Capítulo 1

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Lucia Cooper

—Miren, ahí va la cuatro ojos —gritó mi bravucón. Yo solo respiré profundo y esperé lo que se avecinaba.

—Hey, ratón de biblioteca ¿a dónde vas tan de prisa? Si aún no empiezan las clases —y aquí van otra vez.

—Es que la mocosa tiene miedo —gritó otro.

Ya estaba en medio de un círculo y un montón de estudiantes observando el espectáculo de todas las mañanas sin ganas de detenerlo.

—Pobre, no puede ni hablar.

—Dientes de lata, defiéndete —yo solo miré al piso y agarré con fuerza mi mochila, pero sentí un jalón que terminó arrancándola de mis manos.

—Vamos a ver que hay aquí, dientes de fierro —abrió todos los compartimientos de mi mochila y la volteó haciendo que todo el contenido cayera al piso.

Escuché las risas de todo el mundo y miré con asombro todas mis cosas tiradas en el piso: cuadernos, cartuchera, lápices sueltos, hojas, tampones... ¡tampones! me agaché y le tiré un cuaderno encima para evitar que alguien los viera. Él tiró la mochila al suelo y la pisoteó un par de veces y al ser negra se ensució por completo debido al polvo de sus zapatos. Sin meditarlo mucho la tomé y comencé a meter todo dentro una vez más.

El timbre sonó anunciando el inicio de clases y todo el mundo me pasó por encima; literalmente. Cuando me puse de pie siguieron los empujones hasta que pude llegar al salón de clases. Ya ni iba al casillero, era otro lugar para convertirme en la diversión y burla de todo el mundo.

Al entrar al salón me ubiqué en uno de los asientos de la esquina donde podía observar cómo dos chicos en la clase se daban cariño, sin embargo, eran literalmente perfectos en cuanto a físico y por eso no le hacían burlas incluso hasta populares eran. Pero no era eso lo que me molestaba, era el hecho de que ellos se apoyaban uno al otro y se daban cariño y llenaban sus vidas de felicidad. Yo no tenía a nadie que lo hiciera conmigo.

Lucia Cooper, ese era mi nombre, tenía 17 años y estudiaba en el colegio Masterful el más caro de la ciudad y uno de los mejores del país, su enseñanza era "estricta" y el director era "recto", patrañas, todo era falso, si bien enseñaban muy bien; aquí cada uno hacía lo que se le venía en gana; como convertir a una pobre chica en la bufona del lugar. Y es que aquí todo el mundo era perfecto, enserio, millonarios, pieles perfectas, ojos hermosos y cabellos perfectos, hasta mi bravucón era sumamente precioso y sexy, no, está no sería una de esas historias en la que la chica se enamora de la persona que la maltrata. Lo odiaba y nunca en la vida lo he soportado. El punto es que soy como la maleza en medio de un rosal y por eso soy el motivo de burla.

Tengo frenillos y usaba lentes, siempre llevaba una trenza y mi ropa no era la mejor, pero me sentía cómoda así, aunque los demás se burlaran y aunque los frenillos no eran por gusto.

La clase entera me la pasé observando a la pareja, la verdad no sé cuántas veces le he rogado a Dios que me mande a alguien que me ayude a sobrepasar este martirio en el que vivo.

Se me pasó la mañana entera yendo de un lugar a otro y así se fue sin darme cuenta. En el almuerzo me fui al patio trasero, si iba a la cafetería no quería saber lo que me pasaría. Saqué unas galletas y me las comí lentamente, ya cuando llegara a casa comería tranquila, cuando acabó el receso volví a clases.

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Cuando las clases acabaron pensé que me iría a casa a descansar de todo, pero unas chicas me observaron de reojo mientras caminaba a la salida y sin pensarlo mucho se acercaron hasta a mí.

—Vas deprisa —comentó una de ellas. Intente ignorarla, pero ella no tenía pensado hacer eso.

Así que me tomó del brazo con ayuda de otra chica.

—Suéltame, joder —ignoró completamente mis palabras y cuando llegó a su destino se detuvo.

—A ver si así te compras ropa nueva —y lo siguiente que sentí fue un empujón que me tiró al suelo justo en un charco de lodo ubicado en el jardín delantero.

—Bonito día —dijo para después irse con sus amigas.

—Biniti dii —solté un pequeño grito de frustración mientras me levantaba del lodo y comenzaba a caminar hasta la parada del autobús.

Pegué un zapatazo al suelo al ver que se había ido, así que comencé a caminar a casa ya que no tenía quien me viniese a buscar pues mis padres estaban en cosas del trabajo y no tenía chofer o auto como los ricos de este lugar. Luego de unos minutos el cielo comenzó a nublarse y la rabia que tenía por dentro era demasiado grande. Estaba harta de rogarle al todo poderoso que me ayudase, eso nunca pasaba y hoy cambiaría de destinatario mi plegaria.

— ¡Maldita sea! —grité cuando empezó a llover —quiero a alguien con quién compartir mis malditos días, no me importa si es un demonio quien lo hace, hasta un elfo que sea es bien recibido.

Y luego de esas palabras, por extraño que parezca, sentí que esta vez alguien sí había escuchado mi plegaria.

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Muchas gracias por leer, esta es mi primera historia que ha tenido tanto éxito por lo que la he estado corrigiendo para que la lectura sea más amena.

Gracias por darle una oportunidad.

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Sin más que decir.

Darkness fuera.

Mi Demonio PersonalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora