Capitulo 2

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-Esa chica es linda y es humana ¿No te apetece?-dijo el chico burlón, señalando a la más delgada del salón, que según él eran las peor alimentadas y por ello con peor sabor.
-No me atrae, ni siquiera su sangre.-contestó Dan sin siquiera ver el cuerpo que señalaba su compañero, prestando poca atención a todo aquello que consideraba inútil.
Las luces cambiaban de un color a otro conforme a la canción. Ésta noche el lugar estaba infestado de gente.
Dan miró a su alrededor con desprecio. Le irritaba toda aquella música y más aún ver a los humanos reír con tanta tranquilidad en un mundo engañado, donde su existencia debía de ocultarse por ser temida y repudiada.
Puso mala cara preguntándose en qué momento había decidido acompañar a Patricio.
Dan era atractivo, como la mayoría de los de su especie, más no como todos. Era muy alto, tenía los ojos grandes, de un color extraño entre miel, amarillo y diferentes tonos de verde, pestañas largas y el cabello oscuro y rebelde, era blanco, con la nariz recta, que iba de acuerdo con sus otras facciones, era joven, con veinte años de edad perpetuos y con cuerpo atlético, físicamente llamativo. Sus andares eran extraños, lo cual alejaba a la gente, o por el contrario la atraía más. Dan era un tipo silencioso, distante y la mayoría del tiempo su gesto era frío, aparentemente tranquilo, pero eso también era un disfraz, uno que podría engañar a cualquier humana y que le permitía alimentarse con mayor facilidad.
Patricio, el vampiro que lo acompañaba, silbaba en espera de ser seducido por la fragancia natural de alguna chica humana. Seguido venía a éste lugar buscando a alguna humana que vaciar. Normalmente lo conseguía. Ésta noche no sería la excepción.
Patricio no tenía límites, por ello siempre lo acompañaba Dan, para cuidar que no se metiera en problemas y no porque le preocupara su bienestar, si no para que no los delatara, si lo hacía, los mismos integrantes del nido lo asesinarían. Dan era mucho más grande que él. Patricio había sido convertido treinta años atrás, joven y tonto al parecer del vampiro más maduro, pero al menos resistía sus acelerados ritmos, a diferencia de la mayoría.
La gente bailaba y se emocionaba con la nueva pista, cosa que ellos jamás harían. No, ellos preferían mirar.
Un par de chicas entraron al lugar, ambas vestidas extravagantemente, con cuerpos y rostros perfectos; una pelirroja y la otra morena. Enseguida la atención de la gente fue a parar en ellas y miradas ansiosas las seguían a donde iban. Chicos y chicas que las veían pasando quedaban atontados, las humanas les envidiaban y los hombres olvidaban los nombres de quienes los acompañaban, inclusive los dos vampiros voltearon a verlas.
Patricio se irguió y acomodó su rubio cabello de lado, según él para hacer lucir su mejor ángulo. Las dos chicas se acercaron a un trío de solteros poco llamativos a los que ninguna otra se habría acercado en toda la noche. Charlaron un rato, al parecer intercambiaron números telefónicos. Al despedirse, ambas se dirigieron hacia la mesa en donde los dos vampiros se encontraban observándolas, no muy sorprendidos de verlas aproximarse y con sonrisa burlona. Sin decir nada, ambas chicas tomaron asiento en su mesa, lo que provocó que ambos les prestaran verdadera atención.
-¿Qué hace un par de solteros tan atractivos y tan solos?-dijo la bajita y pelirroja de ellas, echándole el ojo a Dan desde que entró, quien permanecía igual de tranquilo como desde que llegaron.
-Y yo que creí que todos los nuestros tenían los mismos intereses dentro de un lugar como éste.-rió la morena.
Efectivamente ambas chicas eran vampiras, los tatuajes que lucía una de ellas en el muslo lo revelaba.
-Estamos solos.-Patricio fingió poner cara de tristeza-¿Por qué no nos acompañan?-movió bruscamente la cabeza, acercándose como una cobra, intentando que sus poderosos ojos surtieran efecto o sembraran algún interés en alguna de ellas.
-¿A qué nido pertenecen?-preguntó la pelirroja sin dejar de mirar a Dan, imaginando que eran importantes.
-Al nido de Carmen.-respondió éste indiferente, apenas mirándola.
-Yo al de Martin. Celia al de Henry.-contestó la vampira.
-Lo sabemos.-Patricio sonrió y miró la pierna de la morena atraído.
-Sí, por esto.-la morena se levantó el vestido y subió la pierna a la mesa presumiendo su tatuaje -Es algo obvio, pero a nuestro líder le encanta marcar todo lo que le pertenece, tal como a un caballo.- Suspiró, maldiciendo en silencio su eterna marca mientras la repasaba con los dedos.-¿Y cómo es?- bajó la pierna, Patricio la siguió con la mirada.
El volumen de la música subió.
-¿Quién? ¿Carmen?-con la respuesta de la morena, Dan recordó a Henry y lo que la chica había dicho acerca de marcar todo lo que le gustaba y pensó en todos los vampiros con los que había peleado y que mató que tuvieron esos singulares tatuajes, la lista era larga.
La chica asintió
-¿Es tan fuerte como dicen? Inclusive nuestro líder la respeta.
-Es un bombón.- dijo Patricio imaginándose a Carmen llamando a su nombre, cosa que jamás había sucedido. Aunque ella tenía la mejor memoria que había visto, él mismo sabía que no era una pieza importante para el nido y si moría,  Carmen apenas lo notaría quizá ni se inmutaría.
-Ella manda.-contestó Dan divertido con lo que creía que había pensado su compañero, considerándolo y coincidiendo.
Ambas resoplaron.
-¿Qué hace que ni tú ni yo podamos hacer? No creo que sea tan diferente a ustedes mismos.-bufó la morena ofendida, aferrada a que todos los de la especie eran iguales, intentando ignorar que incluso entre ellos también había niveles.
Patricio y Dan intercambiaron miradas y soltaron a reír con desdén.
-Carmen es la inmortal ancestral más fuerte que he visto en la vida. Es la más vieja conocida, y hasta ahora nunca hemos tenido que trasladar el nido a otro lado. Los cazadores no lo han encontrado y los hemos burlado muchas veces.-presumieron orgullosos de tener tan buena fama en el medio.
Ambas chicas los miraron con aprobación.
En tiempos como estos había surgido algo nunca antes visto entre vampiros, racismo. Era como la etiqueta de cada vampiro el pertenecer a algún nido, así, éstos estaban divididos en clases sociales, entonces dependiendo al nido al que pertenecían, sería el tipo de vampiro que eran. Había formas de reconocer del nido del que provenían los vampiros a simple vista, al verlos combatir, por ejemplo. Como Dan había dicho, los vampiros del nido de Carmen recibían un entrenamiento muy peculiar, por esto eran muy rápidos y sabían manipular muy bien las armas de los mismos cazadores; a diferencia de los vampiros del nido de Martin, que saltaban mucho más alto que los demás y que tenían los colmillos más largos y hasta más filosos, o como los del nido de Henry que se tatuaban en varias partes del cuerpo para reconocerse y eran menos independientes, normalmente cuando atacaban lo hacían en grupo. Esto llamaba la atención de ambas chicas puesto que los del nido de Carmen eran los más altos en la jerarquía; tenían fama de ser los más sádicos y violentos, por lo mismo los más fuertes y con mayor probabilidades de sobrevivir.
-¿Y ya encontraron la carne que buscaban?-preguntaron amas chicas al unísono.
-No, todavía no me he alimentado. Él ya.-se quejó Patricio señalando a Dan con intención de que le prestaran mayor atención a él que a su compañero, quien normalmente era a quien miraban; seguramente por su tan sangrienta fama.
Platicaron otro rato, las chicas tenían sed. No tardarían en elegir a algún humano dentro del salón.
-¿Qué les parece si salimos de aquí y vamos a divertirnos los cuatro?-sugirió la pelirroja mientras colocaba su fría mano sobre la de Dan, aún más fría, que estaba recargada sobre la mesa, demostrándole así su interés, dándole a entender que se fueran en parejas: Patricio y la morena, Dan y ella.
Dan podía sentir su mirada clavada en él, sabía que le atraía. La miró a los ojos y sosteniéndole la mirada por dos rápidos segundos, la analizó; era guapa pero no lo suficiente, de hecho le recordaba mucho a Ariane, su antigua novia (excepto por el color de cabello), lo cual le gustaba menos, en fin, ésa era otra historia.
-Bueno, eso depende de lo que hagamos.- sonrió Patricio, siguiendo con su acostumbrado y ya tan cantado patrón de coqueteo mientras acariciaba el largo cabello de la morena.
Dan lo miró con repulsión, no le parecía que fuera un buen candidato ni digno de pertenecer al nido. Se preguntaba qué habrían visto en él para convertirlo cuando era alguien que nada se tomaba en serio y que además era problemático, casi igual que su creador.
Dan era muy recto, tenía que serlo al ser un "vampiro maestro". En realidad todavía no era uno, pero era el alumno favorito de Lázaro y éste quería que lo fuera. Los vampiros maestros eran: Frederick, Isadora, Lisa, Lázaro, y por supuesto Carmen. Todos ellos entrenaban y eran los protectores del nido. Todos eran aún más viejos que él, pero Dan era muy fuerte e intrépido, por eso lo habían unido a su exclusivo grupo al igual que a Anthony, su rival, quien se caracterizaba por lo veloz que era.
-¡No!-se levantó. Todos lo miraron.-Estoy cansado, tengo otra cosa que hacer.-retiró su mano de la de la vampira, cortante y con frialdad sin importarle si podría llegar a dañar sus sentimientos o no y se alejó dos pasos de ella, como si la repudiara; y si la hería no le molestaba, se suponía que no debería de tener ninguna clase se sentimiento que no fuera propio de su especie. Se volvió hacia Patricio.-Quédate si quieres, yo me voy. Nos vemos.
Los tres lo miraron desconcertados, sobre todo la pelirroja preguntándose qué era lo que había visto tan desagradable en ella con frustración.
El vampiro se retiró.
-Había oído hablar de él. Dicen que es un animal, cruel y despiadado.-susurró la morena al verlo retirarse.
Patricio asintió. Dan podría ser muy divertido, con él se la pasaba genial, pero normalmente siempre era el que finalizaba la fiesta. Sonrió, al menos las dos chicas serían para él solo.
La pelirroja lo miró marcharse resignada y no le quedó de otra más que quedarse con su compañera y con el irritante rubio, el cual conocía sus intenciones.
Dan salió desesperado de las luces cambiantes y aburrido de la plática de todos ahí.
Se fue.
Era mentira que tenía algo que hacer y tampoco estaba cansado, tal vez volvería al nido a ver que todo estuviera bien.
Solitario por las oscuras calles continuó su camino antes de que amaneciera y que el Sol lo hiriera. Miró la palma de su mano donde descansaba una vieja cicatriz de quemadura que la ensombrecía, recordándole lo que el Sol podía hacerles. El Sol lo fastidiaba pero al menos podía aguantarlo por un rato, esto por los muchos años que tenía, los vampiros jóvenes no podían soportarlo, los iniciados no podían salir a la luz del día los primeros años, pero él no eran un novato, él tenía un largo y oscuro pasado. La marca se la hizo cuando era un primerizo y su cuerpo aún no aguantaba el mínimo rayo de luz, pero ahora era más fuerte, más poderoso, y sus marcas ahora sólo eran cicatrices.
Sus extraños ojos brillaron una vez más y tan veloz como humo negro, Dan desapareció sediento y listo para matar resignado.

Luz EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora