Capítulo 46

84 6 0
                                    

Pasamos la tarde en su casa, en casa de Jenny. Laura, ella y yo. Las tres juntas, como en antaño. Jugamos a las cartas, a algún videojuego y vimos una película chorra mientras bebíamos y nuestras capacidades mermaban. Afuera llovía y no nos apetecía ir a un bar. Y, tras tres horas hablando de tonterías llegó el momento en que la Jenny me soltó:

—No sé por qué coño te picas si te has estao tirando al buenorro ricachón.

—¿Eh? —dije yo con los reflejos atrofiados. —Ah. Ya, ya lo sé. Soy estúpida. Sólo me dolió porque no me dijo nada.

—Ni le has dao tiempo a explicarse, shosho. Fijo que te ha dejao mil mensajes en el waxap.

—Lo bloqueé.

—Muy mal. —dijo Laura. —Se ha estado rallando bastante, ¿sabes?

—¿Onai? ¿Rallándose? —pregunté intrigada.

—Sí. Ahí donde lo ves. Apenas sale, apenas canta, apenas hace nah.

—Ya ves, loca. —dijo Jenny. —Apenas le he visto dos veces así.

—Ya ves, tía. —dijo Laura. Y yo me quedé pensativa. Me había portado mal con él. Era de reconocer. —Además te fue a buscar pero no estabas. ¿Dónde te quedas?

—Ah, eso digo yo. —dijo Jenny.

—Con mi hermano.

—Se ha puesto buenorro, ¿eh? Le queda bien el pelo así.

—Yo me lo tiraba. —dijo Laura.

—Pues conteneos, que es mío.

—¿Te lo quieres tirar tú o qué, cacho puta?

—Jajaja. No. —medio mentí. —Pero se irá. No os lo recomiendo.

—He dicho un polvo, no casarme con él.

—Ah, entonces haz lo que quieras. —me puse celosa. ¿Qué coño pasaba conmigo? Celosa de mi hermano porque me atraía, enfadada con alguien pensando que me ponía los cuernos cuando yo hacía lo mismo, engañando a un partidazo de hombre que estaba trabajando y que estaría pensando en mí. Vaya mujer estaba hecha yo. Vaya puta, directamente. Sacudí la cabeza cuando recibí un mensaje. Pensando en Eric me habló. Me dijo que en seis días ya estaría aquí y que deseaba verme. Suspiré. Otra vez de vuelta a elegir. ¿Quedaba con él, o con Onai para aclarar lo sucedido?

—Tía, no te ralles. —soltó Laura. —Hoy salimos de fiesta. Toma, bebe. Olvida a todos.

—A ver si voy a acabar con cualquier payaso.

—Entonces aumentas tu historial de cagadas. ¡Beeeebe!

Reí y le hice caso. Era noche de chicas. Intentaría pasármelo bien. Tener dos novios parecía una ventaja pero era más bien una putada. Al menos para alguien como yo, que le daba tantas vueltas y se preocupaba tanto. Pero, al fin y al cabo, era insincera y no aclaraba nada. A veces envidiaba a la gente de barrio, que sólo se preocupaba por vivir el momento y el resto no le importaba. Yo siempre preocupándome. Yo siempre comiéndome el tarro.

¡Hasta que dejé de pensar! Los efectos del alcohol eran más abundantes que las preocupaciones. Las acciones llegaban antes de pensarlas. El mundo se movía dando vueltas. El cuerpo temblaba, como si fuera a dormirse. A mis ojos les costaba centrar el objetivo. Eso era lo llamado ver doble, sí. A veces intentaba dar un paso hacia delante y, sin darme cuenta, lo había dado hacia atrás.

Lo malo no era llevar un pedo que pagarías con una resaca inmensa y quizás vomitando, sino que pasamos de escuchar Bob Marley a música de mierda. Por fortuna sólo fue un breve instante en el que la música aumentó de volumen en esa discoteca. Se accedía a ella bajando unas escaleras en mitad de una calle, y allí era... bueno, una discoteca. ¿Qué más descripción?

¿El Príncipe o la Bestia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora