157. Max

68.2K 9K 10.2K
                                    

Suhail fue infiel :O ¡Quémenla! ¡A la hoguera! ¿Cómo se atreve a no ser perfecta? 

Por cierto, ¿ya se fueron a confesar con el cura de su parroquia? .-. Ay, coshinotes y coshinotas, al grupo se van uniendo 350 personas en menos de 24 hrs xD

*les arroja agua bendita* Continuamos... :p

----------------

Habíamos salido de Londres días antes, para entonces estábamos en Japón, último destino de la gira. Ahí no daríamos un concierto, sólo una modesta presentación para público selecto, entrevistas a radio y televisión y sesiones de fotos. El ambiente, admito, me tenía tenso, odiaba no entender cuando me hablaban y odiaba necesitar de un traductor hasta para pedir papel higiénico. Sumado a eso, aún no superaba lo sucedido con Suhail... Ni lo pienso superar nunca.

Habíamos tenido la mejor maldita sesión de sexo hasta ahora. No la más duradera pero sí, por mucho, la más, digamos... vehemente, buscando una de esas palabras rebuscadas que tanto le gustan a Suhail. Aún tenía marcadas sus uñas en mi espalda, hombros y brazos... Pero al terminar me dejó solo en mi camerino, cual puta pagada y dejada, cual músico tocando solo... solo otro hombre más con el corazón roto. 

Era jueves por la noche y me hallaba en la habitación de Eric, recostado en la cama con él y Sam, ellos jugaban PlayStation mientras yo ahogaba mis penas dejando caer dentro de mi boca grandes cantidades de...

—Si quieres embriagarte no te cohibas por mí —me dijo Eric—. Es un poco extraño verte lidiar con tu dolor comiendo ositos de gomita.

—Les quito la cabeza antes de comerlos —justifiqué, arrancándole con mis dientes la cabeza a uno color rojo. A ese paso iba a tener diabetes antes de cumplir treinta.

—Es en serio, Max —insistió Eric—. Ve por cervezas, tequila, vodka o algo.

—No te aconsejo visitar un supermercado japonés —me recomendó Sam, que había salido con Ling a recorrer parte de Tokio—. Ellos empacan los huevos por unidad. Todo, absolutamente todo, lo venden en miniatura y en las etiquetas explican todo con ositos, perritos y gatitos felices.

El gordo y su paranoia. 

—Sólo tiene que averiguar cómo pedir cerveza —insistió Eric, según explicando cómo. Habían dejado de jugar Project Cars por mí—. Watashi wa ikutsu ka... Algo así es.

No contesté. Diablos, no quería embriagarme, éramos sólo yo, mi dolor y muchos ositos de goma sin cabeza.

—Intentan entenderme y no tienen idea de lo que cuesta soportar ver a alguien que amas con alguien que, estás seguro, no le ama con la misma pasión que tú —demandé. 

—Oye, yo tuve que esperar muchos años por Ling —me recordó el gordo—. Y soportando todo tipo de burlas.

—Bien —acepté—, tú sí sabes. ¿Eric? —Miré a mi amigo. 

La boca de Eric se abrió ligeramente sin apartar de mi una mirada de alarma que, en ese momento, no comprendí. Primero negó con la cabeza, después tragó saliva y por último apartó sudor de su frente utilizando como pañuelo la manga de su camisa.

—No —susurró por fin—, definitivamente... no.

—¿Estás bien? —pregunté, recordando que desde Londres se comportaba extraño—. ¿Quieres ositos? —le ofrecí, acercando a él la bolsa. Cogió un puño y los dejó caer de golpe a su boca.

—Primero tenías que arrancarles la cabeza —me quejé, buscando más para mí. ¿De qué sirve comer ositos si no vas a hacerlos sufrir?

Después de una hora el gordo y Eric desinstlaron el PlayStation y encendieron la televisión para ver la entrevista que grabamos ocho horas antes.

Max & Suhail ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora