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Él pisó una hoja, lo hizo.

Una hoja seca y amarillenta.

Bien.

Genial.

Deja de caminar extraño.

Se dijo a si mismo. Su visión enfocada en sus desgastados zapatos color vino, su torso cubierto por una gran chaqueta estampada de lo que sea y sus piernas envueltas en unos casuales jeans negros. Notorios y largos rizos anaranjados cubriendo su frente y parte de los luminosos ojos verdes.

Miró su reflejo al pasar por un pequeño negocio de grandes ventanales.

Se veía...

Como él.

Con firmeza acomodó su bolsa en sus hombros y continuó, los estudiantes de variadas edades dirigiéndose a la dirección contraria.

Contó cada paso que daba, intentando reducir la distancia y el tiempo.

Treinta y cinco, treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro, treinta y cinco, treinta y seis...

Cuarenta y ocho...

Elevó sus ojos encontrándose con los ajenos mirándole, evaluándole, sonriendo en lugar  de la boca que siempre le había tratado amablemente. El cabello castaño un poco más largo de lo usual, pero sin arruinar la apariencia de chico educado. A diferencia de lo que quería, se movió tranquilo, disminuyendo su velocidad y contemplando en cada momento a la persona esperándole del otro lado de la calle, y al terminar con la distancia, se tambaleó,
todo él, internamente. Su cabeza reproduciendo un nombre en específico millones de veces, asustándolo. Asustado por la grata sensación  instalada en su boca, pecho y alma.

Juntó sus labios al sentirlos secos, disponiéndose a hablar.

Tomó una disimulada respiración, y lo hizo.

―Hola―susurró, como si alguien estuviera observando el reencuentro después de varios días.

El agarre en su bolsa se incrementó.

―Hola―imitó el otro, a centímetros. La voz un poco más alta que la propia. El aroma del castaño abrumando todos sus sentidos.

―¿Y? ¿Cómo te fue? ¿Pescaste algo o solo te quedaste mirando?―su mano subió para mover los rizos que le obstruían la visión. Los ojos cafés siguiendo sus movimientos y deteniéndose más rato de lo necesario en las extensas ondas color atardecer.

A DongYoung no le gustaban los atardeceres.

Gracioso.

―Bien, y a diferencia de lo que piensas, no soy tan inútil con la caña.

―¿Ah no?―burla adornando su pregunta.

―Un poco―admitió Jung para su desgracia. Las comisuras de los labios del pelirrojo elevándose lentamente para luego volver a bajar. Una leve tensión balanceándose en el ambiente.

―¿Te divertiste?

―Sí.

―Ah.

DongYoung elevó su barbilla.
Sus miradas intactas por interminables, ¿segundos?

―Ah―repitió Jung.

Sus bocas chocaron ansiosos, sus mandíbulas acomodándose rápidamente intentando mejorar el exceso. Un suspiró entrecortado pasó de sus labios terminando en los otros cuando los rizos de su nuca fueron acariciados. Sus extremidades se enrollaron en el largo cuello, sus dedos recorriendo la piel blanquecina mientras su rostro era acunado por las grandes manos de Yoon Oh. El índice de Jung enrollándose en uno de sus rizos anaranjados entretenidamente mientras continuaba besando.

SEPARAMEーJAEDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora