9: ¡será en tres meses!

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Hola! les traigo un nuevo capítulo, disfruten :-) les está gustando la historia? cuéntenme! las estaré leyendo♥

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 Jimin no despegó la mirada de sus manos durante todo el sermón. Era incapaz de mirar a Yoongi, que se encontraba en las bancas del frente, y tener que ver en sus ojos la preocupación ante la seriedad de su rostro que no podía ocultar de ninguna manera. Era consciente además de que sus ojos estaban hinchados por el llanto que hasta altas horas de la noche no había podido detener.


Como solía sucederle cuando sus preocupaciones le abrumaban, sólo cuando las personas comenzaron a salir de la parroquia Jimin se percató de que la misa había terminado. Se puso de pie y caminó hacia la salida, pero sus movimientos torpes terminaron por ralentizar sus pasos y quedó atascado en la masa de gente que se dirigía hacia la puerta.

—¡Joven Park! —escuchó la voz de la señorita Min elevándose por sobre el murmullo de las personas a su alrededor. Jimin cerró los ojos unos segundos antes de volverse y encontrarse de frente con Min Sora que lucía una amplia sonrisa dibujada en su rostro. Era tan parecida a la de Yoongi, pero tan distinta al mismo tiempo. Ella iba enganchada del brazo de su hermano, y en cuanto sus miradas se cruzaron, entre los dos relampagueó una complicidad que los transportó a otro lugar. Yoongi frunció el ceño y Jimin supo que el pelinegro había descubierto que algo no andaba bien con él.

—Señorita Min— dijo inclinando su cabeza una vez hacia ella y otra más para Yoongi que respondió más por cortesía, pues su ceño fruncido no había desaparecido—, que infortunio habernos quedado atascados aquí.

Ella afirmó varias veces con su cabeza y expuso una serie de quejas en contra de las multitudes: los pisotones eran horrorosos, los jalones de vestido insoportables, y los peinados siempre se estropeaban. Realmente Jimin no atendió demasiado la conversación y esperaba que la señorita Min, que fervientemente se había cogido de su brazo en lugar del de Yoongi, se contentara con sus monosílabos, cabeceos afirmativos y algunas exclamaciones en total acuerdo con ella, pues no quería llevarle la contra y extender un tema de conversación en el cual no estaba interesado.

Jimin se sintió aliviado cuando al fin el aire fresco golpeó su rostro. Aún las personas se aglomeraban en grupos para conversar e intercambiar impresiones acerca del sermón. Jimin se quedó con la señorita Min porque simplemente se había visto envuelto por ella, pero el joven agradecía que Yoongi se encontrara a su otro lado. Aunque así como le gustaba su cercanía, le parecía también una tortura. Necesitaba más que nunca sentirse refugiado por sus brazos y que él le dijera que todo estaría bien.

Se aventuró a mirar a Yoongi mientras la señorita Min hablaba con otras personas aún tomada de su brazo. El pelinegro le devolvió la mirada con algo de aprensión. Aún su ceño estaba fruncido pero cuando Jimin huyó de sus ojos, Yoongi rozó su mano con la de él, transmitiéndole de ese modo que lo que sea que hubiese ocurrido, no lo dejaría solo. Así esperaba Yoongi que comprendiera Jimin. Y el castaño así lo sintió.

Un poco más allá, su tío lo miraba con aprobación en su mirada. Y entonces todo quedó reducido a la mirada de su tío y la frustración que sintió al verse envuelto por esa situación.

El castaño terminó por enterrar la mirada en el piso y esperar a que el coche llegara a buscarlos.

***


Jimin contuvo el aliento mientras sus tíos se encerraban en su despacho junto a los señores Min. Él se había quedado en el salón junto a Seokjin, Yoongi y Sora. Ella interpretaba una melodía en el pianoforte para amenizar el ambiente y Seokjin a su lado la aplaudía.

Mientras Jimin veía esa escena, las piezas del rompecabezas encajaron. ¡Cómo no lo había notado antes!, ¡Era tan evidente! Sólo que él había estado muy ocupado teniendo sus ojos puestos en Yoongi como para fijarse en las señales que tenía justo frente a su nariz.

Comprendió que la hostilidad que su primo había estado mostrando para con él el último tiempo, se debía a que en realidad él sí tenía sentimientos profundos por la señorita Min que sólo quizás se podían comparar con los de él por Yoongi. La devoción que vio en los ojos de Seokjin hacia la señorita Min Sora lo llenó de lástima y angustia. Él estaba ocupando un lugar que debía ser de su primo. Y Seokjin lo sabía. Sabía que Jimin había llegado para quitarle su lugar, aun cuando no era esa su intención.

—Minnie —susurró Yoongi cerca del oído de Jimin. El castaño dio un respingo y regresó al salón, dejando atrás sus pensamientos. Miró a Yoongi y de inmediato su corazón dio varios brincos en su pecho.

Los otros dos estaban inmersos en otro plano como para poner atención a ellos, sin embargo, más valía ser cuidadosos.

Jimin vio la preocupación en los ojos de Yoongi y se llenó de culpa por ser el responsable de ello.

—¿Qué ocurre, Minnie? —susurró otra vez mientras se acentuaba la arruga de su frente y sus ojos eran como dos fuertes agujas taladrándolo e intentando ver más allá de lo aparente—, ¿es que hoy no te encuentras bien? Si te hice daño... yo... —dijo en voz baja mientras sus mejillas se teñían de rojo. El castaño interrumpió.

—¡No! —exclamó Jimin aunque en voz baja—, por supuesto que no —acarició con sus dedos un poco la rodilla de Yoongi que estaba justo junto a su mano en el silloncito—. No se trata de eso en absoluto.

—¿Y entonces?

—Es... es sólo que... —se quedó en silencio.

—¿Qué? —preguntó impacientándose, pasándosele mil pensamientos por la cabeza; mil ideas y ninguna de ellas era buena.

—Es mi tío... él me ha dicho que... —calló de nuevo.

—¿Tiene que ver con el hecho de que él nos haya invitado a comer el día de hoy?
Jimin asintió con su cabeza sin mirarlo a los ojos. Miró en cambio hacia su primo y a la señorita Min que soltaban algunas risas de vez en cuando y luego seguían concentrados en el piano. Seokjin se había unido a ella en el banco y ahora tocaban un dúo.

—Entonces, ¿me dirás de qué se trata? —preguntó Yoongi poniendo suavemente una mano sobre el muslo de Jimin.

De pronto las puertas del saloncito se abrieron y Yoongi quitó su mano de la pierna de Jimin rápidamente. Ambos suspiraron cuando entraron en tropel los señores Min seguidos de los Kim. El pianoforte dejó de sonar abruptamente, pues la señora Min abrazó a su hija tan fuerte que Yoongi creyó que de seguro le había roto algunas costillas. Cuando se separó de ella, Yoongi vio las lágrimas que inundaban los ojos de su madre. De algún modo, las piezas comenzaban a encajar dentro de su cabeza; Jimin extraño, su madre abrazando a su hermana, ellos siendo invitados a comer. El protocolo no era difícil de interpretar, y un nudo se formó en su garganta no queriendo escuchar nada que confirmara sus sospechas. Sin embargo, el cruel destino habló a través de la voz de su padre.

—Querida hija —empezó él, también emocionado, mientras los señores Kim se quedaban detrás de él cogidos del brazo, contemplando lo que a Yoongi le pareció una absurda escena salida de una mala obra de teatro—, a partir del día de hoy estás comprometida en matrimonio con el joven Park Jimin.

—¡El matrimonio será en tres meses! —exclamó la señora Min a su desconcertada y sorprendida hija—. Es un poco tarde, sí, pero el señor Kim nos ha sugerido hacer los preparativos con tiempo y además esperar por la madre del joven Park a que se entere y pueda venir e instalarse antes de la boda. Estoy tan orgullosa de ti hija, yo sabía que tus encantos lograrían conquistar al joven Park...

Jimin dejó de oír la perorata de la señora Min en este punto. Miró hacia Yoongi y lo vio tenso y rígido a su lado. Pero cuando miró sus ojos, en lugar de encontrar ira o frustración, sólo pudo ver tristeza.

Tristeza porque seguramente Yoongi, aunque no lo había dicho en voz alta, también sabía que su sueño de estar juntos era eso, un sueño. Para ellos estar juntos no era posible, era algo vedado, prohibido, errado, inconcebible. Jimin, aunque se moría de ganas de abrazarlo y decirle que era él la persona que se había ganado su corazón, que era él el amor de su vida y no su hermana, se quedó en su lugar, guardando las apariencias como debía ser. Pero aun cuando se esforzara, fingir una sonrisa era imposible en esos momentos. Con el hecho de aguantar el llanto ya era suficiente.

Como si fuese una pintura, Jimin contempló la felicidad que se figuraba en los rostros de sus tíos, de los señores Min que en tan buena estima lo tenían, y de la señorita Min porque su sueño de casarse al fin se llevaría a cabo y al parecer le hacía mucha ilusión que fuese con él. Recordó las palabras de Hoseok hace un tiempo diciéndole que la señorita Min tenía ideas demasiado románticas metidas en la cabeza como para no casarse si no era por amor. Ella creía estar enamorada de Jimin. Y eso fue otra puñalada para él, porque jamás podría corresponder a ese amor.

¿Por qué simplemente no podía abrir la boca y decir que no permitiría ese matrimonio? ¿Prefería romper acaso su corazón y el de Yoongi a cambio del de la señorita Min? Jimin se dijo que sí, y esperaba como el infierno que el corazón de ella fuese demasiado grande y cálido como para que valiera la pena el sacrificio.

Por supuesto él, Yoongi y Seokjin, no eran parte de esa idílica pintura. Jamás podrían formar parte de la alegría que brindaba un matrimonio que a fin de cuentas era una mentira, construido sólo para hacer felices a las personas equivocadas.

Girasoles || YoonminWhere stories live. Discover now