Capítulo 27

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No sabía que el placer anal era tan adictivo. Desde que llegué a casa estuve dando vueltas sobre la cama, deseando que volviera a posar sus labios en mi...

¿Adicción? ¿Pasión? ¿Lujuria? ¿Qué es lo que estaba mal en mi cabeza? Quería alejarlo y en su lugar me junté mucho más a él. Encima estaba con la regla. Más alterada emocionalmente que de costumbre, que no era poco. ¿Qué iba a ser de mi relación con Eric? ¿Qué iba a ser de mis sueños, de...?

¿Para qué pensarlo? Onai me había dado un orgasmo tremendo el día anterior, en el cual no hice nada por la tarde, sólo rememorar la escena una y otra vez, y en el día en el que estaba quería quedar con mi hombre de ojos gélidos. No me anduve por las ramas. Yo quería disfrutar del sexo, de eso estaba segura. Y quería que me sodomizase y esclavizase con todos los juguetitos que tenía en su mazmorra. Pero con la regla habría resultado ser una masacre. Habría sido una mazmorra realmente. Así que le dije de quedar y nada más llegar a su casa le solté, directa:

—Quiero que me comas el culo. —sonó muy de guarra, lo sé, pero quería sentir lo que sentí con Onai en el baño del restaurante. Es... embarazoso, repulsivo, quizás, el hecho de que yo quisiera repetir las escenas sexuales que tuve con mi amante. Ahora me avergüenzo. Y en ese tiempo también. Pero mi lujuria era mayor que cualquier otro sentimiento.

—¿Qué? —preguntó con una sonrisa a la vez que desconcertado.

—Sí, ¿no te apetece? Tengo la regla y poco más podríamos hacer. ¿Nunca lo has probado?

—No... —miró hacia otro lado pensativo. —¿Tú?

—No... —mentí. ¿Cómo cojones ese obseso del sadomaso no había comido nunca un culo? —Pero me haría ilusión.

—¿Me lo comerás tú?

Puagh. De sólo pensarlo me asqueó. Hipocresía, ¿no? Es que mi culo estaba entero depilado y lavado a fondo. El suyo tendría pelos y... Sin embargo si se lo negaba sabía que no me lo haría.

—Quién sabe... —dije para no tener que romper mi palabra. Sonrió y me pidió que me pusiera en posición. No me lo pidas, joder. Cógeme y hazlo. Incluso tuve que ser yo quien se bajó los pantalones. Dios, esto era culpa de Onai. Me estaba acostumbrando a que me lo hicieran salvajemente. Y eso que con Eric empezó así. Pero...

Acercó su boca reticente a mi ano. Lo olfateó. No quise mirarle la cara. Pensé que le estaría dando asco y mi excitación se fue. Le dio un par de besos y no continuó.

—Lo siento, cariño. —me dijo.

—¿Qué?

—No me gusta...

—Vaya...

Si apenas lo has probado. Joder. Puto Onai. Me diste un placer que solamente tú podrías darme.

—Si quieres te penetro por el ano...

—No, déjalo. Ya no tengo ganas.

—¿Qué? —me miró desilusionado. Te jodes, por cobarde.

—Ya me oíste.

—¿Qué te pasa? ¿Es por la regla?

—No, déjame.

—Puedo usar algún vibrador si...

—No. Guarda tus juguetitos para otras. Ya hablaremos.

Me fui de allí. Estaba siendo una idiota. Pudiera ser la regla, no digo que no. O quizá era su actitud. Necesitaba un hombre a mi lado sin complejos y sin escrúpulos en el sexo. Por favor, me lo había limpiado a fondo. Hasta me metí un dedo para limpiarlo. Ni lo tenía así con Onai y mira cómo me lo comió.

¿El Príncipe o la Bestia?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora