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Giselle.

Intento, con todas mis fuerzas, contener mi decepción a la vez que fuerzo una sonrisa para intentar lucir feliz ante esta inesperada noticia. Papá sonríe de oreja a oreja a la vez que empieza a relatar el cómo y cuándo se conocieron. Mi expresión empieza a volverse neutral a medida en la que escucho su historia, un claro contraste con lo que pasa en mi interior.

Papá y Sophie se conocieron en algún bar de por aquí. Ella trabajaba de camarera y le tocó atenderlo durante toda una noche. Papá la enamoró — según él — gracias a sus increíbles pasos de bailes; sin embargo, Sophie asegura que el verdadero motivo por el que se sintió tan atraída fue por su gran humor. Mientras escucho su historia no puedo evitar imaginar a mi padre borracho, esa es una de las dos formas en las que papá habla sin parar, la otra es mientras da información sobre sus extrañas criaturas mágicas.

Después de un año de relación, montaron este lugar en donde papá se encarga de los número y Sophie de la comida, y después ambos tomaron la decisión de casarse y lo hicieron el año pasado… ¡el año pasado! ¿Dónde estaba yo que nunca me comentó nada?

— Bueno… — suelto en medio de un suspiro cuando Liam termina de hablar. Me obligo a forzar una sonrisa mientras me coloco de pie y agarro el abrigo que sigue en el espaldar de la silla giratoria en la que me encuentro —, quiero subir. El viaje me dejó súper cansada y me gustaría descansar un poco — miro a mi padre y luego a Sophie. Está de sobra decir que esto no es del todo cierto.  

— Voy a dejar a Giselle en su habitación para que se instale — papá le informa a Sophie, besándola en la mejilla izquierda —. Bajo en un momento para ayudarte.

— Está bien — Sophie asiente y me mira antes de sonreír y decir —: Es un placer haberte conocido por fin, Giselle.

— Igualmente. Nos vemos luego — digo forzando una sonrisa y, cuando veo a papá hacerme una seña, me dejo guiar por él escalera arriba hacia la segunda planta que está bloqueada por una puerta de madera, color caoba, cerrada.

Al entrar, observo todo a detalle. Es un lugar espacioso, con una mesa de centro y unos muebles de cuero negro adornando la sala. Todo es de madera, muy acogedo. Hay un espacio en donde está el comedor y la sala justo en frente. Las paredes son de un color blanco y hay una enorme ventana que da una perfecta vista hacia el pequeño pueblo cubierto de nieve.

Me giro sobre mis talones para poder observar a mi padre. Está apoyado contra la puerta de madera cerrada, y mantiene sus brazos cruzados a la altura del pecho, mirándome con aire despreocupado.

— Te casaste… — Digo, y trato de evitar que suene como un reproche. Trato de disimular el puñado de emociones que me abordan en este momento. Me duele de manera increíble que me haya dejado de lado en un paso tan importante en su vida, pero de cierta forma no me sorprende. Ha pasado tres años desde la última vez que nos vimos, y sé que en ese tiempo muchas cosas han cambiado en su vida; pero nunca me imaginé que fuera algo de esta magnitud. 

— Te llamé… — responde en voz baja y cautelosa —. Te llamé y tú en ese momento no querías saber nada de mí ¿Con qué cara vienes a reclamar ahora? No puedes decir nada cuando eras tú la que no querías responder…

— ¿Después de años de ausencia? No había sabido nada de ti durante el año siguiente al divorcio, papá — le recuerdo, un tanto molesta— ¿Y tú no pudiste insistir…?

— ¿Querías que te insistiera? — Levanta una de sus cejas, incrédulo —. Te llamé durante una semana y tú no querías hablar, y no insistí más porque sabía que necesitabas tiempo, pero el problema es que no sabía para qué necesitabas tiempo. Tu madre y yo nos separamos hace ya bastante tiempo, ¿qué pretendías?, ¿qué pasara mi vida solo? Por favor, Giselle — está molesto, lo sé de inmediato, su tono de voz lo deja en evidencia.

Dulce Debilidad © Libro 1 [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora