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Giselle.

El mundo ha perdido enfoque. Sólo puedo concentrarme en el intenso calor que envuelve mi cuerpo. No soy capaz de pensar con claridad, no cuando lo tengo tan cerca, abrumando mis sentidos.

Sin embargo, soy consciente de la poca distancia que nos separa, y del millón de emociones que me están absorbiendo en este momento. De pronto, me encuentro deseando sus labios pegados a los míos. Una extraña necesidad me consume. ¿Es muy rápido para sentir esta necesidad? Creo que sí, pero en este momento me importa menos que una mierda.

Un nuevo roce me provoca escalofríos. La mano que estaba en mi mejilla viaja  y se coloca en mi nuca, y comienza a trazar círculos suaves en mi piel.

— Maldición… — lo escucho jadear, abrumado, y me obligo a abrir los ojos para averiguar qué ocurre.

Está mirando fijamente mis labios entreabiertos, con expresión neutral. Su boca está entreabierta también y puedo ver una hilera de perfectos dientes blancos. Su mano hace un poco de presión en mi nuca, acercándome a él, y no puedo evitar hacer una mueca. Chase disminuye la presión de su agarre y me hace ladear un poco la cabeza. La mano que estaba en mi espalda baja viaja hasta echar mis cabello hacia atrás, dejando mi cuello expuesto.

Lo veo atenta, perdida en sus ojos azules. Me acaricia la piel de la mejilla con la yema de sus dedos y yo aguanto la respiración.

Deja salir el aliento cuando se acerca y besa la zona bajo mi oreja, en el punto en donde mi mandíbula y cuello se conectan.

Siento la punta de su nariz acariciarme la mejilla antes de acercar su boca a mi oído. Mi corazón va a mil por segundo. Cierro los ojos e intento relajarme. Mi cuerpo entero es una locura, reacciona a su cercanía.

Me quedo quieta, conteniendo el aliento, absorbiendo ese agradable calor que desprende su cuerpo.

— ¿Giselle, por qué te arriesgaste de esa forma? — Pregunta, y su aliento golpea mi oreja, erizando los vellos de mi nuca.

— Porque… — jadeo, incapaz de continuar.

Separo los labios para intentar respirar mejor. ¿Por qué Chase me pone así de nerviosa?

— ¿Por qué…? — Pregunta, insistente, sin dejar de respirar en mi oído.

— Porque todos iban al bosque, y no quería quedarme sola — suelto con dificultad, evocando nuevamente el recuerdo de lo ocurrido en el bosque.

Se aleja para verme a los ojos y hace una mueca.

— Bien — dice, aceptando mi respuesta — ¿Por qué te alejaste del grupo?, ¿sabes lo peligroso que era?

— Lo sé — suspiro —. Pero yo no me alejé… Me distraje y me perdí, Chase.

Eleva una ceja.

— ¿Con qué? — Quiere saber, con el ceño fruncido.

— Es raro… es loco lo que voy a decir… pero yo lo… — Me quedo un momento en silencio, sintiendo un nudo apretarse en mi garganta; sin embargo, me armo de valor para continuar —: Yo lo vi, Chase — termino, con voz quedada.

— ¿A quién viste? — Pregunta, viéndome atento, incrédulo, con su ceño aún fruncido.

Termino por negar, retractándome de pronto a decir algo. Esto es demasiado. Entonces, como si de una película se tratase, los recuerdos de esa bestia me abruman una vez más. Aún no entiendo cómo es posible que hubiera sobrevivido, después de todo, esa cosa es, supuestamente, agresiva.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora