070 | Señas

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MALCOM

—¡Beasley, ¿qué rayos haces aquí?! —grita Mercury desde el campo. Se quita el casco y llama así la atención del equipo y de la aglomeración de personas en la tribuna.

—Yo... —intento responder, pero la potente voz del entrenador resuena a mis espaldas.

—¡Explicaciones después! ¡Ve a cambiarte, te necesitamos! —ordena a todo pulmón, acercándose—. ¡Entras como receptor, arreglaré esto para que puedas cambiar de lugar con Troy, y más te vale tener un maldito as bajo la manga porque juro que si abandonaste a los Bears para llevar a este equipo a la derrota te enviaré de una patada en el trasero de vuelta a Londres! —advierte con rapidez.

—¡Pero yo no vine a...! —insisto en explicar.

—¡Quedan tres minutos y necesitamos más de seis malditos puntos! —Logan ha ordenado que los Jaguars se mantengan en sus posiciones antes de correr hasta nosotros con la respiración acelerada y el sudor brillando en su frente—. No sé por qué diablos estás aquí, pero nos vendría bien la jodida ayuda —dice entre dientes.

Indeciso, miro a mi alrededor para contemplar las gradas repletas de espectadores cuyos gritos penetran mis oídos. Mis compañeros de equipo me observan desde el campo con una mezcla de desconcierto y desesperación mientras que los que están en la banca intentan arremolinarse a mi alrededor antes de que Bill los obligue a sentarse de nuevo. Todos esperan una respuesta o el más mínimo movimiento que les asegure que entraré a jugar. Siento la presión recaer sobre mí a través de sus miradas y me quedo estático mientras Logan intenta convencerme tomándome por los hombros y recitando lo que dice el tablero iluminado que surca las alturas.

Yo no vine a jugar, no era mi atención aparecer siquiera aquí. Sin embargo, por lo visto, ya no me queda otra opción.

Busco a Kansas entre la multitud de fanáticos con frenesí, pero resulta ser inútil dado que ella no está aquí o por lo menos no puedo divisarla.

—¡Malcom! —llama Mercury sacudiendo mis hombros—. ¡¿Jugarás o no?! ¡Necesito una respuesta, el tiempo fuera no durará para siempre!

¿Puedo rehusarme a un último partido con los Jaguars?

La respuesta es sencilla.

—Dame dos minutos —respondo antes de girar sobre mis pies y comenzar a correr hacia el vestuario, listo para usar mi uniforme de repuesto y equiparme debidamente para lucir los colores de la Betland Central University.

Mientras corro, me despojo de mi chaqueta que queda abandonada sobre el césped. Ya a medio camino del vestidor me quito la camiseta y comienzo a desabotonar mis jeans antes de abrir bruscamente las puertas dobles que conducen al gimnasio. Atravieso el laberinto de máquinas y mi cinturón resuena al caer contra las pesas esparcidas en el piso.

Nunca antes me desnudé mientras corría, pero supongo que siempre hay una primera vez.

—¿Estás listo, muchacho? —inquirió Mark observando los alrededores del aeropuerto esta mañana.

Bill nos recogió temprano en casa de la señora Murphy, quien se levantó para preparar el desayuno prometido. Hablamos de lo que vendría a continuación, de la forma en que ella viajaría a Chicago por lo menos dos veces al mes para que pudiera ver a Zoe. Le dije que, en el futuro, si es que mis horarios me lo permitían, volvería a Betland para pasar uno que otro fin de semana con ella y la niña. Acordamos en que lo haríamos funcionar para el momento en que ruidos se oyeron desde la sala. En primer lugar, pensé que se trataba de Kansas, y de forma automática sentí el peso de una despedida caer sobre mí antes de que Zoe apareciese. La idea no me emocionó tampoco dado que no sabía qué era peor: despedirme de mi nueva hermana pequeña o de la persona que más quiero.

TouchdownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora