Capítulo 22: Gregory

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—No, señor. Ha estado hablando en sueños, pero todavía no se ha despertado. —La vocecilla aguda ceso dejando un silencio que agradecí, no me apetecía despertarme quería volver a mi sueño—. Ha estado diciendo cosas sin sentido. —Otro silencio. ¿Había estado hablando en sueños? Era posible, tampoco sería la primera vez—. Claro, señor. Ha balbuceado algo sobre un mundo verde. ¡Ah! Y ha pronunciado varias veces un nombre, ha estado llamando a un tal Jake. Debe de ser un familiar...

Sí, había estado soñando con Jake, bueno... Josh. Estábamos en el mundo de las historias que contaba mamá cuando era pequeña y estábamos todos. Hasta estaba mi padre. Estaba siendo un sueño muy agradable. Por eso quería que la muchacha de voz chillona se callara. Intenté abrir los ojos, pero parecían dos losas de cemento. Sentía la cabeza espesa y el cuerpo pesado.

—Sí, señor. Los resultado ya han llegado. Sólo tiene fracturada la costilla. El doctor después de examinarla ha comentado que es de hace varios días, que no ha sido por la caída. En unas tres semanas estará totalmente curada. —Silencio—. No, señor, los análisis estarán dentro de media hora.

Después de una intensa lucha por abrir los ojos miré a mi alrededor desorientada hasta que conseguí enfocar la imagen de una chica que hablaba por teléfono. ¿Qué había pasado? Me vinieron a la mente las imágenes del muro. Me había caído del muro. Intenté llamar a la chica, pero me salió un gruñido.

—Espere, señor, parece que se acaba de despertar. Sí, señor. Así lo haré. —Colgó y se acercó a la cama para comprobar una máquina que tenía conectada. Me aclaré la garganta y volví a preguntar:

—¿Dónde estoy? —Mi voz sonó ronca. Tenía la boca pastosa y una sed insoportable. La muchacha me ignoró y siguió con los aparatos. Llevaba una bata blanca y el pelo rubio recogido en una coleta alta—. ¿Eres médico? ¿Qué ha pasado? —Me incorporé un poco para ver la estancia. Sentía el cuerpo pesado pero, curiosamente, me encontraba bien. La chica seguía sin hacerme caso. Fruncí el ceño con disgusto, era como hablar con una pared.

Eché un vistazo rápido a la habitación. Aunque tenía los aparatos de un hospital parecía la habitación de una casa. Tenía un gran ventanal por el que entraba la luz del sol. A los lados había unas cortinas espesas con un estampado demasiado cargado. Junto a la ventana se encontraba un gran sofá tapizado con el mismo dibujo que las cortinas. En general la habitación tenía un estilo clásico, lo único moderno era la gran pantalla que había frente al sofá. Mis ojos se posaron en la puerta del baño que estaba al fondo. Tenía que beber agua. Me arrastré hasta el borde de la cama, era la cama más grande que había visto. Cuando conseguí llegar hasta el borde me sobresaltó ese tono agudo.

—¡No te levantes!

—¿Por qué? —pregunté un poco asustada por la orden tan brusca de la muchacha.

—Porque lo han ordenado.

—¿Quién?

—Eso a ti no te incumbe. Si ordenan que no te muevas. ¡No te mueves! —Tenía un tono demasiado alto, estaba segura que en circunstancias normales me habría irritado. Pero estaba de buen humor.

—Pues a menos de que lo haya ordenado el médico, el resto me da igual —dije con tranquilidad desenganchándome los aparatos y la vía que tenía en el brazo de forma patosa.

—¡Te lo ordeno yo! ¡Vuelve ahora a la cama! —Siguió diciendo mientras me seguía.

—¿Eres la doctora? —pregunté poniéndome frente a ella una vez llegué al baño.

-No, pero...

—Pues entonces me da lo mismo lo que ordenes. —Le di un ligero toque con el dedo en la punta de la nariz de forma cariñosa antes de cerrar la puerta. Me dio tiempo de ver su cara enrojecida por la indignación. Era una chica bastante guapa si no fuera por el tono de voz.

Sector 0: El despertar (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora