Capítulo 9

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Ésta mañana no me atreví a hablarle a mi padre, y el al parecer tampoco a mí.

Mis ánimos son mínimas, y no es de menos, todavía no supero lo de ayer.

Este día Stephane no aparece en clases, lo busco frente a mí casillero y no está, en los pasillos; tampoco.

Miro la pizarra repleta de problemas matemáticos pero mí mente está más allá de este momento, ¿sería por lo de ayer? ¿En verdad Stephane ya no me vería nunca?

"Nos vemos" me había susurrado al oído, el no sería capaz de dejarme luego de eso.

Las clases pasan con lentitud, éste sentimiento es muy conocido por mí; todos los días eran así antes de la llegada del pelirrojo.

Ha calado demasiado hondo.

Sin el no existen días felices.

Los maestros me regañan por no atender, Anthony intenta llamar mi atención pero nada logra sacarme de mi neblina de incertidumbre y dudas.

La hora del almuerzo llega luego de parecer estar horas encerrada, es un momento en el que puedo respirar.

Camino hacía el comedor y alguien camina a mi lado, miro y es Anthony, quien me observa con preocupación.

—Michelle ¿Qué ocurre? —pregunta preocupado.

Hago una mueca y sacudo la cabeza en negación.

Sé muy bien que no me cree, el no es tonto pero tampoco insiste a que le de otra respuesta.

Mejor así, de otra manera me asfixiaría.

Nos sentamos en nuestra mesa de siempre, mí estómago se siente vacío pero no tengo apetito.

Emma llega un tiempo después con una bandeja en sus manos, al mirarme frunce el ceño y no puedo evitar pensar que estoy horrible. ¿Soy tan transparente?

—Estoy bien, no me pasa nada. —me limito a responder sin que ella haya preguntado, lo veía venir.

—Pues no parece chica —me regaña con la mirada.

Tanto Anthony como Emma comen en silencio pero no pierden detalle de mí persona.

Esto ya es molesto.

— ¡Ya dejen de mirarme! —exclamo, ellos se resignan y apartan las miradas.

Suspiro pesadamente y me pongo de pie.

— ¡Eh! Espera Michelle —me llama Anthony.

Doy media vuelta y lo encaro.

—Sé muy bien que no estás bien, y no sabes cuanto me molesta verte así —habla con la mandíbula apretada, parece que recuerda algo desagradable, su mirada se oscurece ligeramente; luego me mira y cambia radicalmente de actitud. —Quiero hacer algo por tí para que te sientas mejor.

Me mordí el labio interior, pensando.

—No necesito nada, gracias —respondo y me encamino nuevamente a la clase de geología.

El me toma del brazo.

—Entonces no me dejas elección. —una sonrisa aparece en su rostro —Te llevare a un lugar que se que te gustara tanto como yo lo hago.

Camina y me arrastra tras él, intento soltarme o dar alguna excusa pero el no me oye; al final cansada de luchar solo me dejo arrastrar.

—Espero que sea un buen lugar o te matare —lo amenazo con humos saliendo de las orejas.

Alma Guerrera EN REVISIÓN Y EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora