[11] *

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No me desperté con una sensación muy agradable, para empezar: el dolor de cabeza era inaguantable, mi cuerpo pesaba y me sabía mal la boca.
Me daba la sensación de haber chupado metal oxidado.
Abrí los ojos y los golpes en mi mente aumentaron, con lentitud mis pupilas se adaptaron a la luz que entraba por la ventana y me levanté de la cama.

—¡Oye! —Dijo Derek desde el suelo, le había pisado la mano— Cuidado por donde vas.

Rodé los ojos y alcé las cejas
—¿Qué haces durmiendo todavía?

Tardó unos segundos en contestar puesto que estaba adormilado
—No he podido descansar porque una borracha no dejaba de roncar.

Me sonrojé, yo no roncaba. ¿No?
Nadie de mi familia se había quejado de eso nunca, aunque tampoco compartían habitación conmigo, qué vergüenza.

Fruncí los labios y... Espera un momento.

—¿Por qué no tengo pantalones?
—Susurré para mí misma, no estaba siendo un buen día.

—Como el caballero que soy te cambié de ropa, de nada —Comentó el pelinegro con la cara en la almohada mientras yo iba al armario y me ponía unos pantalones, tenía las piernas frías.

—Como el caballero que eres podrías haberme dejado dormir con el vestido.

—Tú querías que te lo quitara.

Al escuchar aquello mi cerebro trató de procesarlo, no me sonaba haberle dicho algo de eso, aunque a decir verdad no me acordaba de nada de lo que había ocurrido después de salir de la fiesta con Margo.

De momento prefería vivir en la ignorancia.

Salí de la habitación algo más despejada, fui al baño a refrescarme la cara y al mirarme al espejo hice una mueca de disgusto.
Tenía el pelo bastante despeinado y mis ojos parecían cansados, no estaba acostumbrada a salir de fiesta y se notaba bastante.

Acomodé mi cabello con las manos y bajé a desayunar, seguramente eran más de las diez de la mañana y ya estaban todos despiertos.

Los desayunos consistían en sentarme a la mesa y robar bollos para escondérmelos en la ropa mientras mi hermano jugaba con sus galletas y mi madre comía magdalenas pegada al portátil criticando de vez en cuando las ofertas de las empresas.

Pero ese día fue diferente.

—¿Cómo fue la fiesta de cumpleaños del abuelo de Margo? —Preguntó y tragué saliva.

—Bastante bien, es un hombre muy agradable —Sonreí ignorando el dolor de cabeza.

No estuvimos mucho tiempo charlando ya que quería irme enseguida de ese lugar, no me gustaba dejar a Derek solo en la habitación, ni tampoco quería salir yo de ahí.

Me fui de la cocina y volví a mi cuarto, eran uno de esos domingos en los que el mejor plan era quedarse en casa esperando a que la resaca se pasase y descansar del sábado noche.

Suspiré al poner el pestillo y me encontré a Derek sentado en la cama, se estaba frotando los ojos con el dorso de la mano y pude observar las venas que se marcaban en su piel, por unos segundos su rostro me había parecido el de un niño pequeño al que le habían obligado a madrugar y por esa misma razón sonreí.

Caminé y le lancé dos bolsitas de bollos, era como tener que alimentar a una mascota.

Una mascota que podía enloquecer a cualquier mujer, pero eso era tema aparte.

Me senté en la silla con ruedines mirando cómo desayunaba, su mirada bicolor estaba clavada en el alimento, ignorando totalmente mi presencia.
El silencio de la sala hizo que me sumergiera en la noche anterior, recordando la mirada de aquel pelirrojo, tenía sus pupilas clavadas en mi cabeza y no lograba olvidarlas.

Llámame Derek [ANULADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora