Capítulo 47

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 Habían pasado ya tres días y no sabía nada de David. Estaba especialmente nerviosa porque su padre salía esa misma tarde del hospital. Intentaba distraer a su mente con cualquier cosa, pero era algo así como misión imposible. Tembló, como llevaba haciendo todo el día, y no debido al frío que se había ido abriendo paso en esos días. No sabía si volvería a ver a David, no sabía nada de él, era como si hubiese desaparecido del mapa. Frustrada y con ganas de llorar, había pensado mil veces que sólo había jugado con ella, que al no haberle dado lo que él quería no iba a volver a verlo. Tenía todo tipo de pensamientos y de hipótesis sobre el motivo por el que el chico no aparecía por su vida. Era como si se hubiese esfumado. Al día siguiente, había esperado ver su moto en el mismo lugar. Pobre ilusa. La moto no volvió a estar allí ni una de las veces que la chica pasó por aquel barrio de mala muerte tras visitar a su padre.

Cada vez sentía que todo la afectaba más, como si sus emociones estuviesen llevándola al borde de un ataque de nervios por no poder controlar lo que pasaba a su alrededor. A pesar de todo eso, no quería ver a ninguna otra persona que no fuese David.

Caminaba de vuelta a casa, para variar, por su estúpido castigo tan sólo podía ir del colegio a casa y de casa al hospital y viceversa. No había vuelto a ver la moto de David en aquel lugar, pero iba a hacer todo lo posible para encontrarlo antes de que su padre saliese del hospital. A pesar de que trataba de pensar que nadie quería hacerle daño a su padre, no era capaz de creerlo. Era como si esa vocecita en su cabeza no parase de alertarla porque había peligro en todos lados, como si ella y su familia fuesen el blanco de algo grande y tenebroso. Se abrazó a si misma mientras sus dos amigas seguían hablando, discutiendo entre ellas para variar.

Verónica observó a Paloma. Se había agujereado de nuevo la nariz, haciéndose un septum, que no le quedaría mal de no ser porque ya llevaba otro piercing en la nariz. La chica aún se preguntaba el motivo por el cual Paloma salió llorando de su casa. Tanto ella como Eva habían tratado de hablar con ella, pero la chica se negaba a hablar y hacía como si aquello jamás hubiese ocurrido. 

-¿Estás bien?

La voz de Beatriz, esa chica morena y cuyo padre había muerto hacía unos días por culpa del robo del museo, la sobresaltó. Verónica iba tan callada y ajena a la discusión de Eva y Paloma que se le olvidó que Beatriz había salido de clase con ellas. Era curioso, Verónica se sintió profundamente mal por haber hecho que la chica le hiciese esa pregunta, y no al revés. Era ella quien había perdido a su padre de una manera injusta, aunque a ella le preocupase perder al suyo.

-Sí, si.-contestó deprisa, tocándose el flequillo nerviosa y sin saber bien que decir. ¿Qué se suponía que se decía en aquellos casos? ¿Se preguntaba por el estado de animo o se trataba de no recordarle a esa persona que se le había muerto un familiar? Durante una fracción de segundos se preguntó si realmente alguien era capaz de olvidar eso.- ¿Como te encuentras?

La chica miró al suelo y Verónica la abrazó al ver como comenzaba a llorar. No había sido una buena idea.

-Fue tan cruel. Y lo peor es que no tengo ni la mas remota idea de quien fue. No se como odiar a alguien a quien no conoces, pero lo hago.

Verónica llegó a su casa con esa frase en la cabeza. Sintiéndose identificada, aunque tal vez el odio era una emoción demasiado fuerte para lo que ella sentía.

Encontró a su madre y a Víctor comiendo en la cocina, no la habían esperado y aquello era algo a lo que se iba acostumbrando poco a poco. Ambos seguían aún enfadados con ella, y en el fondo, mas allá de la decepción, la chica agradecía poder pasar menos tiempo con ellos. Necesitaba estar sola, y necesitaba pensar. Su padre salía esa misma tarde, y a pesar de que él había dicho que no había peligro alguno, la chica sentía nauseas cada vez que pensaba en ese momento. Quería algo así como un corte en el espacio tiempo y que en el mismo momento en el que pusiese un pie fuera del hospital llegase a su casa en una fracción de segundos.

Se había subido a su cuarto la bandeja de comida y un zumo de piña. Odiaba el zumo, pero fue lo primero que vio en el frigorífico cuando se dio prisa por salir de la cocina. Su madre había hecho lentejas. Aunque Violeta sabía perfectamente que Verónica las odiaba. Hizo de tripas corazón, no queriendo calentar aún más el ambiente y tan sólo le dirigió una mirada de malas pulgas cuando puso el plato en la bandeja.

Necesitaba tumbarse un rato antes de comer y relajarse, sino sabía que la comida le sentaría mal. Dejó la bandeja en su mesita de noche, apartando la lámpara y el libro que había tratado de leer ya mas de tres veces sin lograrlo. Era infumable y lo peor de todo, obligatorio para el instituto.

Estaba tan sumida en su mundo que no se percató de la sombra que había en su habitación, mirándola con devoción y con malicia al mismo tiempo. Como si fuese un ángel al que tan sólo quería colocarla sobre la pared y hacerla suya. De pronto la chica se incorporó, como si lo hubiese sentido. Aquella fragancia era inconfundible. Ese olor que tal vez solo oliese ella.  

Mil gracias por leerme, no me cansaré de decirlo. Besos!!

Instagram: itssarahmey

Ciudad de niebla© |TERMINADA| (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora