Capítulo 25 [Parte uno]

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{Narras tú}

Sus cálidos brazos me envolvían y me sentía demasiado segura como para salir de allí.
Podía sentir su aliento en mi cuello, y la suave caricia de sus manos en mi cadera.
¿Qué diría mi madre de todo esto? No la veía desde la exposición, el día anterior.
Me mataría.

Me removí intentando no despertar al sexy ángel que se encontraba dormido a mi lado. Luhan soltó un suave ronquido. Reprimí una risita.
Creo que incluso con la boca abierta y todo despeinado no existe persona que supere ese sensual encanto masculino.

Busqué mi ropa alrededor de la cama, y decidí probar un viejo cliché. Tomé su camisa y me cubrí con ella como hacían las mujeres en las películas luego de tener sexo. Me paré frente al espejo que había en el armario. 
Bien, como era de esperarse, me quedaba de camisola, y realmente mal.
Pero tenía su aroma, así que estaba bien.
Sacudí un poco mi cabello y salí de la habitación procurando no hacer ruido.

Llegué a la cocina y tomé mi celular de la barra de desayuno.
Tenía dos mensajes de Eun Ji, y una llamada perdida de mi madre.
«Por fin has tomado una buena decisión». 
Ah, ¿ahora me tratas bien, Eun Ji?

«Yo me ocupo de tu madre, tú sólo disfruta ;)» Reí tontamente.
Pese a todo, esa era mi mejor amiga. 
Su incondicionalidad en las mejores situaciones era lo que más me sorprendía.

Aprovechando que Luhan se hallaba dormido, recorrí la casa de arriba abajo. 
Las paredes eran azul oscuro, y había muebles de madera barnizada en tonos oscuros también. Todo lucía tan él. «Podría pasar todo el día aquí» 
En la planta baja se encontraban la sala, cocina, comedor y un pequeño baño, mientras que en la planta alta había dos dormitorios con baños incluidos, más un baño principal, y luego lo que parecía un “cuarto de lavado”.
Reí ante la idea de Luhan haciendo tareas de ama de casa. 

Más adelante, encontré una última habitación.
No tenía más muebles que un simple escritorio. 
Las paredes estaban llenas de diferentes retratos, tantos que casi ni se lograba ver el papel tapiz. 
Se trataban todos de paisajes o personas al azar.
Supuse que serían las fotografías de Luhan. 
Demonios… éste tipo tiene talento. Todas eran fantásticas.

Me senté en el cómodo sillón de su escritorio y di un par de vueltas. Sobre el mueble había unas cuantas carpetas. Una de ellas decía “Academia Wu – Extractos” 
¿Extractos? ¿Acaso está permitido quedarse con fotos?

Curiosa, tomé la solapa de la carpeta y la abrí de un tirón.
Contuve un gritito cuando vi la primera foto.
Era yo.

Sonreía casualmente mientras le explicaba a la pareja de ancianos el porqué de mi obra.
Fue en la primera exposición en la que lo vi.

Oh Dios.
Continué pasando de foto en foto, y todas eran lo mismo.
Yo sonriendo, o mirando a la nada, o hablando, o simplemente yo.

Aquello me hubiese parecido una actitud algo psicópata de no ser porque él me gustaba tanto. Al llegar a la foto final, me sorprendí al leer lo que decía debajo de ella.
“La chica de ojos dulces”.

Sonreí. ¿Desde cuándo tengo ojos dulces? «Oh, ¿qué importa? Es el gesto más encantador que has visto.» 

De repente escuché una voz en el pasillo y cerré la carpeta de un golpe.
Me dirigí automáticamente a la puerta para encontrarme con un Luhan preocupado.

-Aquí estás- dijo con voz ronca envolviéndome en sus brazos.
Le correspondí pasando mis brazos por su espalda desnuda, algo extrañada.

-¿Qué sucede?- pregunté con una sonrisa.

-La última vez, desperté y no estabas- dijo en voz baja y me puse tensa.
Me había comportado como una mismísima mierda.

-Lo lamento- dije besando su hombro. Él acarició mi cabello. –Prometo no volver a hacerlo. Jamás.

Besó la punta de mi nariz y sonreí.

-Luces tan linda dentro de mi camisa- acotó observándome de arriba abajo. Me sonrojé. -¿Cómo has dormido?

Me aclaré la garganta.
-Obviamente, muy bien.

Luhan soltó una risita.
-¿Quieres ir por el desayuno? Tengo una sorpresa para ti.

Algo parecido a una gigantesca oleada de emoción arrasó con mi estómago.
Lo oculté bastante bien haciéndome la despreocupada.

-Bien, estoy hambrienta.

-Y emocionada- aventuró y rió. No fingí más y sonreí animadamente.

-¡Dime qué es! ¡Vamos! ¡Por favor!- rogué trepándome a su espalda. El tomó mis piernas y las mantuvo a ambos lados de su cadera.

-Si te lo digo ya no es sorpresa- dijo y por su tonito supe que estaba conteniendo la risa.
Bajó las escaleras conmigo sobre su espalda.

-Eso se llama maldad. ¿Para qué me dices si me harás esperar? Es mejor que me lo digas un momento antes. Ahora no podré comer de la emoción. Malvado- me quejé con mi mejilla sobre su espalda.
Él me depositó al pie de la escalera.

-Puedo hacerte olvidar de la sorpresa por un rato…- murmuró en mi oído. 
«Tentador, pero… ¡no!» 

Me aparté con una risita.
-El desayuno- le recordé divertida, el bufó y atrajo mi rostro al suyo para darme un duro beso de “aquí él que manda soy yo”.
Me mantuve quieta, resistiendo el impulso de deshacerme de la única prenda que Luhan llevaba.

-Bésame como siempre lo haces cuando quieres algo y tal vez me convenzas. Esto de hacerte el mandón no funciona, cariño- me burlé y entonces el arqueó una ceja. Oh oh, no Luhan, no estaba desafiándote. 

Me apretó contra él, atrayéndome por la cadera, dejándome sentir el duro bulto detrás del bóxer. Me mordí el labio inferior intentando no soltar un gemido.
Inclinó la cabeza para besarme lento y tranquilo. Sus manos seguían en mi cadera, y de vez en cuando sus dedos apretaban justó allí sobre el hueso, enviando impulsos eléctricos a través de mi estimulada circulación.
Una de sus manos encontró el último botón de la camisa y se escurrió debajo de ella, pero sin quitármela. Sus dedos llegaron a mi vientre dando breves y ardientes caricias. Con la otra mano, me atrajo más a su cuerpo. Me sentía físicamente inmovilizada por las sensaciones que se desplegaban por todo mi cuerpo. 
Luhan mordió el lóbulo de mi oreja al mismo tiempo que su mano debajo de mi camisa acariciaba el borde de mis bragas sobre mi muslo. 
«Hmm, quizá la sorpresa pueda esperar.» 
No me contuve y con mis manos lo atraje hacia mí, disfrutando de esos suaves pero rudos labios. El beso duró cinco segundos hasta que él se apartó rápidamente y con un: “El desayuno espera”, me dejó sola, caliente y frustrada al pie de la escalera.


(…)

-No entiendo por qué diablos me pones una venda- refunfuñé mientras él conducía a quién sabe dónde.

-Quiero que sea una sorpresa hasta que lleguemos, ¿sí? ¿Es mucho pedir?- dijo divertido. Bufé.

-Después de cómo me dejaste ésta mañana… ¡pues claro que sí!
El soltó una carcajada y tomó mi mano. Entrelazó nuestros dedos y se los llevó a la boca como hacía siempre que estábamos juntos.
Bien, ese gesto es tan oficialmente suyo.
Sonreí pese a que todavía estaba algo fastidiada.

-Ya casi llegamos- me avisó. Asentí. Ya me estaba molestando ésta oscuridad.
Unos cinco minutos después sentí como se detenía el auto suavemente sobre la acera.

Escuché el ruido de la puerta abrirse y cerrarse anunciando que Luhan había dejado el coche. Dos segundos más tarde, una suave brisa chocó con mi piel.

-Ven, cielo- dijo tomando mi mano, ayudándome a bajar.

-¿Aun no puedo quitarme la venda? 

-No, aún no. Yo te guiaré.
Me tomó por la cintura con dulzura y caminó conmigo unos cuantos pasos. 
Escuche el ruido de una cerradura y luego me invadió los sentidos un fuerte olor a madera.

-¿Estás lista?- preguntó colocándose detrás de mi. «Ay Dios, la emoción está carcomiéndome» 
Asentí y él me quitó la venda de los ojos.

Oh vaya…
¡Un estudio de ballet!
Observé sorprendida el pintoresco salón. Tres de cuatro paredes llevaban espejos en vez de tapizado y a ambos lados había barras, incluso en el centro del lugar.
Contra la pared frontal colgaban pequeños retratos artísticos de lo que serían bailarinas clásicas. Eso fue todo lo que pude ver antes de que Luhan se posicionara frente de mí, buscando atención.

-¿Qué te parece?- preguntó algo nervioso.

-Es… -musité observando el techo de madera con ventanales de cristal. –Es impresionante. ¿De quién es?

Él sonrió cálidamente.
-Era de mi madre. Ella enseñaba ballet de joven. Bueno, también de anciana. Pero los últimos años dejó de hacerlo- explicó observando el lugar en general. Lo miré fijamente. –Ayer dijiste que no irías más a Anacks, has renunciado a hacer algo que amas por mí, así que creí que debía recompensarte.

Sonreí a medias.
-¿A qué te refieres?

-Éste estudio ahora es tuyo. Puedes venir y bailar cuantas veces quieras. Podríamos reconstruirlo exclusivamente para ti. Sé que puedes bailar en cualquier sitio, pero éste es el lugar adecuado, tienes espacio, música, y libertad de hacer lo que quieras con él.

Lo observé atónita intentando descifrar si era una broma o algo así. Solté el aire, creo que unas cuatro veces antes de arrojarme a sus brazos y besuquear cada parte de su rostro.

-¡No puedo creerlo!- chillé emocionada mientras él reía. –Esto… es increíble, Luhan. ¿Un estudio? Estás loco, diablos, qué demente- dije emocionada mientras lo abrazaba. Con mis piernas acorraladas a su cadera, atraje su rostro hacia mí y lo besé efusivamente, acariciando su cuello mientras lo hacía. –Es el mejor regalo que me han hecho en mi vida. Eres tan considerado, yo… esto… es muy especial para mí. Gracias, Dios, gracias por ser tan lunático.

El estalló en carcajadas, y continuó besándome dando algunos pasos alrededor de la habitación. Cuando finalicé con mi muy acalorado agradecimiento, no pude contenerlo y volví a abrazarlo.

-¿Me verás bailar?- pregunté mientras observaba el lugar, fascinada. -¿Quieres verme bailar?

I Don't Careᴇ - EXO - [Luhan y Tu] - [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora