Me puse en pié y ella me imitó. Me amarré el pelo y dejé suelto el flequillo para que pudiese tapar algo de mis enormes ojos. Volví a mirarme una vez más y me sonreí, sintiendome confiada. Podía hacerlo.

—Bueno... le dirás a tu padre que nos lleve, ¿verdad? —preguntó con ilusión-. Hace mucho sol y...

—Caminaremos —le corté. No me gustaba pedirle favores a nadie y mucho menos a mi padre. A pesar de vivir en la misma casa, nunca tuvimos una buena relación.

Él decía que yo hacía cosas con tal de llevarle la contraria, pero la verdad es que no. Simplemente quería hacer cosas de adolescentes normales y jamás estuvo de acuerdo. Yo quería salir, ir a una cafetería con mis amigas, tomar un helado, tener anécdotas que contar, pero nunca pude. Debía ser la primer y única hija perfecta que tendría.
Así que me escapaba en el colegio, la verdad es que Janelle y yo casi nunca estábamos en clase. Mi madre era la única que lo sabía, pero como me comprendía decidió callar. Yo seguí escapándome durante el ciclo escolar, pero esperaba que ahora las cosas fuesen diferentes.

—Hace muchísimo calor —comentó, haciendome salir del trance. Sacó una botella congelada de su mochila y bebió de ella—. ¿No estamos muy lejos como para caminar? —bufó.

-¿Y eso qué? —levanté una ceja—. Tenemos una botella de agua y dos bonitas piernas. Ahora, vámonos o llegaremos tarde —propuse. Ella asintió, salimos de la casa en silencio y comenzamos a caminar.

—¿Por qué no hay nadie aquí? — preguntó Janelle agitada, dandole un sorbo a su agua.

—Valgame dios, si solo fueron un par de cuadras. Serías la primera en morir en un apocalipsis zombie, creo que lo anotaré —me burlé de ella. Miré hacia adentro y pude notar que, en definitiva nadie se encontraba en ese solitario pasillo que alcancé a ver. Saqué mi teléfono del bolsillo y le dí un ligero vistazo a la hora—. No, de hecho... llegamos justo a tiempo — susurré con extrañez.

—Genial, además de equivocarte de corbata, te equivocaste de colegio —se incorporó, echandose a reír.

—Al menos yo sí me la sé anudar —le saqué la lengua y comenzamos a pelear de mentiras.

—¡Sueltame, zorra asquerosa! —bramó.

De pronto, escuchamos un chirrido y la puerta principal se abrió. Nos soltamos inmediatamente y vimos a una mujer rubia y robusta fruncirnos demasiado las cejas. O mejor dicho, la ceja.

—Señoritas, ¿qué están haciendo? —inquirió con irritación. Las palabras salieron tan atropelladas de su boca que casi no logramos entenderla.

Miré a Janelle, y como si estuviese leyendo mis pensamientos contestó:

—Nosotras... somos nuevas. —balbuceó.

Ella nos analizó de pies a cabeza y negó un par de veces.

-Sí, ya lo veo -tronó la boca-. Bien, está claro que no leyeron el reglamento. Regla número uno; nada de maquillajes exagerados. Regla número dos: Camisa y corbata bordó. ¡BORDÓ! ¿Quién te dijo que era azul, pequeña? -me preguntó.

Yo no reaccioné en ese preciso instante porque no pude. Todo el buen humor y mis expectativas habían caído de inmediato. No era un muy buen comienzo para ninguna de las dos, a decir verdad. Tragué saliva y rápidamente recuperé mi postura al ver a una bola de estudiantes subir las escaleras.

-Fue una preceptora, su nombre era Claudia -respondí con tranquilidad.

-Claudia es una idiota -escupió-. Quítatela y sube con los demás. Reúnete con la idiota de Claudia y les dirá en qué salón están, espero que no se equivoque con eso también.

Oh My CrushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora