1. Estúpido método de desahogo.

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—Entonces ¿Irás a la fiesta? —interrogó Gideon de nuevo—. Por supuesto que Finn también está invitado —él le dirigió una sonrisa un poco falsa.

—No es necesario que yo vaya para que Verónica vaya, ella solo está siendo malcriada —dijo Finn dirigiéndole una mirada a su mejor amiga—. Ve a la fiesta ¿Qué más da? No puedes dejar de disfrutar solo porque yo no quiero ir.

—¿Con quién hablaré sino? Me gusta ir a fiestas contigo porque hablamos sobre las personas y bailamos juntos —ella se colgó de su brazo, dándole una sonrisa infantil—. No me obligues a ir, si voy sola el Pez gato intentará cazarme.

—Solo ve, deja de actuar como un marginado —espetó Gideon con notable desagrado—. Todos sabemos que no lo eres, hablas con todo el mundo aquí y todos te aman así que basta ya con el teatro.

—¿Por qué no te callas? —espetó Verónica, furiosa—. No es por él, Gideon, tú simplemente no me gustas y aunque fuéramos los únicos dos en esa fiesta no te tocaría ni con un palo de tres metros así que bájate de la nube a la que te subiste solo y cae al pavimento y muere ¿Quieres? —ella alcanzó el brazo de Finn y tiró de él en dirección contraria—. Nos vamos, Finn.

—Yo uh... perdón —Finn sintió la necesidad de disculparse antes de que Verónica lo arrastrara fuera de la escuela, despotricando sobre como Gideon era un imbécil y él no tenía por qué disculparse con nadie.

Finn no dijo nada y simplemente siguió a su amiga desde la escuela hasta el lugar a donde él sabía que ella iría, ya que el último periodo había terminado. Le apretó la mano pensando en lo feliz que estaba de por lo menos tenerla como su mejor amiga. Ella era ciertamente leal y buena, Finn había estado junto a Verónica desde el día en que habían nacido prácticamente. Su cumpleaños era el mismo día, sus familias eran vecinas y sus madres habían tenido una pelea en año nuevo por quien iba a ser la madre del primer bebé del año 1999. Al final, ambos nacieron con un minuto de diferencia. Finn ganó. No solo el título como el primer bebé del año 1999 de la ciudad, sino también el mejor amigo de la niña que perdió.

Verónica empujó la escalera de la casa del árbol contra el tronco en cuanto entraron en el patio por la puerta de atrás. Sus padres habían empezado a decir que con diecisiete años ya era tonto que siguieran subiendo allí, pero a ellos les encantaba ese lugar, aunque se había vuelto algo pequeño desde que habían crecido. Aun así, soportaba bien. El abuelo de Verónica la había construido para ellos y era un lugar perfecto para que los metiches hermanos de Verónica y los metiches padres de Finn no escucharan nada de lo que ellos hablaban.

Finn empujó la colcha en la esquina de la casita y se sentó sobre ella, Verónica se sentó frente a él y abrió la compuerta del piso para sacar sus golosinas favoritas: caramelos de licor.

—Es ridículo ¿Por qué te gusta ese imbécil? Te mereces algo mejor —espetó ella mirándolo sin comprender mientras estiraba el papel del caramelo para luego guardarlo en su bote de reciclaje; probablemente uniría todos los que ya tenía y haría manualidades con ellos—. ¿Qué tiene él que no tenga un guapo chico universitario estudiante de intercambio europeo con el que seguro te casarás en el futuro?

—¿Por qué te gusta predecir mi futuro de esa manera? No sabes lo que pasará.

—Ugh, yo misma te lo voy a presentar, porque quiero lo mejor para ti, no quiero que pases tu vida en este pueblo, siguiendo al Pez gato y viendo como se casa con cualquier tonta y le da muchos niños.

—Jesús, ¿Quién eres? ¿Pitonisa?

—Soy el oráculo, no juegues conmigo.

Ambos se echaron a reír.

Quisiera conocerte | Quisiera 1|Where stories live. Discover now