Capítulo V: LOS SOLDADOS FUEGO

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—No puedo creerlo, Kaya. 

La fuente Espejo no era muy concurrida por aquellos días tan fríos, un par de ancianas estaban sentadas en uno de los bancos más alejados de la fuente y un niño iba de la mano con su madre hacia el mercado. Kaya miró a Glen con ojos suplicantes y con las manos entrelazadas en una exagerada muestra de desesperación ante la actitud de su amiga. Cuando llegaron a la fuente, fueron hacia el linde de árboles, atrás de los cuales las esperaba Urien. Glen reaccionó de la única forma que podía ante uno de ellos. Lanzó una maldición y se alejó, Kaya la siguió y le cortó el camino en la fuente. 

—Mi madre jamás me hubiera dejado venir sola. 

—Por loc ual me usaste. Al menos hubieras podido decirme a lo que veníamos. Puedo ver que es algo más que solo tomar un respiro de la lavandería. 

—Si tehubiera dicho no habrías venido, ¿o sí? 

—Se supone que le prometí a tu madre decirle si te veía de nuevo con él. ¿Por qué me metes en estos aprietos? 

—Vamos, Glen. Mi madre no se va a enterar.

—Claro, como se les da tan bien lo de la discreción. 

—¡Esta vez vamos a ser más discretos! ¡Glen, por favor! De verdad necesito que hagas esto por mí. —Glen miró a su amiga, escuchando en su mente una vocecita alarmada que le decía que aquello se le estaba yendo de las manos a Kaya.

—Kaya, entre ustedes no puede pasar nada, no sé para qué quieres seguir con esto. 

—Solo haz esta cosa por mí, ¿sí? Y permíteme reservarme algunas respuestas de la misma forma que tú lo haces. Para eso son las amigas, ¿no? 

La vocecita de alarma gritaba, pero delante de ella no tenía a cualquier persona. Tenía a Kaya, su mejor amiga desde hacía nueve años. La chica que le cedió un lugar en su casa, la chica que la salvó de la soledad al quebrar su barrera de desconfianza. 

Glen acalló la voz de alarma y a regañadientes aceptó. Kaya la abrazó con más efusividad de la que era necesaria y la dirigió casi a rastras hacia el bosque. Urien estaba sentado en una roca y se hurgaba las uñas de las manos, al lado de él había un árbol del cual salió disparado un proyectil de agua. El proyectil se detuvo a tres centímetros del rostro de Glen y luego cayó al suelo con un push. La mano de Urien la apuntaba. 

—¿Para esto me hiciste venir? ¿Para qué me ataque con agua? —Por un  horrible momento Glen había revivido el episodio de la Uisce. 

—No fue él.

—¡Mika!—Detrás del árbol salió un muchachito flacucho, tenía el cabello del color de un campo de trigo. Llevaba una chaqueta verde agua que le quedaba grande, pantalones blancos y mirada apenada. Urien sonreía—. Éste es Mika, recién llegado y aprendiz de Ian. Ellas son Kaya y su amiga Glen. —Los ojos verdes de Mika se abrieron de par en par. 

—Discúlpame, no era mi intención, no he comenzado bien mi entrenamiento. —Glen quería enojarse, pero aquel pobre niño solo le inspiraba compasión. 

—¿Vamos? 

Urien se acercó a Kaya y se la llevó bosque adentro tomada de la mano, antes de perderse Kaya le dirigió una mirada a su amiga, una entre agradecimiento y disculpa. Glen soltó un suspiro y ocupó la roca que usara Urien hacia escasos momentos como asiento. Estaba molesta, pero había accedido a colaborarle a Kaya, así que no tendría más remedio que esperarla ahí. No podía salir a la plaza porque podrían verla y si la veían sola sabía que el chisme llegaría de inmediato a Malenna. Glen observó al muchachito Agua, jugaba con el dobladillo de su chaqueta, ella no podía creerse que estaba a punto de hacer lo que tenía enmente pero lo hizo, porque la alternativa era morirse de aburrimiento en aquel bosque hasta que Kaya regresara. Así que le habló.

Voluntad de Tierra [Razas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora