Las conversaciones de chicas no eran temas que deseaba escuchar.

No pude escapar. Escuché unos pasos de tras de mí. A mi lado puede ver unas delgadas manos que sujetaban un par de pinceles cerca al caño. El color rojo de la acuarela se escurrió arrastrado por la rendija del lavadero.

—Caramel, tu, eres el mejor amigo de Max —dijo Luz dejando sus pinceles bajo el escurrir del agua.

Mantuve mis ojos en mis pinceles, pero incorporé mi postura de inmediato y me giré hacia ella para prestarle atención. No quería que pensara que la ignoraba. Luz cerró el caño y me miró por un breve momento, pero desvió su mirada hacia sus pinceles.

—Max y yo estuvimos a solas después de que él me pidiera que nos fuéramos del cine. Estuvimos a solas, pero él no me dio lo que eligió de ese catálogo de joyas —Luz hizo una pausa. Parecía temerosa de lo que decía—. Caramel, lo que Max compró no era para mí, sino para alguien más, por eso no me lo dio. Caramel, tú eres su mejor amigo, tu debes saber. Esto es como un sueño para mí que no sé cómo sobrellevar, pero... Caramel, yo ¿debería despertar, debería terminar con esto?

Luz no era como las demás chicas, era diferente, por eso Max puso sus ojos en ella. Se mantuvo parada frente a mí con la mirada baja, esperando que dijera algo, pero mi silencio prolongado la inquietó. Ella miró en dirección a los salones de clases con intenciones de irse, pero la detuve con mis palabras. Traté de responderle.

—No, Luz, Max te quiere —dije agarrando mis pinceles con fuerza—, él me lo dijo. Todos los días piensa en ti y también quiere que tú pienses en él. Max no tiene a nadie en su mente que no seas tú.

—Pero, Caramel, yo presiento que estoy ocupando el lugar de alguien que él quiere mucho. Lo presiento cada vez que estoy a solas con él —ella dudó. Su voz se marcó temblorosa—. ¿Sabes quién es esa persona?

No quería involucrarme en la relación de Max y Luz. Yo le prometí a Max que la iba a aceptar, y lo hice, pero no era el indicado para escuchar sus quejas románticas que involucraban a mi mejor amigo. Siempre me causó rechazo ese tipo de conversación cuando las chicas venían a mí para pedirme ayuda.

—Luz, decide lo que creas que es mejor para ti. Si te sientes feliz, continua, pero si no, entonces... déjalo libre.

Luz intentó decirme algo más, pero decidí huir para no continuar escuchándola. Me orienté en dirección hacia los salones de clases... y lo vi. Max estuvo escondido tras una pared cercana a nosotros. Nos había escuchado. Salió de su escondite y elevó su mano para saludarnos como si nada. Luz se puso roja como un tomate. Ella se fue apresurada sin mirar a Max.

La presencia de Max me sobresaltó, pero recobré la razón de inmediato. No podía continuar sintiéndome como un tonto. Afronté la mirada de Max y dije con firmeza tratando de ser razonable:

—Ve por ella, se va.

—No, Caramel, deja que se vaya.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |2DA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora