V. Leche dejada por humanos

521 50 5
                                    

V. Leche dejada por humanos

“Necesito que me lo cuentes todo”, me dice Ibis.  Yo tengo toda la intención de responderle, pero no puedo.  Todo eso es demasiado para mí.  Estoy cansado de todo el trayecto, de haber cargado a mi hermana, de haber llegado hasta aquí.  Y emocionalmente tampoco estoy en perfectas condiciones.  Me acabo de enterar de que mi hermano Gigio ha muerto.  Pero poco antes vi a Maliki y toda su familia envenenada.  Estoy exhausto.  Sin realmente quererlo, caigo desmayado.

No sé cuánto tiempo pasa hasta que despierto.  Mi cuerpo me duele.  Los músculos de mi mandíbula están entumecidos.  Apenas puedo abrir y cerrar la boca.  De seguro es por cargar a Bianca todo ese tiempo.

¡Bianca! ¿En dónde está mi hermana?

Levanto la cabeza de inmediato.  Registro el dolor que siento en el cuello, también por el esfuerzo físico de la noche anterior, pero lo aguanto.  Miro a mi alrededor y analizo en dónde estoy.

Me encuentro en una canasta sobre la cual han puesto una manta, encima de la cual me habían colocado.  Cuando me despierto estoy tapado por una especie de colcha, de tal manera que me encuentro calientito.  No obstante, apenas me despierto me destapo.  No está en mi naturaleza dormir tan abrigado.  Me es extraño.

Junto a mi lado está Bianca durmiendo profundamente.  Pobre, debe necesitar descansar, así que la dejó ahí.  No la despierto.  Intento pararme y me doy cuenta de que estoy en interiores.  Dentro de una casa de humanos.  Yo he vivido toda mi vida en un patio y en las calles.  He entrado a casas de humanos unas cuantas veces, pero tampoco es mi naturaleza estar aquí.  Me siento atrapado.  Busco rápidamente una forma de salir.  Miro a mi hermana durmiendo.  Estoy confundido.  Comienzo a respirar con mayor rapidez y dificultad.  La vista se me nubla.

“Tranquilo”, escucho la voz de Ibis. “No te preocupes.  Estás en un lugar seguro”

“¿En dónde?”, pregunto desesperado. “¿Cómo podría salir de aquí?”

Los gatos no tenemos una palabra para claustrofobia, porque es algo natural para nosotros.  Es como pedirle a un pez que tenga palabra para agua o a una araña una palabra para telaraña.  No está en nuestra naturaleza estar encerrados en lugares como éste.  No es normal. ¿Cómo pueden hacerlo algunos otros gatos? Nunca lo tendré claro.

“No te preocupes”, dice la gata blanca y de un brinco llega a lo más alto de un mueble blanco, desde el cual se accede a una ventana.  Con su pata la empuja y se abre lentamente. “Si quieres hablamos en el jardín.  Pero realmente necesito que conversemos sobre lo que pasó hace dos días”

“¿Dos días?”, pregunto asombrado. “¿Cómo es eso posible? ¿He estado aquí tirado dos días?”

“Así es.  Febo te dio unas infusiones para que te relajes.  Realmente necesitabas el descanso”

“Pero... pero...”, ahora que sé que puedo escapar por la ventana no siento la necesidad de hacerlo.  Miro en otras direcciones, buscando escondites y detalles. “¿Y mi familia?”

“Lo siento”, responde ella bajando de un salto a mi nivel. “Tu hermana Bianca es la única que sobrevivió.  Y tú.  Ahora ella es tu responsabilidad”

“¿Todos murieron?”, pregunto en voz baja. “¿Mi mamá? ¿Iker? ¿Gigio?”

“Todos están muertos, Dalton”, dice ella fríamente. “Y es un milagro que ustedes dos sobrevivieran.  Necesitamos saber cómo fue que lo hicieron.  Muchas otras vidas están en juego.  Cualquier detalle que me puedas contar va a servir”

Yo la miro fijamente y entonces me doy cuenta.  A ella no le importo.  Lo único que quiere es una historia detallada de lo que pasó esa noche.  Me necesita para eso y solamente por esa razón me ha cuidado hasta ahora.  Se aseguró de que sobreviva yo y mi hermana.  Si yo me negara a hablar o no sobreviviese seguramente estaría teniendo esta conversación con ella.  

“¿Quién me dijo que era usted?”, llego a preguntar.  Ella se da cuenta de inmediato de lo que sucede.

“Ibis.  Y soy parte del Consejo.  En lo que a ti respecta, soy la autoridad.  Si quisiese podría recomendar que te encierren.  A ti y a tu hermana.  En sótanos distintos.  Sin luz.  Sin agua.  Sin aire. ¿Es eso lo que quieres?”

Yo niego con la cabeza temeroso.

“Entonces te sugiero que comiences a hablar”, continúa ella. “Necesito saber qué fue lo que ellos comieron y ustedes dos no. ¿Qué es lo que usaron los humanos para envenenarlos?”

“¿Los humanos?”, pregunto extrañado. “¿Por qué nos envenenarían?”

“¿Por qué, preguntas?”, ella sonríe y va hacia la canasta en la que está durmiendo Bianca. “¿En qué cueva has estado viviendo estos años, niño? Los humanos nos odian.  Serían más felices si nos mataran a todos.  Si nos eliminaran de este mundo.  Lo único que desean es deshacerse de todos nosotros.  Los humanos son nuestros enemigos, niño”

“No”, llego a gesticular yo. “El humano que vive en la casa en donde vivía con mi familia nos quería.  Nos daba comida y nos cuidaba.  Nos daba agua fresca una vez al día.  Y a veces incluso nos daba leche”

“¿Fue eso, entonces?”, pregunta ella levantando la cabeza. “¿Fue en la leche que pusieron el veneno?”

“No sé”, respondo. “No creo”

“¿Por qué?”, pregunta una voz de gato adulto.  Ibis de inmediato gira buscando su origen.  Yo la busco velozmente, pero sé que no la encontraré, así que me distraigo con la reacción de ella. “¿Por qué no crees?”

El gato que había hablado emerge de lo más alto de una especie de armario que hay en una esquina de la habitación.  Sin esperar un segundo salta y cae entre Ibis y yo.  La ignora por completo y me habla mirándome a los ojos. 

“Vamos, tú puedes responder”, me dice. “¿Por qué no crees que te haya envenenado ese humano en la leche que te servía de vez en cuando?”

“Porque la tomamos todos”, respondo de inmediato. “Y no todos murimos.  Bianca y yo estamos vivos.  Y también tomamos de esa leche”

“Pero eso no es todo, ¿no es cierto?”, el extraño de voltea hacia Ibis sonriente.  Ella está sorprendida, pero no dice nada. “Hay algo más.  Algo obvio”

“Pues...”, miro a Ibis indeciso, pero termino respondiendo. “Que si con eso nos envenenaron a nosotros, ¿cómo fue que envenenaron a todos los demás? A Maliki y a ellos”

"Podrían haber coordinado", defiende Ibis su teoría.  Los dos la miramos. "Los humanos coordinan entre ellos cosas.  Podrían haber coordinado para envenenar esa noche a todos esos gatos"

"Supongo", dice el extraño. "Pero no creo.  Después de todo, han pasado como dos semanas desde que ese humano del que hablas te sirvió leche, ¿no es cierto, muchacho?"

“¿Cómo podías saber eso?”, pregunta Ibis desde donde está parada.

“Fácil”, dice. “Vengo de su casa.  Vi el plato de leche a un lado.  Por el olor podemos saber que llevaba ahí varios días.  No podrían haberlos envenenado con esa leche.  Y los culpables no fueron humanos, tampoco”

“¿Quiénes, entonces?”, pregunta ella molesta.

“Otros gatos”, responde él y salta hasta el borde de la ventana que está abierta.  Luego se dirige a mí. “Pues bien. ¿Vas a venir o no?”

Y salta hacia afuera.  Yo no dudo en seguirlo.

Los gatos de MirafloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora