Luego de visitar al médico y realizarme los exámenes no encontraron nada raro que pudiera ser la causa de mis dolores abdominales, pero yo sabía muy bien porque me dolía. No era un dolor físico por alguna herida o enfermedad, si no, que era un dolor psicológico que había sufrido hace poco más de dos años y dolía cada vez que recordaba.
Los días fueron pasando poco a poco y de manera muy lenta, el profesor había intentado hablar conmigo en varias ocasiones, pero el resultado siempre era igual. Aparecían los exagerados síntomas de la androfobia y salía corriendo del lugar dejándolo con la palabra en la boca, o simplemente Andy lo apartaba de mi lado de manera amable. Por alguna extraña razón Andy me había pedido que no lo desmintiera delante de Luciano cuando el dijera que éramos novios, porque de esa manera Luciano no se acercaría a mí con intenciones de lastimarme. Así que mi día se resumía a estar en mis clases e intentar no toparme con el profesor por los pasillos de manera casual. Amy venía de vez en cuando a jugar junto con Andy o cuando él no podía venir por su trabajo venía de la mano de Jeremy o Scott, aquellos dos se veían muy contentos últimamente y eso me hacía sentir feliz por ellos, aun siendo hermanos y aun a pesar de que la sociedad creyera que lo que hacían era asqueroso, que el amor que había entre ellos era considerado tabú, ellos iban en contra de todos ellos y yo, yo los apoyaba solo por el hecho de verlos felices.
Después de unas dos semanas de luna de miel, Matt y mi madre regresaron a casa. Llegaron de repente un día sin haber avisado que regresaban. Era medio día de un día sábado, y solo estábamos Tomás y yo en casa y en ese momento estábamos siendo visitados por la pequeña Amy y Andy. Cuando mi madre vio a aquella pequeña entre mis brazos y sonriéndole de manera tan cariñosa vi una lágrima deslizarse por su mejilla. En un susurro que alcancé a escuchar claramente ella dijo "lo siento", luego de abrazarla le conté sobre ella y quien era su padre, también le conté algunos pequeños detalles.
Un día en el que Andy no había ido al instituto por el trabajo, me encontraba y me sentía más desprotegida que nunca. Me sentía indefensa ante cualquier hombre y eso me inquietaba de sobre manera, era como si su sola presencia me diera fuerzas y el valor para siquiera dirigirle la palabra a ese hombre. Al finalizar las clases ordené mis cosas y el profesor de historia me había pedido que le fuera a dejar la tarea de todos. Ya no había casi nadie en el instituto y los pasillos se sentían más solitarios que nunca. Doblé en una esquina de manera descuidada y choque contra alguien. Al ver más claramente vi aquellos ojos color lila, sentí de inmediato como comenzaba a temblar, mi cuerpo estaba respondiendo a mi cerebro, estaba aterrada de tener a ese hombre cerca. Me di la vuelta con clara intención de irme. Pero él, sin tocarme ni nada me pidió de manera amable y cálida hablar. Al mirarlo pude ver angustia y miedo en sus ojos, así que me quedé a una distancia prudente de él y escuché lo que me quería decir todo ese tiempo que había estado siguiéndome.
–Yo creí, que le contarías a Andy.
–Él no quiso que lo hiciera, dijo que no quería odiarte.
–Me sorprendí mucho al saber que salías con él. ¿Te trata bien?
–Andy es amable y cariñoso.
–Que bien. Sabes, sobre lo que pasó ese día...
– ¡No quiero hablar de eso!
–Solo escúchame por favor. Si lo haces vas a saber muchas cosas, y puede que hasta seas capaz de entenderme.
– ¿Entenderlo? ¿Entender qué? ¿Qué es un maldito asqueroso?
–Mey...
–Yo lo siento, sé que ahora somos alumno y profesor y que debería respetarlo, pero yo no puedo hacerlo.
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Profundos y Bellos ojos azules
RomanceMey es una joven que nació en un matrimonio forzado y sin amor, creció bajo el estigma de no ser querida por su padre, quien le exigía la perfección en cada cosa que ella hacia y siendo comparada con su hermana meses menor que ella constantemente. D...
