Capítulo único

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Su mente estaba desorientada, abatida, golpeándose a medida que recobraba la conciencia. Lo último que recordaba era caminar hacia su coche, pasos acercarse y un pañuelo colocarse alrededor de su nariz y boca para después, caer en penumbra.

Estaba en una perpetua oscuridad.

Su respiración se aceleró, con el corazón desbocado en el pecho. El nudo en su estomago apretándose al darse cuenta de su situación actual. Estaba tumbada de lado, parte de su rostro en contacto con una superficie fría, los brazos y piernas atados firmemente con un áspero material que raspaba contra su piel, pintando sus muñecas y nudillos de un rojo vivo mientras luchaba por liberarse.

—Deja de luchar, lo único que lograrás será hacerte daño –la voz tranquila e impasible de una mujer llegó a sus oídos, provocando que se encogiera ante la repentina sorpresa.

Su propia voz salió como una mufla contra la mordaza. Un suspiro pudo ser escuchado antes de que la cinta sobre su boca le fuera rasgada en un rápido movimiento, obligando a la joven a sentarse.

— ¿Q-Quién eres? –gruñó, sintiendo su garganta raspar y secarse cual desierto.

El silencio que la recibió solamente hizo que su pánico incrementara, su agitada respiración era muestra de ello. Finalmente, se armó de valor y una vez más, pero con voz firme, habló.

— ¿Qué quieres de mí?

Pero su captor hizo caso omiso a su pregunta. De repente, algo empujó contra sus agrietados labios, y una sola palabra fue pronunciada por parte de la desconocida mujer.

— Bebe.

Cautelosamente, [Nombre] sorbió del popote y cuando el líquido impregnó su boca, toda prudencia se esfumó. Sus pensamientos se centraron en aliviar la resequedad que su garganta pedía a gritos aplacar. Para su desgracia, el agua le fue retirada en poco tiempo, escuchándosela soltar un quejido como protesta.

—Pronto volverán los demás –pronunció la misma voz femenina con ligereza, antes de que su tono se tornara bajo y mortal-. Solo para aclarar, si tratas de complicarnos las cosas, yo personalmente me aseguraré de que te arrepientas, ¿entendido?

Asintiendo dócilmente, [Nombre] se mantuvo en silencio, sabiendo perfectamente que su captora no sería burlada con facilidad. Estaba en serios problemas y unos muy grandes.

El continuo silenció fue aprubtamente interrumpido por el sonido de unos pasos y el crujir del suelo debajo de estos. La puerta, o lo que ella suponía lo era, resonó en la habitación, dejando entrar a dos personas tras de sí.

— Así que esta despierta, ¿eh? Espero no la hayas asustado demasiado, Annie. Mira su cara, está aterrada –una voz áspera rió entre dientes.

Unas cuantas palabras fueron intercambiadas por las personas allí presentes, y [Nombre] tratando de hacer el menor ruido, se limitó a permanecer en silencio mientras su mente divagaba en cómo escapar. En cómo volver hacia su libertad.

~~

No tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado desde que había sido secuestrada. Podrían haber sido horas, o incluso días, pero carecía de medios o medidas para rastrear el tiempo.

Los pasos que se aproximaban hacían que sus oídos se agudizaran, con el estómago revuelto mientras vaticinaba de quien podría tratarse. Por lo que había entendido, se trataba de no uno, sino tres captores; y entre ellos, Annie era la que no dudaría en golpearla, mientras Reiner se burlaba de ella.

Fue Bertholdt quien siempre la trató con amabilidad, con dulzura. Le brindaba comida extra, la mantenía hidratada y atendía a sus necesidades.

Sus oraciones fueron contestadas cuando escuchó la voz de Bertholdt gritando su nombre. Las manos grandes y calientes la ayudaron a sentarse desde donde estaba.

Síndrome de Estocolmo | Bertholdt x Reader | Traducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora