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Chase.

Dejo la melodía suave de la canción que suena llene el espacio en el que me encuentro mientras mojo los cabellos del pincel en la pintura azul que descansa junto a mí. Una vez que sus cabellos ya están manchados con el líquido, empiezo a trazar líneas delgadas sobre la pared frente a mí.

Pintar es la mejor manera que he conseguido para desconectarme del mundo que me rodea. Es una buena terapia, con la que puedo relajarme y perderme por unos minutos.

Con cada pincelada que doy, el dibujo frente a mí empieza a tomar forma.

Tengo una habitación en casa que he convertido en mi propio estudio, un sitio donde puedo darle rienda suelta a mi imaginación. Es mi lugar seguro, un pequeño espacio lleno de colores y dibujos que yo mismo he hecho y que, con el pasar del tiempo y la práctica, han mejorado, superándose el uno al otro.

Sin embargo, ni siquiera pintar hace que mi mente y mis pensamientos se alejen de ella: de Giselle y su hermosa sonrisa.

Siempre aparece en mi cabeza, es difícil evitarlo, y no me desagrada ni un poco.

¿Qué está haciendo conmigo? No lo sé. Me tiene hechizado. Estoy cautivado. Bajo el más dulce de los sortilegios.

Se ha convertido en mi musa e inspiración. Sonrío mientras cambio de pincel a uno más fino. Cojo la pintura marrón que está junto a la azul para empezar a echarle color al boceto que he hecho de ella sobre la pared más grande de la habitación.

Mientras, tarareo al ritmo de la música que suena, y el tiempo deja de existir. Cuando termino con sus ojos, agarro la pintura roja y voy a sus labios. Es la parte que más me gusta de su rostro, aparte de su mirada tan expresiva y fascinante.

Unos golpes en la puerta me sacan de mi pequeña burbuja y miro en esa dirección justo cuando Stefan asoma la cabeza por una pequeña abertura.

— Llegó la pizza — me informa, y sus ojos se desvían al dibujo sobre la pared.

— Ya bajo — respondo, colocándole la tapa a la pintura roja y echando el pincel en el recipiente con agua que tengo cerca.

Veo a mi hermano asentir un par de veces y, cuando voy al reproductor y lo apago, ambos empezamos a bajar las escaleras y nos abrimos paso hacia la cocina.

Al entrar, veo a Wendy servirse en un vaso un poco de refresco antes de abrir la caja de pizza y agarrar un pedazo. Está vestida con un pantalón holgado de pijama, una camisa blanca de tirantes, y tiene el cabello rojo atado en un moño alto y descuidado.

Agarro una rebanada de pizza y el vaso con refresco, y empiezo a comer junto a ella y a Stefan.

Mientras cenamos, hablamos de todo y de nada al mismo tiempo. Solo pasamos el rato. Wendy es una excelente amiga, que ha estado con nosotros en los mejores y peores momentos, justo como ahora, donde mi vida está en un punto tan complicado.

Justo cuando voy por la tercera rebanada de pizza, recibo una llamada que me hace fruncir el ceño.

— Es el papá de Giselle — digo en voz alta, y mi tono de sorpresa no se hace esperar.

Veo a mi hermano fruncir el ceño.

— ¿Qué quiere a esta hora?

Me encojo de hombros ante su pregunta y atiendo la llamada.

— Señor Wisocky, buenas noches — saludo, dándole un trago a mi refresco.

— Chase. Hola, muchacho, ¿cómo estás? Disculpa que te moleste a esta hora.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora