Al jalar el percusor, el ruido del disparo provocó un eco que retumbó en mis oídos. Vi cómo Frank caía al suelo de rodillas clavándome su mirada, pero no me sentí siquiera culpable, es increíble, al parecer perdí la cabeza hace ya un tiempo. Es como si no tuviera sentimientos. Y por más que he tratado de descifrar el motivo de mi odio, no encuentro razón alguna. Ese odio ha estado muy dentro de mí desde hace mucho, y no sé cómo empezó realmente.

   Una milésima de segundo después, escuché un grito agudo, que sonó incluso aún más fuerte que el disparo. La adrenalina me corría por las venas, la lluvia arreciaba y me humedecía poco a poco todo el cuerpo. Definitivamente no había sido mi imaginación. Me giré de golpe y reparé en la silueta femenina que se alejaba corriendo a gran velocidad. Maldición.

   Lo bueno es, que no me estoy volviendo loco, sería grave que estuviera imaginando cosas, pero en sí, no es bueno del todo, porque eso significa que aquella chica de lindos ojos es ahora testigo del crimen que acabo de cometer.

   –¡Mierda! –grité con la voz ronca y me fui tras ella deprisa, metiendo el arma nuevamente en mis jeans mientras corría.

   Aceleré el ritmo de mis zancadas dando tropezones hasta que llegué al punto muerto del parque, ya no habían arbustos ni árboles.

  Mis pisadas resonaban por el barro del pasto, y podía escuchar los jadeos de la chica. Mis brazos se movían sincronizados con las piernas, maldije en voz baja e intenté correr aún más rápido.

   Estaba tan cerca que podía ver su cabello agitándose frente a mí. Y justo cuando creí que iba a alcanzarla, pegó otro grito chillón aún más fuerte que el anterior, dejándome aturdido un par de segundos.

   Carajo, centré mi vista en ella, y retomé la rapidez que llevaba, las gotas de lluvia me golpeaban la cara y ella estaba cada vez más cerca.

   Parecía que se cansaba, sus jadeos eran cada vez más audibles, y la tenía a menos de cinco metros lejos de mí. Al menos está corriendo en dirección al auto, eso facilitará las cosas cuando la atrape.

   Aceleré un poco más. Ni siquiera me fijo en dónde piso, sólo me concentro en perseguirla y alcanzarla cueste lo que cueste. Cada vez corría más despacio, así que aproveché la distancia que le había ganado y me impulsé hacia ella. Sentí cómo sus piernas se doblaron débilmente al sentir mi peso en su espalda.

   Acto seguido, caí junto con ella, a lo que pensé que sería el suelo. Pero me aseguré de lo contrario cuando vi el agua. Pegó un último grito y yo ahogué un gemido justo al hundirme; creando un ruidoso chapuzón que resonó en todo el lugar.

   Me sumergí completamente y la solté. Debimos de haber llegado al lago, diablos no lo vi venir.

   Podía sentir cómo se movía a mi lado bajo el agua. Me impulsé hacia arriba con los brazos, y apenas mi rostro salió a la superficie, tomé una gran bocanada de aire.

   Agité la cabeza para quitarme los mechones de cabello que me tapaban la vista y abrí los ojos en busca de la chica, pero no la localicé. Maldita sea. Me sumergí una vez más y nadé hacia ella con desesperación, cuando ubiqué su cuerpo medio inconsciente bajo el agua, la sujeté fuertemente del brazo y la impulso hacia arriba conmigo.

  No se estaba moviendo, los latidos de mi corazón se dispararon y con un brazo la sostuve de la cintura, para con el otro nadar hacia la orilla. Tengo que sacarla del agua.

   Me costó trabajo, pero al final lo conseguí. Sentí un gran alivio cuando pisé el lodo en donde terminaba la laguna. La agarré por los brazos y la saqué a rastras. No respiraba ni se movía. Me dio una punzada de ansiedad y cuando ya estábamos lejos de la orilla, la recosté en el pasto. No sabía qué hacer, debía actuar rápido.

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