Capítulo 10: "Un mar de recuerdos".

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La expresión que vio en el rostro de Matt le aceleró el corazón.

-¿Matt? –dio un paso hacia él.

-El pasado es el pasado. Dejémoslo así.

Holly asintió. Su cuerpo parecía reventar de recuerdos. Exploraron la piscina natural antes de encaminarse a la bahía de arena donde hicieron el amor por primera vez. Había sido tan tierno con ella, tan respetuoso... En sus brazos se había sentido un ser especial: la criatura más adorada del mundo.

Pero las cosas cambiaron. Matt tenía razón. Era mejor no penar en el pasado en vez de amargarse con los recuerdos, y disfrutar del presente.

Ayudó a Matt a descargar la sombrilla y las esterillas del bote. Una vez instalados, Holly se quitó la blusa y los pantalones cortos y corrió hacía el agua.

-¡Tonto el último! –gritó.

-¡Tramposa! –la voz de Mat sonó bastante más cerca de lo que había esperado.

En el instante de alcanzar el agua, escuchó el ruido de sus pasos a la espalda. Aceleró el ritmo, pero él se lanzo a sus pies, y le puso la zancadilla.

Holly cayó al agua, riendo.

-¡Hey, eso es jugar sucio!

-Ya. En es que en este mundo no sacas nada jugando limpio.

Tenía una expresión enigmática. Holly estuvo tentada de contestar hasta que descubrió el tatuaje que tenía en el pecho. Alzó una mano con la intención de tocarlo, pero en el último momento la dejó caer.

-Todavía lo tienes.

Matt se tocó con gesto distraído el lirio que años se había tatuado sobre el corazón, en recuerdo de la primera vez que hicieron el amor.

-Sí.

Se sumergió de pronto, para reaparecer unos momentos más allá y empezar a nadar en paralelo a la costa con brazadas enérgicas, vigorosas. Holly se dedicó a contemplarlo, admirada. Luego se tumbó de espaldas y quedó flotando durante un rato, relajándose.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había podido disfrutar del lujo de no hacer nada. Los últimos años le había pasado factura: desde los años vertiginosos de su éxito como modelo a la desesperación por la lentitud de su recuperación y los vanos esfuerzos por cumplir con sus contratos. Luchar denodadamente por recuperar su antigua posición como modelo de primera categoría había sido como intentar escalar la pared vertical de un glaciar en zapatillas. Un esfuerzo completamente insignificante.

¿Y qué le quedaba de todo aquello? Apenas unos cuantos vestidos de diseño que terminará vendiendo algún día. Había llevado la vida que la gente había esperado de ella, se había hecho ver en los lugares adecuados y con la gente adecuada... y todo para terminar arruinándose.

Había llegado la hora de reponerse y recobrar fuerzas. De crecer y madurar. Todo el mundo tenía que aprender en algún momento, y ese momento ya había llegado. De repente, el pensamiento de que tendría que vender su ropa le había dado una idea. La mayor parte de las tiendas de Onemata vendían ropa de playa. Cualquiera que deseara adquirir algo más formal y elegante tenía que viajar hasta Auckland. Con el radical cambio que había vivido la población, debía de haberse incrementado la demanda de ropa masculina y femenina.

Ella se encargaría de satisfacer esa demanda. Todo tipo de ideas empezaron a desfilar por su mente. Estaba entusiasmada: sería capaz de hacerlo. Apenas podía esperar para anunciárselo a su padre. Al principio necesitaría su ayuda para echar a rodar la empresa, pero le devolvería hasta el último céntimo. Estaban a viernes; el mismo lunes se dedicaría a buscar un local en el pueblo.

Dulce Venganza ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora