El Coliseo (Parte 2)

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A las puertas del Gran Coliseo de Leras dos grifos de piedra se alzaban imponentes; el mítico animal protector de los lerassi. Era creencia común que el grifo representaba todas las cualidades de un guerrero: la fiereza y fuerza de un león, la agilidad y la velocidad de un águila y la sagacidad y la astucia de la serpiente. 

—Seguidme —dijo Furud, era la primera vez que lo escuchaba hablar en todo el día.

Elys asintió y  extendió el brazo a Zairee, ella lo sujetó con elegancia. 

Pasaron debajo de los dos grifos, siguiendo a Furud por aquella entrada, subieron varias escaleras dentro del mismo complejo hasta que llegaron a un palco donde les esperaban sirvientes. Se encontraban en una de las filas de gradas más bajas donde podrían observar mejor la matanza; la comitiva imperial lerassi había surtido el palco con jarras de vino y agua helados, frutas picadas en platos de oro y plata junto a un corderillo que era cocinado frente a ellos. 

Al entrar dos guardias lerassi detuvieron a los caballeros de Castelia.

—¿Qué significa esto? —preguntó Sir Edduard, de manera cortante.

—Este palco es exclusivo para el príncipe dorado de Castelia y la princesa del sol de Leras —contestó Meissa—. Vuestros hombres serán guiados a otro palco escaleras arriba. Yo me quedaré vigilando a estos tórtolos, guapo —La mujer hizo una mueca, Elys supuso que sería una sonrisa.

—Dado los últimos eventos en contra de mi vida creo que me sentiría más a gusto con al menos tres buenos hombres de mi guardia personal, espero que eso no sea un inconveniente.

La sonrisa de la mujer era macabra.

—Claro que no, príncipe de Castelia.

—Sir Edduard, Sir Adam, Sir Liliam quedaros aquí. Los demás, acompañad a las espadas santas a vuestro palco.

Elys y su prometida tomaron asiento en los tronos, uno al lado del otro. Como era de esperarse de la ostentosa cultura lerassi se encontraban recubiertos con una fina capa de oro. 

—Sean libres de comer lo que quieran, caballeros —dijo Zairee al aire—. Es demasiada comida para nosotros. Sean libres de tomar lo que quieran, les sugiero beber el vino azul de Hemerak. Es delicioso, al igual que el cordero que ven por allá.

—Se lo agradecemos, Su Alteza —respondió la voz seria de Sir Edduard.

—Le prometemos que no dejaremos ni una migaja —comentó fuera de lugar Sir Liliam. 

«Debí pedirle a los hermanos Lancaster que se quedaran»

El Gran Coliseo de Leras tenía varias gradas, suficientes para que casi cuarenta mil personas pudieran apreciar el espectáculo. 

En el nivel que se encontraban y unos cuantos más arriba se hallaban repartidos en palcos individuales miembros de la nobleza lerassi. La gran mayoría miembros del Diván y sus familias. 

En las gradas más superiores, lejos de la matanza, se juntaban y revolvían el resto de la sociedad lerassi distinción alguna. Los mercaderes, artistas, alfareros, magistrados, soldados y capitanes compartían el espacio con los más pobres que preferían pagar una entrada a ver hombres matarse entre sí que poner un pan en la mesa de su familia. 

«Aún siendo la lacra de la sociedad tienen más respeto que la gran mayoría de los esclavos»

Aunque eso era una mentira, en el tiempo que llevaba dentro del palacio nunca vio a un miembro de la nobleza o la corte castigarlos severamente. Era una mentira que se repetía para aparentar ser, quizás, moralmente superior.

(GANADOR WATTYS 2018) Crónicas de la Torre y la Luna: El DecimoterceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora