Capítulo 20: Mis amigos.

67 4 0
                                    

Entre unas cosas y otras llegó el verano, dejando atrás los estudios, pues había aprobado todas las asignaturas. 

Con los días y los meses fui conociendo a Darío, nos hicimos muy amigos, aunque la verdad era que me atraía bastante. Sólo tenía un pequeño problema, Ismael seguía en mi maldita cabeza y no lograba sacármelo de ahí de una vez por todas, parecía una garrapata que se clava en la piel y no hay manera de despegarla de ahí.

Sin embargo Darío conseguía despejarme un poco de todo ese lío mental, al igual que Nico, Diana y los demás.

- Tía, ¡dime que vendrás! - Noelia prácticamente me gritó a través del teléfono. - ¡Esa fiesta va a ser la bomba!

- Pero te dije que... - me interrumpió.

- No hay peros que valga, esta noche vendrás, ¡es San Juán!, harán una hoguera enorme. Playa de Samil, a las doce de la noche, trae bikini y a Darío también si quieres.

- No tienes remedio.

- Tú sí que no tienes remedio, estoy harta de que no quieras salir por las noches y menos un día tan importante como hoy.

Y era cierto, sólo salía por las tardes con ellos o con Darío, que siempre me llevaba con sus amigos a los locales que frecuentaban, así como a algunos halfs o boleras, la verdad es que estaba gastando bastante dinero, pero no me importaba mientras mis padres me siguiesen dando. Lo sé, ahorro muy poco y soy demasiado tonta, no pienso en mi propio futuro, no tengo remedio.

Decidido, esta noche iría con mis amigos a esa "grandiosa" fiesta.

- Da, ¿quieres venir esta noche a una fiesta? prometo diversión.

- Nena, que raro que me digas esto - me dijo Darío. - ¿A qué hora te recojo? Ponte guapa.

- A las once y media, ¿vale?

- Claro.

La tarde se me pasó volando, me bañé en la piscina que habían construído en mi casa el año pasado y luego cené con mis padres una deliciosa ensaladilla rusa.

Pronto me duché y me puse el bikini dispuesta a ir a esa fiesta que tanto deseaban que fuese mis amigos.

- ¿No tendrás frío? - me preguntó mi madre cuando me vio con sólo un short y una camiseta de asas.

- Mamá, es verano y habrá una gran hoguera, no tendré frío, no te preocupes. - Mamá rodó los ojos y me acabó dando la razón, o eso creía. 

- Que sea verano no quiere decir que habrá 30 grados, es de noche y aun no estamos en pleno agosto, sino en junio.

- No hace falta que me lo digas, no soy tonta. - Sinceramente mi madre empezaba a aburrirme.

- Como me sigas faltando el respeto no vas a ir a ningún sitio.

- Que sí, mamá, que sí.

Salí de la cocina ignorándola. Darío ya me esperaba en su moto, con mi casco en sus manos, dispuesto a llevarme hasta allí.

- No, no, yo en moto no pienso montar, ya tengo montado en alguna y no me gusta nada. - Le reproché. - Vamos en mi coche.

- A mí tampoco me gustas nada y más te aguanto. - Contuvo la risa y le dí un codazo en el brazo. 

Este chico sabía picarme y sacarme de mis casillas.

- Agárrate a mí, estarás más segura cuando levante la moto haciendo un caballito. 

- Lo haces y te dejo sin descendencia, protégete los huevos. - Lo amenacé con una sonrisa pícara, él sólo soltó una carcajada. 

- Anda, vamos, idiota. - Dijo eso y me puse el casco, luego encendió la moto y nos pusimos en marcha.

La inolvidable fiesta estaba a punto de comenzar.

Al ir en moto ni siquiera me cogió el frío como mi madre me había dicho, era una noche demasiado agradable. Llegamos a Samil y Darío aparcó la moto al lado del estacionamiento de coches.

- Vamos, que hoy estás muy guapa - Me sonrió de lado y yo hice lo mismo, este chico sabía como calmarme.

- Da, tu no te quedas atrás, si no fueses mi amigo ya me habría enrollado contigo.

- ¿Te recuerdo que ya lo hiciste, muñeca? - Su frase consiguió enrojecerme el rostro, recordé el primer día que lo vi. - Admite que volverías a besarme.

- Eso no cuenta, no te conocía y fuiste muy atrayente para mí, ahora somos amigos.

-¿Y? ¿No sabes lo que es ser amigos con derecho a roce? -Suspiró impaciente. - Cuando te vi aquella noche de mayo en la discoteca ya te dije que te quería para mí, me gustas desde antes que estuvieses con Yoel e Ismael.

¿Acababa de decir que le gustaba? Intenté evitar el tema, estaba demasiado avergonzada.

- Idiota. - Le di un golpe en el brazo y fuimos hacia la playa, donde habíamos quedado con los demás. No mencionamos más el tema durante el resto del camino.

La playa estaba llena de chicos y chicas de mi edad, bailaban y bebían, otros comían bocadillos de chorizo asado, y algunos intentaban saltar sobre hogueras pequeñas.

- ¡Naiara! - Diana saltó apoyando sus manos en mis hombros, lo que me provocó un susto que fue notable por el grito que pegué. - ¡Qué bien que habéis venido! Pensé que tendría que aguantar toda la noche yo sola a estos tortolitos. - Nico y Noe soltaron una carcajada.

- Bueno, ahora tendrás que aguantar a dos pares de tortolitos - interrumpió Darío rodeando mis hombros con su brazo.

Le dirigí una mirada asesina y mis amigos empezaron a reírse. Nos acercamos a donde sería la hoguera grande, sólo quedaban cinco minutos para que la prendiesen. 

Mis amigos sacaron unas botellas de Ron y unas de cocacola, sería una nochaza.

- He invitado a unos amigos para que seamos más - anunció Darío con una perfecta sonrisa en su boca. 

- ¿Son guapos?

- Diana... - Imposible no reírme con su desesperación por encontrar al chico perfecto.

- ¿Qué? Quiero ligar.

- ¿En serio? ¿Te parezco un blanco perfecto? - Diana se giró sobre ella misma para encontrarse a un pelirrojo bastante mono detrás de ella. Él era Ander, el loco seductor.

- Ander, habéis llegado a tiempo. - Le dijo Darío antes de darle un abrazo.

Vi como se acercaban todos los chicos, a los cuales mis amigos todavía no conocían. Allí, delante de nosotros, estaban Lucas, Carlos, Miguel, Rober, Pedro, Rubén y Jose.

Saludé a todos y luego se los presenté a mis amigos.

- Ey, van a encender la hoguera, quiero ponerme moreno - me dijo Miguel llevándome con él.

- Creo que ya bebiste mucho, ¿cómo te vas a poner moreno con fuego?

- ¿El Sol no está hecho de fuego?

Alguien nos interrumpió al meterse entre nosotros, consiguiendo separarnos.

- Ya la encienden ahora, mirad.  - Noté que mientras nos decía eso, Darío entrelazaba sus dedos con los míos sin que Miguel se enterase.

Las luces de las farolas se apagaron, produciendo oscuridad y silencio total. El frío seguía siendo inexistente y la hoguera todavía no estaba encendida, impidiendo que pudiese ver nada.Y fue en ese momento cuando noté que alguien me había besado, cortándome la respiración al no dejarme reaccionar.

Regálame una sonrisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora