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Giselle.

Para mi desgracia, y para su suerte, el resto de las dos semanas pasan sin ningún tipo de señal por parte de Chase Lachowshi. No volvió a aparecer en el café, lo que es de una gran molestia para mí. Quiero enfrentarlo y cortar de tajo el tremendo atrevimiento que tuvo. No es asunto suyo lo que yo haga o deje de hacer con mi vida.

Es lunes en la mañana y mi humor está pésimo, y no pude evitar ligarlo con el hecho de saber que este día por fin voy a enfrentarme a Chase.

Hannah camina junto a mí por todo el pasillo hasta llegar al salón de matemáticas. Luce su melena rubia suelta, y usa un gran abrigo de lana rosado, junto a un Jeans azul oscuro y unas botas de tacón negras. Hablábamos de todo y de nada mientras me permito intentar no pensar mucho en Chase.

Cuando entro al lugar, mi mirada viaja rápidamente hacia el asiento en donde, se supone, debe estar. Para mi desgracia no se encuentra ahí, haciéndome ladear los labios en una mueca.

Me siento en mi lugar habitual, junto a Hannah, suponiendo que quizás llega más tarde, algo que tal vez es normal en él. No presto demasiada atención a lo que pasa a mi alrededor, mucho memos a lo que Hannah dice, solo me centro en la puerta por donde entran los alumnos, esperado de manera impaciente a Chase.

— Eres famosa. — Suelta Hannah a mi lado, sin dejar de escribir en su libreta, donde los apuntes de matemática están anotados con colores que marean.

La miro con curiosidad, preguntando con la mirada a qué se refiere.

— El pueblo es pequeño, y que hayas sobrevivido en las montañas heladas es un gran e intrigante tema. A veces me preguntó qué pasó esa noche. — Me mira, torciendo el gesto con pesar.

— A mí también me gustaría saberlo — le confieso con voz demasiado apagada y desanimada. Obviamente sé qué evité quedar congelada debido al calor agradable que la bestia me proporcionó, pero aún no estoy del todo segura cómo llegué a estar nuevamente en la fogata.

¿La misma bestia lo hizo? ¿Me cargó y llevó devuelta? Es algo poco probable, aunque ahora mismo lo cierto es que soy capaz de creer cualquier cosa que me digan.

Hannah me sonríe de lado y vuelve a centrar su vista en la libreta que descansa sobre la madera de color caoba. Yo, por mi parte, vuelvo la vista al frente y me concentro únicamente en la puerta, esperando que Chase aparezca de una maldita vez. No sé qué es exactamente lo que le voy a decir cuando lo tenga en frente, lo único que sé es que le tengo que reprochar el tremendo abuso que tuvo. Él no tiene el derecho de hacer lo que hizo. Es una acción muy fuera de lugar.

Durante los días siguientes no he intentado ir a buscar más a la bestia. De igual forma, si hubiera querido hacerlo, todos mis intentos hubieran sido frustrados por mi padre. Tomó sus precauciones. Ocultó las llaves para evitar que saliera e incluso empezó a dormir en el sofá de la sala para estar completamente atento.

El tiempo corre. No hay ninguna señal por parte de Chase. Y yo ya estoy empezando a desesperarme. Lo único que me falta es que decida no venir hoy.

Cuando las personas dejan de cruzar la puerta y el profesor de matemática entra, cerrando la puerta justo unos segundos después de escuchar la campana, dejo salir un bufido.

« Genial... »

La primera hora de clase pasa sin ninguna señal por parte de Chase Lachowshi.

Y la segunda.

Y la tercera pasa igual...

El timbre suena, y Hannah y yo, como de costumbre, esperamos que todos los alumnos salgan del salón para luego hacerlo nosotras. Gael y las chicas nos esperan afuera del aula y caminamos hacia la cafetería, hablando y riendo de las ocurrencias de Gael. Sin embargo, no dejo de mirar a mi alrededor, buscando al chico que, por más que llegase a gustarme, en este momento quiero golpear.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora