38.

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Amor. Yo no había pensando en el amor hasta que él manifestó sus intenciones de enamorarse de mí y la idea cruzó mi mente. El amor era un proceso de alta complejidad el cual requería de una mantención que se debía construir a base de muchas cosas, amistad, compañía, apoyo, seguridad, sexo y simplemente el bien del otro sobre el de uno mismo. Preguntarme si yo sentía eso por Lyan Olivera era extraño, no se me hubiese ocurrido si no lo mencionaba, no era la muerte ni nada similar, pero yo lo asociaba a la entrega completamente de mí a aquella persona, por lo que era parecido y él me había enseñado, que después de todo, la muerte era parte de su mundo, mundo al que tenía que pertenecer si no quería perderlo.

Me pregunté reiteradas veces lo que yo sentía cuando estábamos juntos, dejando la lujuria de lado que se expresaban nuestros cuerpos al estar cerca, puede que existiera otro tiempo de sentimiento, que me latiera el corazón a mil por segundo cuando sonreía o me decía algo que me derretía no podía confundirlo con un síntoma del amor, los actos eran posiblemente resultados del afecto que nos teníamos porque estábamos compartiendo más que la cama, y no estaba segura que fuera amor. De lo único que estaba segura era que yo no quería ser la segunda persona que él quisiera y terminara bajo tierra, como su ex novia, pero la otra parte de mí que pensaba sin razón, le importaba una mierda eso.

Después de que gastara más de quince mil pesos en mí para la noche y volviéramos un poco a la normalidad, me dejó en mi casa para prepararme y que mi mamá me diera su aprobación. Fue estratégico y me mantuvo entretenida el tiempo que pasamos juntos, le costó un poco sacarme del asombro de su ultimátum pero era Lyan, nada le afectaba demasiado y eso era casi envidiable, me trasmitía la misma relajación sin importar que probablemente iba a ser nuestra última noche juntos.

—Cata. —llamaron a mi puerta y me apresuré a ponerme algo para acercarme a abrirle a mamá. —Hija ¿estás cambiada? Tu tío te quiere saludar por tu cumpleaños.

— ¿Qué tío?

—Yo Catalina. —dijo detrás de la puerta mi tío Flavio y consciente de su existencia, abrí más para verlo, apreté los labios para no sonreír al ver su cara desganada, sus ojeras profundas y una mirada casi perdida por algo que le estuviese molestando. —quería hablar con vos también... a solas.

—Yo voy a preparar el mate.

—Podés pasar si querés. —le dije indicándole mi pieza y entró sin dudarlo, no cerré la puerta y relajada busqué el peine para desenredarme el pelo. — ¿me trajiste un regalo?

—Sabes por lo que vine.

—Ay qué triste, yo pensaba que venías para saludarme por mi cumple tío, ¿me compraste algo, cierro los ojos?

—Catalina... ¿qué es lo que estás haciendo, por qué te dejas llenar la cabeza por ese enfermo mental?

—Mmm... yo no recuerdo haber hecho mucho tío, de hecho te iba a preguntar lo mismo ¿qué estás haciendo? ¿Por qué me hiciste llegar a ese punto? Pensé que querías a las chicas ¿o son tan insoportables como se muestran en verdad?

—Catalina por favor, con ellas no te metas...

—Quizá te olvidaste pero fuiste vos quien viniste acá a hacerle de pajarito a mis papás cuando no tenías por qué, yo sólo... rematé un poco. —me encogí de hombros y él negó refregándose la cara frustrado.

—Estás igual de enferma que él y todos los Olivera, te estás volviendo una enferma.

—Pero sos vos el que arriesgaste la vida de tu hija, eso es más enfermo tío.

—Con las chicas no, con ellas no, a mí haceme lo que quieras pero con ellas no, por favor te lo pido, no se metan con mis hijas porque soy capaz de matar por ellas. —rogó con la mandíbula tensa, la vena del cuello a punto de explotarle, sonreí conmovida realmente y esperé a que callera una lágrima, podría haber sido un acto hermoso pero estaban retenidas en su iris.

Un cambio al Mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora